CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
DE
GABRIEL Y GALÁN
CASTO BLANCO CABEZA
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
GABRIEL Y GALÁN
CON UN PRÓLOGO
DE
ARMANDO COTARELO
MADRID
LiB. Sucesores de Hernando
Arenal, 11
1919
\
ES PRCriLDAD
:¡:í;¿^^X^Í¡:BrErECOraANClSCANO.-SANTlAGO
A LA VIRTUOSÍSIMA Y RESPETABLE SEÑORA
^ DOÑA DESIDERIA GARCÍA,
VIUDA DE GABRIEL Y GALÁN
Y A SUS QUERIDOS HIJOS,
COMO OFRENDA DEBIDA A LOS SERES QUE MÁS
AMÓ EL POETA, Y DÉBIL HOMENAJE A SU
GLORIOSA MEMORIA, DEDICA ESTE LIBRO
Casto Blanco Cabeza.
Madrid, 1919,
PRÓLOGO
Don Casto Blanco Cabeza, sabio y dignísimo
profesor de la Escuela Normal de Madrid, ofrece
hoy al público un libro interesante y simpático
como pocos. Movido de cariñosa amistad obsti-
nase en que mi modesta pluma detenga el ansia
de leerlo con que todo español lo tomará en sus
manos; y yo accedo a mi pesar, pues la sospecha
de la inutilidad de estas líneas se eleva a certi-
dumbre en vista de los hermosos preliminares
con que el editor le antecede y son verdadero
prólogo de la obra.
Envidiables dotes de narrador posee el señor
Blanco Cabeza y revela cumplidamente en tan
ameno escrito, que se lee con el agrado de una
novela y el provecho de una historia. Contados
están en él, por modo insuperable, todos los an-
tecedentes necesarios para emprender la lectura
de las cartas y poesías de Galán: los orígenes del
epistolario, sus etapas y vicisitudes; las cualidades
VIII
PRÓLOGO
físicas y morales del poeta en su edad juvenil, sus
hábitos de estudiante y hasta sus ilusiones, sus
afectos y sus esperanzas. Y como marco de se-
mejante esbozo psicológico, desfilan también
alumnos y profesores de varia catadura, camara-
das, admiradores y hasta envidiosillos del futuro
cantor de las etapas castellanas, en cuadro anima-
do y palpitante, con esa verdad y frescura que
solamente resplandecen en el trasunto de la reali-
dad vivida, cuando quien lo pinta alcanza, como
el Sr. Blanco Cabeza, a dibujarlo con segura mano
y a derramar sobre él las cautivadoras galanuras
de la forma. Solamente dos páginas emplea en
retratar al venerable Sarrasí y sin embargo le co-
nocemos tan bien que nos parece haberle visto y
comunicado. Parco en comentarios, huye a pro-
pósito de toda consideración retórica; mas elige
con tanta habilidad los hechos y los relata con
tal destreza, que ellos solos sugieren variadísi-
mas deducciones, logrando así uno de los más
estimables méritos del escrito, conviene a saber:
cierta colaboración del lector, que a duras penas
se aviene con un papel meramente pasivo, cuando
todo se lo dan dicho y comentado. El episodio
de los gorríoncillos habla más en alabanza del
corazón de nuestro poeta que diez pliegos de
consideraciones filosóficas.
PRÓLOGO
IX
Blanco Cabeza y Galán fueron amigos, mas
no con esa amistad un tanto externa y muchas
veces fugaz, engendrada por el compañerismo de
las aulas, sino con el afecto hondo y duradero
que nace de la comunidad espiritual, de las afini-
dades de sentimiento, de la identidad de caracte-
res. Cuantos conozcan a Blanco Cabeza hallarán
natural y necesario este recíproco afecto. Así
como en el autor de Campesinas hermánanse en
él las altas dotes intelectuales con las prendas del
corazón. En verdad privilegiado, de vasta cultura,
de temperamento soñador, de inteligencia perspi-
caz es, sobre todo, como Galán lo fué, un hombre
bueno, modesto, laborioso, de arraigadas creen-
cias y de pecho agradecido y sensible, según
prueba este libro, raro ejemplo de devoción a la
memoria de un muerto.
No menos de cincuenta cartas y seis poemas
abarca la colección presente. Escritas las primeras
al correr de la pluma, sin artificio de ninguna cla-
se, ajenas a toda idea de publicidad y tan sólo
para recordar al amigo el afecto que no se
entibia, revelan mejor que ninguna otra de sus
obras lo que José María Galán era por den-
tro, confirmando a la vez, sus innegables mé-
ritos de prosista: la seguridad de la frase, la
afluencia del estilo, la riqueza de vocabulario, la
X
PRÓLOGO
sencillez encantadora y la gracia espontánea, cor-
tés y apacible.
Las producciones de los grandes artistas po-
nen de manifiesto no solamente sus principios
estéticos y los recursos de su técnica sino tam-
bién las reconditeces de su interior, y de un
modo especial las empresas literarias que por su
naturaleza son más íntimas, más espirituales. Pero
el contemplador no se satisface ordinariamente
con esto: desea penetrar, guiado por la obra, en
el alma misma de donde ha brotado, sorprender
el divino impulso que pudo inspirarla, el hervor
de la fantasía al vestirla de forma tangible, los
pasos todos de su elaboración, ya lenta y trabajo-
sa, ya rauda y ardiente, para entrever así la psi-
quis del artista, a quien se complace en suponer
noble, brillante y como purificado de las miserias
de la carne. Peligroso es, con todo, semejante
análisis, aunque no poco instructivo, porque
¡cuántas veces, si esto logramos, la desilusión
nos defrauda y entristece!
No así en el caso del insigne salmantino. Es-
tas cartas, tan ingenuas como elocuentes, mani-
fiestan un espíritu íntegro, desnudo, sin dobleces
ni repulgos. La sinceridad, timbre excelso de las
obras de Galán, brilla aquí esplendorosa, convi-
dándonos a bucear en un alma que fué coma
PRÓLOGO
XI
parece: sencilla, honrada, cristiana, inteligente y
tierna en sumo grado. Preséntannos, además, al
artista principalmente en sus años de juventud,
cuando arde la imaginación, las pasiones se exal-
tan y el entendimiento vacila y muchas veces
zozobra; primavera del vivir apta a las espansio-
nes poéticas, pero en la cual contados hombres
logran la plenitud de su genio. De este número
fué nuestro poeta, según demuestra su epistola-
rio: el Galán de 20 años es el mismo de 35, edad
en que le arrebató la muerte.
Los temperamentos afectivos y emocionales,
cuya nota característica es una extremada sensibi-
lidad, viven sobre todo interiormente, aman la me-
ditación y el silencio y suelen propender al psico-
logismo, entregándose a la autoinspección y estu-
dio de sí propios y recogiendo, con frecuencia, en
diarios los productos de este examen. No consta
que Galán dejase escritos de semejante clase, pero
muchas de las cartas que van a leerse pueden sin
violencia figurar en ella por la finura analítica con
que exponen estados de ánimo, vaguedades, de-
seos, optimismos y tristezas de un ser que nada
cela, que se entrega al amigo amado y le comuni-
ca cuanto siente y cuanto piensa.
Relativamente fácil es escribir bien, porque al
fin la forma literaria es cosa externa y artificiosa.
XII
PRÓLOGO
que con la aplicación se adquiere; mas no lo es
sentir la realidad y comprenderla hondamente; para
ello son precisas cualidades interiores, delicadezas
espirituales y hasta, quizás, perfecciones orgáni-
cas, patrimonio harto regateado por la naturaleza.
Apreciar lo grande, conocer lo extraordinario, gus-
tar lo noble, al alcance está de los muchos; pero
descubrir lo delicado, lo fino, lo exquisito, privile-
gio es de los pocos. El poeta castellano, mago
evocador, hace surgir por doquiera hermosuras
misteriosas ocultas al común de los mortales
y que aguardaron latentes su llegada para reve-
larse sólo a él, como la princesa dormida esperó
en letargo secular la presencia del príncipe único
designado por la fortuna. Nada para Galán hay
pequeño o despreciable: todo vive a sus ojos y
en todo descubre alma, belleza y movimiento. La
peña desnuda, la rasa campiña, el árbol desmedra-
do, el menudo insecto, un viaje en ferrocarril, una
enfermedad pasajera, la vida aldeana, los lances
de unas oposiciones, la espera de cartas y noti-
cias, la regencia de una escuela pueblerina, los
cuidados del labrador, la cacería de liebres y per-
dices, el hablar con rústicos y gañanes todas
estas cosas tan comuHes y prosaicas se elevan
maravillosamente en sus manos y adquieren inte-
rés y nobleza. Y ¡qué será cuando los grandes
PRÓLOGO
XIII
afectos y dolores de la vida, como el cariño a la
esposa y a los hijos, la muerte de la madre, el
triunfo aclamado, le hieran o le halaguen haciendo
vibrar ampliamente aquella cuerda siempre tensa
y resonante! De todo hay muestras en este epis-
tolario y en todas se descubre su gran espíritu,
cuya afectividad trascendente le hace abrazarse en
poética unión con la naturaleza entera, calentarla
con su propio fuego, palpitar y vivir, porque en
cada ser deposita un destello de su alma abrasada
de inextinguible sed de amores.
De los poemas, hasta ahora inéditos, que aquí
se ofrecen mucho podría decirse. Casi todos fue-
ron compuestos en la breve y única estancia del
autor en Galicia y pertenecen, por tanto, a su más
tierna juventud. Esto sólo declara el gran interés
con que serán mirados como primeros vuelos de
esa alondra terrena, a quien gusta ocultarse tími-
da en la hondura del surco recién labrado y con-
fundir con la parda tonalidad de la haza los mo-
destos colores de su plumaje; pero que sabe
también volar osada y remontarse en graciosas
espirales para saludar con dulces trinos al maña-
nero sol, dorado y fecundante. Tienen además
innegable mérito intrínseco, como lo tiene cuanto
salió de su pluma, dócil y afortunada; así los Sus-
piros, mansas quejas de un desengaño amoroso.
XIV
PRÓLOGO
como el improvisado Adiós, compuesto con sin-
gular soltura y la burlesca elegía a la muerte del
hurón Ciguiel, hábilmente versificada y que nos
ofrece muestra de la vena festiva de Galán, aspec-
to poco conocido del poeta.
Mayor importancia ostentan las composicio-
nes restantes: ¡Patria mía!, inspirada canción a la
aldea nativa, donde el autor triunfa de la técnica
con variedad de modos; la primorosa balada
Fuente vaquera, que no obstante pertenecer al
ciclo de sus primeros versos nos ofrece al poeta
ya formado y definido; los cadenciosos pareados
Mañanas y tardes, obra de empeño, indudable-
mente una de las buenas poesías suyas, en que
los primores de la versificación vencen la dificul-
tad del cansado metro y donde flota visible re-
cuerdo del gran Zorrilla. En estas obras está, sin
duda, todo Galán. Escribiólas mejores; pero ya en
ellas aparecen íntegros los recursos de su lira y
especialmente aquel hondo entusiasmo por la tie-
rra natal, el campo castellano, cuya austera y so-
lemne belleza supo sentir y expresar como nadie.
Porque Galán fué un alma campesina afinada por
el estudio y ennoblecida por el sentimiento. En él
palpitan los puros afectos y la natural rectitud del
hombre campestre y supo vestir con ropaje ur-
bano los ideales comunmente vagos pero vigoro-
PRÓLOGO
XV
SOS del mundo rural, como la abeja transforma
dentro de sí el zumo de las flores silvestres en
miel dulce y regalada.
Ceso de entretenerte lector. Con gusto reco-
rrerás estas páginas, recórrelas también con reve-
rencia; porque la presente obra es tierna ofrenda
de postumo cariño que manos piadosas depositan
sobre una tumba querida.
Armando Cotarelo y Valledor.
LOS RECUERDOS
Y PAPELES DE GALAN
LOS RECUERDOS
Y PAPELES DE GALÁN
¡Quién me diera saber trasladar al papel las im-
presiones que experimentó mi alma ingenua de es-
tudiante provinciano, al llegar por primera vez a
JVladrid!
Fué en el curso de 1888 a 89. Mi corazón, repleto
de ilusiones, tenía 20 años y estaba enamorado per-
didamente. Mis sentidos, ávidos como pajarillos re-
cién escapados, vibrantes a todas las sensaciones
nuevas, tropezaron de repente con aquella populosa
urbe, llena de magníficos palacios, estatuas, museos
y jardines. Mi espíritu, optimista por naturaleza; sano,
fuerte, nuevo, abierto a todas las brisas, cual debie-
ron estar los templos de columnas de la Acrópolis;
dócil a toda insinuación de verdad, de belleza y de
virtud, se encontró, ya al llegar, al lado de un gran
artista, Julio Veiga; y al poco tiempo, con el in-
comparable José María Gabriel y Galán.
Dónde vais ya, ¡oh queridísimos y llorados ami-
gos! ¿Dónde va también aquel estudiosísimo Táboas...
y tú, inolvidable Antonio, poeta y marino, que en-
tregaste tu vida por la patria?...
¡Cuán poco tiempo gozó el mundo de vosotros!
* ♦
4
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Julio estudiaba último año de violín en el Conser-
vatorio. Vivía con su madre, la señora doña Clotilde
Valenzano, en el número 8 de la Plaza de Oriente.
Allí fui yo a parar, a vivir con ellos en familia: Julio
fué para mí un buen hermano, y doña Clotilde hacía
con ambos el papel de una madre cariñosa.
Hija de artistas oriundos de Italia, esposa del fa-
moso compositor don Pascual Veiga, autor de La
Alborada, relacionada de antiguo con buenos músi-
cos y literatos, como el célebre maestro Monasterio
y el escritor Fernández Bremón; aquella señora bon-
dadosa, culta y finísima, reflejaba sobre nosotros su
gran sentido artístico, y nos avivaba eñ esa devoción
que suelen tener los jóvenes hacia los grandes genios.
Julio iba en camino de llegar a serlo. Por lo menos
a mi me lo parecía, y de fijo sé que aspiraba a crearse
un nombre.
Y no sin motivos. Era un prodigio en el violín, y
sin disputa el más aventajado alumno del Conservato-
rio. Componía hermosa música, —hasta con lujo aca-
baba de editarle Zozaya su tanda de valses, titulada
Al Vuelo,— y era el orgullo de sus profesores.
Además dibujaba muy bien, pintaba acuarelas pre-
ciosas, escribía versos, y hasta publicaba notables
artículos de crítica musical en las revistas de Arte.
Y, a todo esto, sólo tenía 19 años.
Con Julio hice mis primeras excursiones para ver
las preciosidades de la Villa y Corte. Por las tardes,
cumplidas nuestras obligaciones de estudiantes, reco-
rríamos los cafés, teatros, calles y jardines; los domin-
gos, después de oír misa, los dedicábamos a visitar
el Retiro y los Museos. Julio hacía muy bien de
cicerone para estas cosas.
Doña Clotilde, apasionadísima de la ópera, me ser-
DE GALÁN
5
vía de Mentor cuando íbamos al Real; nos llevaba a Pa-
lacio cuando había Capilla pública, y se entusiasmaba
contemplando las ceremonias de Corte, las bordadas
casacas de los gentiles hombres, y la elegancia, distin-
ción y majestad de la Reina Regente que, a pesar de la
sencillez de su luto, destacaba en medio de todas sus
damas, cubiertas de riquísimos trajes y preseas.
Al lado de este inolvidable artista y de su ma-
dre pasé el tiempo de mis estudios en Madrid; y el
ambiente de esta casa influyó no poco en mis aficiones
estéticas, y fué al principio un gran consuelo para mi-
tigar la nostalgia, que padece todo joven arrancado
al regazo de la dulcísima Galicia.
Y en la Escuela?... Allí conocí a mi José María: a
aquel corazón que hasta la muerte tantas mieles des-
tiló en el mío, herido de ausencia, por fin, en aquella
época; hambriento de afectos y caricias, lejos de mi
prometida y de mi madre.
Cuando llegué a los estudios, ya estaba empezado
€l curso. Me encontré en medio de una turba de estu-
diantes ruidosos, que llenaban los corredores con el
estrépito de su charla. De todo se hablaba y se discu- *
tía, menos de los estudios, ni de cosa alguna útil.
Los primeros días ya me hice amigo de Manuel
Cabanelas, que era un compañero de los más expan-
sivos.
Cabanelas y Táboas eran también de Galicia, y se
me aficionaron mucho. Táboas era el prototipo del es-
tudiante infatigable. No se ocupaba en otra cosa sino
€n estudiar. Estudiaba de memoria, paseando día
y noche con el libro en la mano, repitiendo y meditan-
6
LOS RECUERDOS Y PAPELES
do SUS párrafos. Cabanelas era todo lo contrario: es--
tudiaba muy poco; su buena inteligencia se contentaba
con oir atentamente las explicaciones de los catedráti-
cos, y escuchar los comentarios que hacían los compa-
ñeros. Era un mocetón alto y muy fornido, guapo, siem-^
pre sonriente, y en clase de Gimnasia hacía prodi-
gios de fuerza.
La primera clase a que asistí, —lo recuerdo bien,—
fué la de Moral. El profesor de esta asignatura era un
docto fraile exclaustrado, hombre suspicaz y mal hu-
morado siempre con los alumnos. Tenía la clase a las
siete y media de la mañana. ¡Buen trabajo costaba lle-
gar a ella puntualmente en invierno! Ya no solía él lla-
mar hasta las ocho, y aun así, siempre faltaban bas-
tantes alumnos.
Aquel día yo, —sabiendo de víspera que se daba
la lección 9.^— me había estudiado bastante bien la
conferencia.
Tal me valió. Empezó el catedrático a pasar lista,
y al llegar a mi nombre,
—¡Blanco Cabeza, D. Casto!
—Servidor de usted.
—¡Hombre! es la primera vez que contesta usted a
la lista, y tiene aquí ya una porción de faltas.
—Sí, señor,— dije.— Hasta hace pocos días no he
recibido la autorización del Rectorado para dejar mi
escuela, y acabo de llegar a Madrid. El Sr. Director, en
vista de la fecha de esta autorización y de no ser mía
la culpa de no asistir a las clases, me ha dispensado
las faltas; y yo ruego a S. S. me las dispense también...
—Bueno, bueno... ¡disculpas! ¿Sabe usted la confe-
rencia?... Vamos a ver! —repuso el catedrático. Y
cerrando la lista muy atufado añadió: —Vamos a ver
lo que me dice usted de las pasiones.
DE GALÁN
7
Yo principié diciendo los tópicos que había estu-
diado acerca de las concupiscibles e irascibles. Cuando
estaba enumerando aquello de «amor y odio, deseo y
fuga, alegría y tristeza... esperanza y desesperación,
audacia y temor, y la ira...»
—Que no tiene contraria! —interrumpió el cate-
drático, empezando a descorrer el ceño.— Vamos,
siga usted.
Continué mi lección con inusitada serenidad, en me-
dio del silencio de los alumnos, extrañados, la mayor
parte de que el profesor se contentase con mover la
cabeza de arriba abajo, sin dirigirme las censuras que,
según supe después, solía disparar al tomar lección.
Hay días de suerte loca, y aquél lo fué para mí,
pobre novicio, que me veía entre tantos desconocidos,
temiendo sus juicios con la natural zozobra del re-
cién llegado.
Dió el bedel la hora, cortando mi perorata; salimos
de aquella clase, y ya se me acercaron a hablar varios
condiscípulos. Otros me miraron con bellos ojos de
benevolencia. No faltó alguno que intentó clavarme
con miradas de envidia.
Mis dos paisanos, Cabanelas y Táboas, me dieron
efusiva enhorabuena. Cabanelas me acompañó toda
la mañana, y desde aquel día fuimos muy amigos.
Cabanelas, a pesar de su holgazanería para el estu-
dio, era activo para todo lo demás; no era nada vicio-
so, y en medio de aquel cuerpazo de Hércules, tenía
un carácter casi infantil y atesoraba un excelente co-
razón.
Para que yo no pudiese envanecerme con mi triun-
fo, pronto tuve la derrota en la clase de Legislación.
Explicaba esta asignatura un sabio y magnífi-
co señor de patillas blancas, que venía a clase en
8
LOS RECUERDOS Y PAPELES
coche, y era lo más fino, severo e imponente que se
puede decir. Exigía al pie de la letra los preámbulos
y articulado de todas las leyes, decretos, reglamentos
y reales órdenes, vigentes y pretéritas, dictadas en
materia de instrucción pública.
El único alumno capaz de contentar a este catedrá-
tico, era el infatigable Táboas.
Pasaba lista mirando los huecos que quedaban en
los bancos; para lo cual tenía ordenado que cada
alumno se sentase siempre en un mismo sitio, y res-
petase el vacío del inmediato, si éste faltase a cáte-
dra. Yo le había visto ya muy enfadado acerca de
tan importante cuestión, pero entendí que bastaba
que nos colocásemos por orden de lista.
Por ahí vino mi pérdida.
Pocos días después, como notase el profesor que
yo me había sentado fuera de mi sitio, ocupando el
hueco de mi vecino ausente, me lo advirtió con terri-
ble severidad, y me pidió la lección.
Yo sabía... que no la sabía bien, y así me desconcer-
té más. No sé que lío me armé con la ley de 1834 y el
reglamento del 47. El caso es que a los tres o cuatro
minutos me cortó la palabra el catedrático, diciendo
fríamente con la más despectiva sequedad y mirándo-
me de hito en hito, sin moverse:
—Basta! No sabe usted una palabra. Siéntese usted.
Y pasó a explicar la lección siguiente.
Al salir noté que mi crédito habla disminuido bas-
tante, y algunos ojos vi que se alegraban de mi tro-
piezo. Pero Cabanelas, tan cariñoso como siempre, no
se apartó de mí, y Táboas fué explicándome por la
calle en qué había consistido mi equivocación.
*
DE GALÁN
9
De todos los profesores de la Escuela, y aun de cuan-
tos maestros he tenido, ninguno, excepto mi bendito pa-
dre, me ha llegado a inspirar tanto afecto y admiración
como aquel venerable don Jacinto Sarrasí, entonces Di-
rector de la Escuela Normal Central. Siempre que
pienso en él, me parece imposible que no lo admirasen
con férvido entusiasmo, como yo, cuantos fueron sus
discípulos.
En su trato con los alumnos era muy diferente de los
otros dos profesores citados. Nos hablaba siempre con
la afabilidad y ternura que usarla con sus nietecitos pe-
queños un abuelo cariñoso, sabio y feliz.
Y un abuelo parecía, en todo, aquel bondadoso y
docto anciano, con su cabeza enteramente calva, su
rostro bien rasurado, sus ojillos llenos de arrugas, pero
aun muy vivos, su boca algo hundida, y su pasito
corto, un poco vacilante, a pesar del inseparable bas-
tón antiguo de bola de marfil.
Algunas veces, a la salida de clase, donde nos
habla entretenido, como encantados, con sus preciosas
explicaciones, se nos acercaba en el corredor, sonrien-
do como un picarillo, y nos pedía lumbre para encen-
der su cigarro. Después se despedía de nosotros, des-
tocándose la brillosa chistera con mucha distinción, y
se marchaba para casa, diciéndonos cariñosamente: ^
—Adiós, adiós; hasta mañana. Estudiad mucho.
Explicaba dos asignaturas. Pedagogía superior y
Literatura, y las explicaba muy bien. Cada vez estoy
más convencido de que era verdaderamente insigne co-
mo maestro, como filósofo y como crítico literario, y
aunque no dejó publicada ninguna obra, me consta
que las dejó escritas.
Un día, que le pedimos que diese sus cuartillas a la
imprenta, nos dijo:
10
LOS RECUERDOS Y PAPELES
—No quiero yo verme en vida roído por gusanos.
Sus explicaciones eran clarísimas, y tan amenas
que nos parecía un soplo la hora y media de su cáte-
dra. Solía hacer digresiones, de las cuales no siempre
regresaba a la cuestión principal por falta de tiempo;
pero estas digresiones aún eran a veces más instruc-
tivas y substanciosas que la misma cuestión.
Había sido condiscípulo del ilustre pedagogo
Montesinos, con el cual estuvo pensionado en el ex-
tranjero; y maestro suyo fué el célebre D. Alberto
Lista, que sabía comunicar^ el don del gay saber y
convertir en poetas a los alumnos de su cátedra, como
Espronceda, Becquer y tantos otros.
Sabía enseñar prácticamente las cosas. Después
de explicarnos una especie literaria, por ejemplo la
égloga, nos mandaba dar lectura ante él a un modelo^
y nos iba haciendo notar las bellezas de expresión
conforme iban apareciendo. A veces su corazoncito
de artista y de lírico tiernísimo, se conmovía tanto, en
los pasajes de gran efecto, que no podía contener las
lágrimas, y limpiándose los marchitos ojos con el pa-
ñuelo, y oprimiéndose el pecho con la otra mano,,
decía temblorosamente al alumno, en un sollozo:
—Más despacio!... más despacio!...
Y los alumnos llorábamos a veces también con
él, —¡tan eficaz era la comunicación estética que sabía
establecer entre su sensibilidad y la nuestra!
Yo debo a este profesor gran parte de mi corta
educación artística, y firmemente creo que mucho pudo
influir su ejemplo y su enseñanza en el espíritu de Ga-
briel y Galán, cuyo lirismo vibraba ya en aquel tiempo
cual dulcísima arpa cólica.
DE GALÁN
11
A mí me molestaba siempre el estrépito de aquella
masa de alumnos que, hablando a gritos como locos,
llenaba los corredores, durante los intermedios de clase
a clase. Muchas de sus conversaciones no eran todo lo
agradables que se pudiera desear; porque, entre una
gran mayoría de muchachos de buena educación, ha-
bía, como siempre, una media docena de chicos de lo
más fresco. De modo que, a los pocos días, fui dando
en la costumbre de quedarme en el extremo de un
corredor menos frecuentado.
Frente a una ventana que en el rincón había, otros
dos o tres alumnos se arrimaban, también huyendo
valerosamente de la general batahola.
Allí, en aquella especie de Tebaida, encontré
otros dos solitarios, dos salmantinos: el buen San-
tiago Ribero, y el dulcísimo José María Gabriel y
Galán.
Allí hablábamos sin gritar, y comentábamos nues-
tras lecciones o fumábamos nuestro medio cigarrillo,
que nunca podíamos apurar antes que nos llamasen
para otra clase. También se acercaban allí los otros
compañeros muchas veces; pero nadie venía a pro-
fanar aquel nuestro retiro con expresiones de mal
gusto.
¿Por qué he sido amigo de Galán? ¿Por qué aquel
singular ingenio, aquel talento príncipe, llegó a dedi-
carse así, entrañablemente y en absoluto, a este su
obscuro condiscípulo?
Mil veces me lo he preguntado, y nunca he podido
darme respuesta concluyente a esta cuestión. Motivos
más o menos especiosos he hallado, pero a todos
pueden oponerse objeciones, y el más probable podrá
ser que, entre las perfecciones de Galán, sobresalían
las de ser sumamente delicado y agradecido.
12
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Galán conoció que yo adoraba en él: por eso, por
gratitud, llegó a quererme tanto. Galán tenía que amar
a los que le amaban, pues era tan generoso que nunca
pudo admitir el ser por nadie sobrepujado en afecto.
Su mayor placer era amar, amar el bien, amar a su
tierra, amar a su madre, amar mucho y siempre. Sus
expresiones, sus cartas, sus poesías, su vida entera
son buena prueba de esta dulce condición suya, acen-
tuada hasta rayar casi en el fanatismo.
¡Amar a todos los que le amaban, sin consentir ser
por nadie sobrepujado en esto!... Es como decir que
amaba a todos cuantos le conocían, pues no era po-
sible conocer a Galán sin idolatrarlo.
De su semblante, de sus ademanes, de sus meno-
res palabras, brotaba una fuerza de simpatía, que
arrastraba, desde luego, a la admiración, y después
atraía como el imán.
¡Oh cómo descollaba él entre todos los alumnos
que vi en la Escuela, al llegar yo a Madrid en aquel
memorable invierno! Pero desde que le oí dar sus ma-
gistrales conferencias, y recitar tan sentidamente
aquellas odas en la cátedra de Literatura; desde que
pude conversar con él, ya tuve que amarlo sin remedio.
Y es que, conociendo a Galán, ya no se podía
desear en él otra nueva perfección, sino la de que él
nos amase.
Yo creo que no había más que pedirle; porque si
por su silueta elegantísima y lo bien modelado de sus
facciones, era un tipo de varonil belleza, mucho mayor
belleza se notaba en lo que hervía bajo aquel pecho
levantado y aquella frente noble y despejada, aso-
mándose en el azul de sus ojos, en la expresión ine-
fable de sus labios, y en la gracia natural de todas sus
frases y movimientos.
DE GALÁN
13
Galán tenía una figura hermosa; pero tenía un alma
mucho más hermosa.
* «
Mis primeros coloquios con Galán fueron al salir
de alguna clase, o en aquel extremo del corredor de
la Escuela, que venía a ser nuestro retiro. Allí, junto a
aquella tercera ventana, nos reuníamos siempre los
solitarios. Pronto nos hicimos buenos amigos, y mu-
chas veces salíamos de la Escuela juntos.
Cerca de la Universidad, en la parada del tranvía^
siempre había dos niños muy bonitos, pidiendo limos-
na. El mayor^ como de siete años, llevaba de la mana
al pequeño, que no tendría más de cuatro, y nos pe-
día, canturreando:
— Pa mi madre, que es viuda y está baldada!
Galán siempre le hacía una caricia al pequeño y le
daba cinco céntimos.
Después me decía a mí:
—¡Pobres gorriones I
Un día vimos que estaba sólito el más pequeño, y
Galán pellizcándole cariñosamente la mejilla, le pre-
guntó por su hermano.
El pobrecito gorrión nos explicó en su media len-
gua, que su hermano estaba enfermo, y no había po-
dido salir de casa. Que «como madre no pue andar,
él, —el mendruguillo aquél que no alzaba tres palmos
del suelo— tenía que ir de zeguida pa cuidar a lo dos
enfermo».
— Vení conmigo y verán como e verdá —añadió el
pobrecito.
Galán se convenció enternecido, y me dijo:
—Si me acompañaras, de buena gana iría a verlos^
14
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Fuimos con el pobrecillo a la bohardilla de una
•casa grande de la calle del Tesoro.
El pequeñín entró gritando:
— ¡Manué! ¡Manué!... Ya viene el zeñorito de la
<:apa pelosa!
Aludía a Galán, que gastaba, por aquel tiempo,
una magnífica capa de paño muy negro y grueso, pero
no liso, sino salpicado de montoncitos de felpa.
—Miren como e verdá —nos dijo a nosotros.
Y era verdad. Más aun; porque la tremenda rea-
lidad superaba a lo que nos había contado. En un
jergón pequeño yacía el otro gorrioncito, vestido, y
tapado con unas prendas andrajosas. Congestionado
por la fiebre, apenas tenía conocimiento.
En otra cama pobrísima, pero limpia, estaba la
madre, casi paralítica, toda encogida que a poco más
tocaba las rodillas con el pecho, y quejándose de dolor
y de pena.
Supimos que la pobre llevaba así tres años, desde
su viudez, postrada por una horrible artritis, que llena-
ba de piedra todas sus coyunturas, imposibilitándola
para todo movimiento. Sus manos, pies y rodillas es-
taban ulceradas y sufría dolores agudísimos. El niño
había pasado delirando toda la noche, y por la maña-
na, cuando quiso salir con el otro más pequeño, se
había caído al suelo, sin fuerzas para andar.
No podíamos abandonar aquella miseria. Galán
buscó enseguida remedio. Resolvió que lo más urgen-
te era traer algún alimento y llamar un médico; y,
yendo él por un lado y yo por otro, buscamos ambas
cosas.
Pero lo peor fué cuando el médico dijo que el niño
estaba atacado de viruela, y que era preciso aislarse
todos y aislar el pequeñito, por ser inminente el con-
DE GALÁN
15
tagio. No había más remedio que llevar el enfermo al
hospital; pero siempre quedaba la madre. ¿Quién po-
dría cuidarla?
La madre, así que oyó hablar del hospital, rompió
a llorar con una aflicción que daba angustia.
Entonces Galán fué un héroe. El lo arregló todo,
proponiendo que lo mejor era llevar el pequeñito a
su casa, para que no se contagiase, y él se quedaría
en la bohardilla cuidando a los dos enfermos.
Y así lo hizo, por más que le dije y le prediqué
todo aquel día.
En lo único que transigió fué en que el chiquitín
fuese instalado en casa de una vecina, para que no
se supiese nada del asunto en su casa de huéspedes,
de donde se despidió por unos días con pretexto de
una excursión.
El pequeñito fué convenientemente encargado a
una buena mujer, personalmente por Galán, y éste se
pasó nueve días metido en aquel foco de infección,
velando a un varioloso.
Yo, asustado de aquel heroísmo, ayudé lo que
pude, enviándole lo necesario por una demandadera,
que no pasaba de la puerta de la bohardilla.
Mucho me encargó Galán que no dijese nada de
esta acción suya. Yo así lo cumplí, y creo que ni Ca-
banelas ni Santiago Ribero, su paisano, tuvieron por
entonces la menor noticia de ello.
* *
Una mañana, poco antes de la hora de entrar en la
última clase, un alumno muy alto se dirígió a Galán,
que estaba conmigo en nuestra ventana tercera, y le
pidió lumbre para encender el cigarro. Galán tiró dos
16
LOS RECUERDOS Y PAPELES
O tres chupadas fuertes a su pitillo medio apagado,
para avivarlo, y se lo entregó cortésmente, sin suspen-
der lo que me estaba diciendo.
Cuando el otro devolvía el pitillo a Galán, sin dar-
le las gracias, después de encender el suyo, Galán le
dijo distraídamente:
—Puedes tirarlo, que ya es una colilla.
—¡No, que has de tomarla y fumártela! —contes-
tó el otro con muy malos modos, como si trajese el
propósito de provocar a Galán.
—No quiero —replicó Galán con dignidad.
—¿Por qué?, —rugió descompuesto, amenazante,
su interlocutor.
—¡Hombre!... —contestó Galán muy tranquilo,—
porque es una colilla, y además ya no tengo gana de
fumar.
—¡Mientes! Es por despreciarme... ¿Es que tienes
asco de mí?
—¿Tú crees que haya motivo? —repuso Galán,
con la mayor serenidad, refiriéndose a la actitud del
otro; y levantando hacia él la vista, y sonriéndole
dulcemente, como Galán sabía, continuó, para desar-
marlo: —Pero te repito que no sigo fumando ahora,
porque ya estaba cansado de fumar.
Aquel compañero entonces soltó un grueso taco,
y vomitó una de esas frases vulgares que se parecen
mucho a la horrible blasfemia, sólo que en ellas va
el nombre de una pobre madre en lugar del santo
nombre de Dios.
Galán, indignadísimo, se lanzó contra el provoca-
dor para castigar la imperdonable injuria.
Entre algunos compañeros, —pocos, porque ya es-
taban entrando en clase, y los más no se habían dado
cuenta de la escena,— conseguimos sujetar a los con-
DE GALÁN
17
tendientes, e impedir que allí mismo se acometieran.
Yo empleé todos mis medios, procurando tranquilizar
a Galán y hacer entrar en razón a su enemigo; pero
no pude evitar que salieran desafiados a pegarse al
Campo del Moro.
Salimos por la calle de San Bernardo. Galán iba
conmigo; el provocador venía detrás, con dos de sus
amigotes.
—Ha nombrado a mi madre!... ¡A mi adorada ma-
dre!... —se iba diciendo Galán.
Y volvía a repetir, desolado:
—¡A mi bendita madre!...
Yo no sabía apenas qué decirle. Me partía el alma
ver así afligido aquel corazón de oro. Me horrori-
zaba pensar que pudiese caer Galán en manos de la
Justicia, o que el gigante llegara a poner sus horribles
manos en aquel querido compañero mío, tan delica-
do, tan bueno, tan listo... que, inflamado con los es-
fuerzos para contener la ira, me parecía más hermoso,
más admirable que nunca.
Pero al mismo tiempo dudaba si estaría yo siendo
ya culpable en detener por más tiempo la explo-
sión de aquella ira, y en prolongar con mis consejos
aquel insufrible martirio, cada vez que oía algún nuevo
improperio de los que de cuando en cuando, con voz
sorda, soltaba su rival.
Aun no habíamos acabado de recorrer la calle
ancha de San Bernardo, cuando el bárbaro volvió a
repetir su abominable grosería. Galán se volvió hacia
él, rápido como un relámpago. Yo creo que algún
santo me ayudó en aquel mdmento a contenerlo y
convencerlo de que allí, en medio de tanta gente
como había, a la vista de los guardias, no se debía,
no se podía tomar venganza.
3
18
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Así fuimos andando hasta la Plaza de Oriente, y
bajamos la rampa que hay a la derecha de Palacio, la
cual en aquellos tiempos era pública, como toda la
arboleda del Campo. Ya íbamos a entrar en éste.
En aquel momento oímos la voz del ofensor. Desde
la rampa repetía a gritos el villano insulto.
—¡¡Lo mato!!— rugió Galán desesperado, corriendo
hacia él.
Aun logré contenerlo, por el momento, a pretexto
de que había que formalizar el desafío. Volví hacia el
otro, y traté de hacerle comprender su ceguedad,
y de inducirlo a que se retirase. Ya empezaban sus
amigos a ayudarme en esto; pero él ofuscado, frené-
tico, agradeció mi buena intención insolentándose
conmigo.
Entonces no sé qué pasó por mí, pues, casi sin
darme cuenta, me encaré con él y dándole con toda
mi alma una bofetada llena, y metiéndole dos puños
en la boca del estómago, le grité:
—-¡Cobarde! Antes te pegarás conmigo!— Y al ver
que vacilaba en acometerme, añadí: —Anda!... si te
atreves.
Galán protestaba tener mejor derecho.
Pero el otro ya no esperó más. O arrepentido, o
medroso, sin decir nada, empezó a retroceder lenta-
mente, y luego a subir despacio la rampa por donde
habíamos bajado. Sus amigos, asombrados de la co-
bardía de aquel hombrón tan grande, lo dejaron ir
solo. Después se marcharon también, abominando de
él y de su proceder.
Miré para Galán. Tan animado y valeroso antes,
frente a su enemigo, ahora estaba pálido como la cera.
Yo, que aun seguía furioso, comentaba la extraña sali-
da de nuestro contrincante.
DE GALÁN
19
—¿Has visto cosa más rara?... ¿Qué te parece?...
¿Qué dices?...
Galán no decía una palabra.
Poco a poco nos fuimos serenando. Subimos a la
Plaza de Oriente. Yo aun esperaba que volviese el
otro, pero no se le veía por ninguna parte. Me cogí al
brazo de Galán, lentamente fuimos andando calles y
calles hasta su casa; y allí, en el portal, me dijo, abra-
zándome, casi llorando:
—Casto, hoy has librado a mi madre de verme en
un presidio.— Yo no comprendí al pronto, hasta que
sacando del bolsillo del pantalón un revólver pequeño,
continuó:— No sé cuántas veces tuve el pensamiento de
disparárselo,... me prenderían enseguida... Es del amigo
que está enfermo arriba, ¿sabes? y hoy me encargó que
se lo recogiese del armero, donde lo tenía a componer.
*
Al otro día vino Galán a mi casa por primera vez, y
desde entonces puede decirse que fuimos inseparables.
Yo vivía frente al Palacio Real, con doña Clotilde
Valenzano y su hijo Julio. La bondad y cultura de esta
señora y de su hijo, fueron circunstancias favorables
para hacer más dichosa mi primera estancia en Madrid.
Doña Clotilde, siempre amable conmigo, me cuidaba
como a su propio hijo; su repertorio culinario era deli-
cado, y su conversación, siempre entretenida, era el
mejor postre de nuestra sobremesa.
Julio era un artistazo, que había aprobado de un
golpe en el Conservatorio nueve años de violín, y es-
taba matriculado oficialmente en las asignaturas de
Perfeccionamiento y Música di Camera.
Ya he dicho que cultivaba otras varias manifestacio-
20
LOS RECUERDOS Y PAPELES
nes del Arte. En todas ellas rendía culto a la origi-
nalidad, tanto que ahora me parece que en este culto
se excedía un poco, aunque sin llegar a lo que hacen
hoy los modernistas.
Julio era incansable creando cosas artísticas nuevas-
Después del almuerzo, que hacíamos a la una de la
tarde, entraba en mi cuarto, cogía mi papel de cartas
y a la cabecera de cada pliego pintaba sus acuarelas.
Otras veces improvisaba versos, o traía papel de mú-
sica y en un cuarto de hora escribía una composición;
después íbamos a tomar café al Iberia, donde había
un buen pianista que repentizaba la obra, y el público,
que llenaba el café, aplaudía siempre las composicio-
nes de Julio. Éste no les daba la menor importancia, y
ni siquiera recogía el original.
Por las tardes estudiaba Julio con ahinco; pero al
anochecer volvía a mi cuarto, en aquella media luz del
crepúsculo, casi a oscuras, a tocar sus prodigiosos es-
tudios en el violín; o bien inventaba fantasías en una
guitarra que le habían prestado.
Era asombroso oir como imitaba en ella el ruido de
la conversación. Remedaba con las cuerdas un ver-
dadero diálogo de voces de hombre y de mujer, súpli-
cas, disputas, quejas e imprecaciones, tan perfectamen-
te que, a veces, nos parecía percibir hasta las palabras.
A estas tertulias concurría generalmente Cabanelas,
y asistió también Galán, con gran contentamiento de
todos, desde aquel memorable día del desafío. Galán se
entretenía mucho con estos conciertos; pero bien pron-
to llegó Galán a entrenemos más a nosotros con su
chispeante conversación.
Sus ocurrencias, su talento, el hondo y finísimo
sentido que tenía de las cosas, la irresistible atracción
que producía en nosotros, como en cuantos le trataban
DE GALÁN
21
€n la intimidad, acabó por imponerse y sobreponerse
a todo.
Galán pedía a Julio que tocase; y Julio no tenía ga-
na de tocar, sino de escuchar a Galán, embobado co-
mo los demás.
* *
Pero bien pronto vino el mes de Mayo, hermoso
mes para todos, pero terrible para los estudiantes que
han de examinarse por tribunal, y más para nosotros,
que oímos que íbamos a ser juzgados con extraordi-
naria severidad, porque el Ministro, en vista de la gran
excedencia de personal en nuestra carrera, había reco-
mendado al Claustro que sólo dejase pasar el menor
número de alumnos posible, y el Claustro, tomando en
consideración este ruego, y teniendo en cuenta la es-
candalosa huelga de Navidad, pues se habían toma-
do las vacaciones desde el 15 de Diciembre, —lo cual
en aquellos tiempos era cosa imperdonable,— había
acordado hacer un escarmiento.
También Julio Veiga andaba apurado, porque se
había traído para casa un valiosísimo StradivariuSy que
le prestaba su profesor Monasterio, con el encargo de
estudiar en él la parte de concertino para la gran vela-
da que solía dar el Conservatorio a fin de curso. Y, a
pesar de esta distinción tan elocuente, corrían rumores,
—falsos seguramente,— de que aquel año no se con-
cederían oposiciones al Primer Premio del Conserva-
íoriOy para que otro alumno, predilecto de Monasterio
y condiscípulo de Julio, no saliese derrotado en esta
suprema prueba.
En fin, todos teníamos que aprovechar el tiempo,
estudiando día y noche.
22
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Galán y yo éramos los más comprometidos. Coma
Maestros por oposición, autorizados por los Rectores
para ampliar estudios, nos moriríamos de vergüenza si
perdiésemos curso, pues sabíamos que el Director de
la Normal Central tenía que comunicar oficialmente a
nuestros superiores las notas que obtuviésemos.
Nuestro punto más flojo era la asignatura de Legis-
lación. Jamás habíamos podido echar de encima el pá-
nico que nos inspiraba aquel profesor tan severo.
Táboas también era autorizado; pero, —¡dichoso
él!— ya por Carnavales se había tragado el programa
de Legislación. Los ladrillos de su cuarto estaban gas-
tados: ¡se había formado un sendero hondo, en diago-
nal, a fuerza de pasear por él con el libro en la mano!
Bien medidas y sopesadas todas estas y otras ra-
zones, resolvimos, —¡qué dolor!— suspender aquellas
deliciosas veladas literario-musicales; y encerrarnos a
estudiar Galán, Cabanelas y yo, en casa del primero.
Nos hicimos con una cafetera de ocho tazas, y con
ella y los libros nos pasamos todas las noches del mes
de Mayo y no pocas del de Junio, sorbiendo café y
tragando disposiciones legales.
Gracias a que la habitación de Galán era un salón,
con chimenea y todo, no nos asfixiábamos allí con
tanto humo de tabaco, y eso que Cabanelas, el más
fumador de los tres, faltaba muchas veces.
A las cuatro y media o cinco de la mañana salíamos
de aquella oscuridad a la luz viva de las calles de Ma-
drid, sólo transitadas a tales horas por guardias y ba-
rrenderos.
Durante aquel mes y medio, creo que Galán y yo
no nos quitamos las botas sino para bañarnos y mudar
la ropa interior; es decir que dormíamos vestidos, las
pocas veces que nos echábamos en nuestras camas.
DE GALÁN
23
Tampoco no vimos un teatro, ni otro espectáculo,
salvo un domingo, que hasta fuimos a los toros.
Y este exceso merecía contarse, y contarse bien,
para que se viese el buen corazón de Cabanelas y la
inmensa fortuna de tres estudiantes, que el sábado es-
currichan los bolsillos hasta la última pola de tabaco,
y el domingo se encuentran con billetes y monedas de
cinco duros.
Pero sólo cabe indicar que Cabanelas vino el do-
mingo tempranito a repartirnos no sé cuántos pitillos
y fósforos, que nos tocaban de un paquete y una caja
de cerillas, provisión adquirida por él a duras penas;
—tan duras que la cosa le había costado nada menos
que tronar con la linda francesita a quien hacía el
amor,— y que, al sacar una camisola de cierto baúl,
se sintieron rodar objetos metálicos, los cuales resul-
taron ser dos centenes, casi al mismo tiempo que lle-
gaba una carta con billetes del Banco de España.
Abrumados con tan tremendas sorpresas. Galán y
yo abrazamos conmovidos a Cabanelas, que había sa-
crificado su amor en aras de la amistad; llamamos a
Julio, y acordamos... descansar aquel domingo, y di-
vertirnos, yendo a los toros y al teatro.
Cerca ya de la plaza, compramos naranjas, bocadi-
llos y manzanilla. Cabanelas fué el encargado de pene-
trar a viva fuerza —¡él las tenía!— en la inmensa cola
que había para comprar los billetes.
La corrida iba a empezar. Cuando volvió con los
billetes, vimos que le habían dado cinco. ¿Qué hacer
con el sobrante? Devolverlo a la taquilla; pero no ha-
bía tiempo para atravesar por segunda vez la cola.
Venderlo, no podía ser. Regalarlo a un conocido...
Galán tuvo entonces una de sus generosas inspira-
ciones, y resolvió enseguida;
24
LOS RECUERDOS Y PAPELES
—Regalárselo a la pobre niña que nos vendió las
naranjas.
*
Llegó el tremendo día 1.^ de Junio —¡dies irae!—
y con él llegó la hora de los exámenes, hora de dolor
para muchos, de alegría para muy pocos, de terror
para casi todos.
Aquello fué el Diluvio: de treinta y cuatro exáme-
nes, que hubo ese día, sólo salvaron cuatro. ¡Treinta
suspensos!
Galán fué uno de los cuatro que salieron bien.
Táboas no quiso esperar más: se empeñó en marchar-
se a su casa al día siguiente, que era domingo. Caba-
nelas, Santiago Ribero y yo quedábamos temblando,
porque nos tocaba examinarnos al otro dia, lunes 3.
Fuimos con Galán a despedir a Táboas a la esta-
ción del Norte. Por lo que allí sucedió, creo que de-
bíamos estar muy excitados. Allí unos tíos nos arma-
ron bronca. Galán se las tuvo tiesas victoriosamente
con el más bruto; yo trataba de poner paz; pero Ca-
banelas dió fin repentino a la contienda, porque «todos
se tuvieron y se sosegaron, si todos quisieron quedar
con vida>, al ver que, de una sola espantosa guantada,
tumbó a cinco o seis personas en el santo suelo.
Al otro día nos examinamos Ribero y yo.— ¡Qué
alegría tan grande tuvo Galán, porque salimos bien!—
Yo estaba doblemente alegre, por verlo contento a él.
Siguiéronse dos o tres días de incertidumbre, antes
del examen de otra asignatura... ¡la vencimos!... Y así
fuimos pasando aquellas tres interminables semanas:
saltando entre temores y alegrías, como en una carre-
ra de obstáculos. Las notas no eran muy brillantes,
DE GALÁN
25
pero cada vez íbamos más animosos y contentos,
viendo más posible, y después más probable, y luego
más segura nuestra arribada a puerto.
A él conseguimos llegar sanos y salvos —¡gracias
sean dadas a Dios nuestro Señor!— allá por el 17 de
Junio.
¡Qué tormenta habíamos pasado! ¡De cincuenta
alumnos oficiales, sólo nueve logramos aprobar el
grado Normal!
*
Al día siguiente me sorprendió en cama la siempre
grata visita de Galán. Yo me había permitido echar
una mañanada, como decía doña Clotilde, para des-
quitarme un poco de tantos desvelos: al fin, los exáme-
nes que me faltaban eran de asignaturas voluntarias,
—Casto, vengo a decirte, que me parece realizable
mi ilusión de ir contigo para conocer a Galicia.
—Pero ¿es de veras?... ¿o es que estoy soñando?
—Es de veras. Ha llegado mi padre. Levántate y va-
mos a pedirle que me deje ir contigo para ver el mar.
Ver el mar, ver a Galicia, ir conmigo para conocer
mi tierra...! Tanto se la había ponderado yo, que esta
era una de las grandes ilusiones de Galán, desde hacía
tiempo.
Me vestí en menos de cinco minutos, y bajamos
corriendo a la calle, tomando a buen paso por la del
Arenal, hacia la Puerta del Sol. Galán me iba diciendo:
—Te advierto que mi padre no es ningún señorito
a la moderna. Ya verás. Viene vestido de charro,
como los labradores de mi tierra. Pero yo aun lo
quiero mejor así, que no vestido de levita... Sólo te lo
advierto, para que no te cause sorpresa.
26
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Bien se veía, bien, que aquel excelente hijo, aquel
jovencito, que era el mejor talento de nuestra Escuela;
aquel José María tan estudioso, tan culto y distinguido,
estaba orgulloso de tener tal padre.
Y podía estarlo verdaderamente. Encontramos al
respetable y simpático don Narciso en el café Oriental.
Era un señor como de cuarenta y cinco años, algo
rubio, que me pareció muy expresivo, despejado y re-
suelto. Yo no recuerdo haber tratado otro más atento
y agradable. Llevaba un valioso traje de terciopelo
negro, con chaqueta y calzón adornados de grandes
botones lisos de plata; el chaleco los tenía de oro, y
casi desaparecía bajo un cinturón anchísimo de cha-
rol. La camisa bordada y las polainas laboreadas de
pespuntes, eran primorosas.
En el momento de hacer las presentaciones, ya
conocí que mi buen José María había hablado de mí
en sus cartas.
—¿Conque usted es el amigó de mi hijo?— Celebro
mucho el conocerlo. Ya lo queremos mucho allá por
Frades.
Tomamos allí café; y estuvimos charlando hasta la
hora del almuerzo. Los acompañé hasta su casa. ¡ Cómo
se le conocía a José María que iba embelesado con su
padre !
Cuando nos despedimos, —hasta luego, pues an-
duvimos acompañando a don Narciso el poco tiempo
que pasó en la Corte,-— ya no nos cabía el gozo en el
cuerpo a José María y a mí. A mí principalmente, por-
que ¡ya teníamos el permiso para ir juntos a Galicia!
*
Aquellos días fueron de despedidas. Despedir a
DE GALÁN
27
don Narciso, a Cabanelas, a Santiago Ribero y otros
amigos, que habían terminado sus exámenes.
Cabanelas iba magnífico: en su traje flamante de
turista no faltaba detalle, ni siquiera la cantimplora»
Mucha broma le dió Galán.
Julio se quedaba en Madrid, formando parte prin-
cipal de la orquesta de Bretón, después de obtener
las mejores notas en el Conservatorio.
Victoriosos en todos los exámenes, José María y
yo nos despedíamos también uno de otro, cuatro días
después, en la estación del Norte, para reunimos más
tarde en la de Segovia, y seguir juntos el viaje hasta la
ciudad departamental del Ferrol y el pintoresco pueblo
de San Saturnino, donde residían mis padres. Yo tenía
que pasar dos días en Segovia, para despedirme de
unos queridos parientes. Mi primo Andrés estaba ter-
minando allí la carrera de Artillería.
La primera carta de Galán, incluida en este libro,
fué para avisarme su salida de Madrid, a fin de que yo
le esperase en la estación de Segovia, preparado para
seguir juntos en el mismo tren hasta Galicia.
¡Oh qué viaje!... Toda la noche llevé a mi amigo
más querido reclinado en mis rodillas.
Alborozadísimos de nuestro encuentro, charlamos
hasta más no poder, sentados uno frente al otro junto a
la ventanilla; pero por fin Galán se moría de sueño. Poco
a poco fué inclinando la cabeza hasta apoyarla en mi re-
gazo, y se quedó profundamente dormido. ¡Con qué de-
voción velé yo toda la noche, procurando no moverme!
¡Pensando en él, en mi madre, en mi prometida^
en lo felices que todos íbamos a ser durante aquellas
vacaciones, se me hizo corta la noche!
28
LOS RECUERDOS Y PAPELES
De nuestra llegada a la Coruña, donde nos estaba
esperando Antonio García, del recibimiento que allí
nos hizo la familia de éste, y sobre todo, del entusias-
mo de Galán al ver por primera vez la exuberante
frondosidad de Galicia y la grandiosa hermosura del
mar, será inútil que intente dar una idea. Puede figu-
rársela quien haya formado concepto de Galán y de
nuestra amistad, y se haya fijado, al recorrer el mismo
camino, en el contraste que hace el panorama de las
mariñas gallegas con el de la meseta castellana.
Antonio García, gran amigo mío como Galán, y
también poeta, vivía con sus padres y hermanas en la
Coruña, y se preparaba para la carrera de la Armada.
Nuestras familias se estimaban mucho ya de antiguo;
y solíamos recíprocamente visitarnos, pasando algu-
nas temporadas, ya en su casa de la Coruña, ya en la
mía de San Saturnino.
Este valle amenísimo, donde se alza el regio pala-
cio de los marqueses de su nombre, había tenido,
además de este honor, el de ser cantado por don
Darío, padre de Antonio, en la siguiente oda, que
recuerda los clásicos:
DE GALÁN
29
ODA
EL VALLE DE SAN SATURNINO
(A MI QUERIDO AMIGO Y COMPAÑERO DON ALBERTO BLANCO)
¡Riente valle de verdura henchido,
Do en plácido reposo
Gocé de la amistad gratos favores!
jMi acento conmovido
Quisiera tus espléndidos primores,
En plectro sonoroso.
Sublimar con galana poesía!
De los rudos embates de la vida
Mi espiritu cansado,
En las bellas florestas de la umbría
De tus gayos vergeles
Buscó solaz; y (el alma dolorida,
Y el pecho emocionado)
Al trasponer ¡oh valle! tus dinteles
Y al perderme en tu fronda galanura,
Dulcísimo suspiro,
Al ver tanta hermosura,
Exhaló, en la enramada
Que por doquier exhorna mi retiro,
El corazón ardiente.
Aquí, sorpreso el ánimo, respiro
El aura perfumada
Que, con alas de rosa,
Al orear suavísima mi frente,
Susurra melodiosa,
30
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Y aleja de mi mente
Todo recuerdo de opresión odiosa
¡Oh! valle delicioso!
¡Cuán bellos panoramas
De tus cumbres alpinas,
Entre copudas y empinadas ramas,
Ve el ojo codicioso!
Hoy yacen en ruinas
De invasores osados
Los castros elevados
Que recuerdan al Celta y al Romano.
Los roqueros castillos.
Memoria de las eras que este suelo
En la turquesa de su férrea mano,
Con el rollo y los grillos,
A la plebeya gente
Llenaban de orfandad y eterno duelo,
¡Se hundieron en la noche del olvido!
De libertad el iris bendecido
Lanzó fulgores de encendida lumbre,
Y a este pueblo, que holló la servidumbre.
Hoy le atrae el sonido
De la alegre campana.
Que a la plegaria incita
De la gente cristiana,
Y en el tendido llano y en la cumbre
Vibra desde la ermita.
¡Qué bella se desliza
La tarde en las lozanas pumaredas
Que bordean los ríos
Y mansa el aura riza!
Y cabe de los sotos y robledas
Que no hieren los fríos
Ni el sol calcina con candente fuego,
DE GALÁN
31
¡Cuánta tranquilidad! ¡Cuánto sosiego!
Sencillos labradores
Habitan en las rústicas cabañas
De este valle frondoso,
Sin conocer del mundo la falsía,
Los crudos sinsabores,
Ni las ansias extrañas
Que nacen cada día,
Y al ánimo angustioso
Llevan gemidos de aflicción y duelo.
En el sereno cielo.
Ceñido por los montes
Que marco son de un cuadro reluciente,
Se retratan los puros horizontes,
La gala y la belleza,
Y el paisaje viviente
Do natura extremó su gentileza.
Aguas murmuradoras
De arroyos y torrentes
Que corréis fecundando la pradera,
lOh! cuán plácidas horas
Las linfas trasparentes,
Cuando el rayo de sol baña la esfera,
Correr vi enternecido!
¿Cómo olvidar podré la dulce calma
Que el techo hospitalario
De un amigo sincero y muy querido,
Ofreció con magnánima hidalguía
Al triste y enfermizo solitario
Que, dolorida el alma,
Llegó a su hogar en nebuloso día?
Salve ¡oh valle divino!
Tu recuerdo jamás de mi memoria
Podrá el hado extinguir.
32
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Y si me envuelve bárbaro destino
En el confuso giro de pesares
Que en toda humana historia
Amargan la existencia;
Si su cruda violencia
Mis sienes llega a herir,
Y en su revuelto piélago de azares
Despiadada inclemencia
Me impele hacia un asilo
Do busque les consuelos de la ciencia,
En ti, el pecho tranquilo,
¡Oh! valle deleitoso!
De mis dolores buscaré el reposo!
Darío García.
San Saturnino, Agosto de 1888.
Nuevo e inmarcesible honor le esperaba; pues a
este valle se dirigía y en él iba a residir, aunque sólo
por un mes, el futuro autor de Castellanas; el inmor-
tal poeta que había de saber concebir El Ama y El
Crista bendita.
Tenía entonces Galán 18 años, y fué allí donde se
revelaron paladinamente sus excepcionales dotes de
artista. Allí, bajo la tupida bóveda de aquel bosque
inmenso de seculares robles, que constituye el parque
y cazadero del Marqués; respirando aquellas brisas
frescas y salinas; trepando por las ruinas de los cas-
tillos roqueros; contemplando el correr de las lím-
pidas y parleras aguas del Jubia, que va haciendo
curvas y remansos y cascadas por el césped continuo,
siempre verde, siempre marginado de frondas y de
árboles, fué donde se abrieron de par en par los péta-
los de la flor de su inspiración.
DE GALÁN
33
Por eso cuando nos sentábamos a la orilla de este
río de ensueño, lleno de leyendas, se le oía recitar
entusiasmado la oda de Zorrilla:
¡Qué dulce es ver, muellemente
de un olmo a la fresca sombra
descansando,
un arroyo transparente,
que va, por la verde alfombra,
murmurando!...
Antonio y yo lo escuchábamos entusiasmados, y
más de una vez la fuerza del realismo con que recita-
ba o improvisaba Galán, hacía asomar en nuestros
ojos lágrimas de emoción estética.
Entonces Galán, como para enjugárnoslas, soltaba
su vena humoristica, y lanzando su triple *¡Ayf... ¡ayL
¡ayL.* nos ensartaba con inaudita velocidad y facun-
dia períodos y más periodos de un lirismo precioso,
pero que todos terminaban en sendas frases de la
más prosaica vulgaridad.
Tales pueden verse en alguna de sus cartas.
Antonio se había venido a San Saturnino con nos-
otros, a pasar el día de mi Santo y las fiestas de la Pa-
trona... principalmente por acompañar a Galán; pues lo
admiró, como todos, desde el primer momento, pero a
las pocas horas ya no sabía separarse de él.
Ahora recuerdo lo grande que estuvo José María
cuando lo llevamos Antonio y yo a contemplar la
puesta del sol desde el Orzán alborotado.
Galán se impresionó muchísimo ante el sublime
4
34
LOS RECUERDOS Y PAPELES
contraste que hacía el fragor del oleaje, rompiendo
estrepitosamente contra las rocas del altísimo acantila-
do, y la inconmovible serenidad del astro rey, desti-
lando suave luz roja, que se acostaba tranquilamente
por encima de las aguas sin límites...
Lo que no recuerdo (ni él mismo la recordó des-
pués, para escribirla, y se perdió para siempre), es la
preciosa octava real que en tal instante brotó a gritos
de su alma de poeta.
¿Qué remedio había sino quererlo!...
Renuncio a consignar aquí mis impresiones de la
travesía de la Marola con Galán, a bordo del veterano
vapor Hércules; de nuestra entrada triunfal en Ferrol,
en casa de mi prometida; del enagenamiento de mis
padres al verme llegar a su regazo con la carrera con-
cluida y acompañado de tan excelso amigo; de nues-
tras correrías para darle a conocer las espléndidas be-
llezas naturales —y personales— de mi tierra; de la
loca alegría que inundaba nuestros pechos en las ver-
benas y festines celebrados con motivo de la Patrona,
a los cuales asistió pléyade selecta de lindas señoritas
ferrolanas, y entre ellas —¡oh dicha!— mi novia y la de
Antonio; de las ocurrencias chistosísimas de Galán,
que —según aquéllas decían— «era muy burlón^y y
nos hacía morir de risa contando chascarrillos.
Renuncio —y con dolor— a consignar estas memo-
rias, porque ensancharía desproporcionadamente las
dimensiones de este breve y tosco preliminar, que no
debiera serlo, sino digno marco o retablo para colocar
la obra artística de las cartas y poesías que me ha
dedicado Galán; y porque... ¡han pasado 30 años! y mi
corazón ya viejo no sabría expresarlas tan sentidamen-
te como se merecen.
¡Santas, inolvidables memorias, venerables restos
DE GALÁN
35
mortales de tantas bellas cosas que fueron, reposad
tranquilas, encerradas en vuestro sepulcro!...
* *
Galán estuvo en mi casa de San Saturnino hasta el
22 de Julio, consagrando a la amistad el sacrificio,
tremendo para él, de permanecer separado de su ma-
dre, a quien no había visto desde primeros de año.
Durante aquel mes que pasó en Galicia organizamos
festejos, cacerías, paseos y meriendas a orillas del Ju-
bia o en el vastísimo parque; reuniones y bailes en las
casas de familias distinguidas y en el Palacio, cuyo
administrador era gran aficionado a la buena música;
excursiones a caballo para visitar los arsenales del
Ferrol y los ruinosos castillos de Narahío y Moeche;
giras por mar... y en fin: cuánto pudo sugerir mi buena
voluntad y la de mis benditos padres para hacer grata
a Galán su estancia entre nosotros.
Entre los muchos 'amigos que nos acompañaban
debo mencionar el cariñoso y entusiasta José María
Pita, a quien Galán se refiere en la carta número 5.
En los ratos de descanso de aquel agitado vivir
compuso sus poemas Fuente Vaquera y AdióSy los
cuales inician esta colección de los papeles que con-
servo escritos por su mano, y que publico para tribu-
tarle el homenaje debido a su gloriosa memoria.
Esos ratos los empleaba nuestro inspirado poeta
en improvisar las delicadas primicias de su lira.
Su ejemplo trascendía a todos, como si la presen-
cia de la musa que batía sus alas sobre la cabeza de
Galán, nos sugestionara. De modo que Antonio y yo
también hacíamos versos, que llamábamos «rimas».
Ya en Madrid habíamos sentido Julio y yo esta
influencia ifresistible.
I
36
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Véase alguna muestra de lo que hacíamos los
aprendices:
De Julio:
SOÑANDO
(A MI EXCELENTE Y CARIÑOSO AMIGO CASTO)
Mi musa es cariñosa; rizos de oro
adornan de su frente la blancura,
y sus ojos reflejan la dulzura
de su candor, que es su mejor tesoro.
En sus rosados labios la sonrisa
brilla siempre, de dicha rebosando;
y su rara belleza contemplando
se me pasan las horas muy de prisa.
Si sufro, cariñosa me consuela;
satisfecha me mira cuando río,
convidándome a eterno desvarío
mientras el alma a la locura vuela.
Adivina callados pensamientos,
que viven en mi mente cuando sueño;
pinta mi porvenir bello y risueño,
y ahuyenta dolorosos sufrimientos.
En sus brazos me estrecha; de su aliento
aspiro yo la esencia perfumada,
y en un beso de amor, enamorada,
me dice que la vida... sólo es cuento.
En este retrato de su musa, pinta Julio, tal vez sin
darse cuenta, muchos rasgos que observaba en Galán.
DE GALÁN
37
De Antonio:
RIMA XXXIII
Hinchó la suave brisa la ancha vela;
A su tierra el marino dió un adiós;
Y dejando en el mar límpida estela,
Tranquilo puerto el buque abandonó.
Abatió el vendaval la arboladura;
La hirviente espuma salta ,en derredor;
El marino impotente jura y llora
Y aquel buque en el abismo al fin se hundió.
La niñez es el puerto; el mar la vida;
La brisa que acaricia, una ilusión;
El hombre, aquella nave que, atrevida,
Va al abismo insondable del amor.
El pobre Antonio sentía atracción irresistible por
las cosas del mar, que, cual traidoras sirenas, ya le
llamaban.
38
LOS RECUERDOS Y PAPELES
Del peor de los tres:
ANTE UNA MARIPOSA
APLASTADA ENTRE LAS HOJAS DE UN ÁLBUM
Tan alegres como esa mariposa
que, revoloteando,
sin cesar tras la dicha iba gozosa,
con las brisas jugando;
tan hermosas eran las ilusiones
que forjaba mi ardiente fantasía;
tan llenas de poesía,
tan libres de pasiones...
Y, cual ella también, son hoy ya secos
y aplastados cadáveres; cenizas
yertas de algo; rüinas ya sin ecos
de encantado castillo
que despiadadamente han hecho trizas;
colores sin el brillo
ni el matiz nacarado que tuvieron...
¡Son restos de mariposas que fueron!!
De mí sé decir que la facilidad que notaba en Ga-
lán me hacía atrevido. El gozquecillo también quería
hacer andar la noria.
Galán nos animaba, elogiando nuestros ensayos^
a pesar de todas sus faltas.
DE GALÁN
39
Al emprender Galán su viaje de regreso a Frades,
Antonio y yo fuimos acompañándole hasta la Coruña.
Imagine el lector nuestra despedida en la estación del
ferrocarril, que nos llevaba ¡para siempre! —no sé por
qué lo presentíamos— aquel pedazo del alma.
Él iba emocionadísimo. Hasta en el tren me escri-
bió la carta número 2, que está con lápiz; y desde
Medina le envió a Antonio la número 3, cuya trascrip-
ción debo, como la de algunas otras, a la amistad de
la familia de este inolvidable y llorado amigo.
Antes de llegar Galán a su casa, desde la Maya,
también volvió a escribirme a mí la sentida carta que
lleva el núm. 4. Después me remitió el poema que con
el título deMañanas y Tardes escribió expresamente
para mí, como consta en su dedicatoria y se ve en su
contexto.
Y así continuó aquel hombre, todo virtud y corazón,
dándome siempre pruebas enormes del tesoro opulen-
tísimo de afecto que me profesaba.
El lector de estas sus cartas notará quejas frecuen-
tes, y tal vez abominará de la pereza con que Antonio
y yo las correspondíamos. Debo alegar a esto, en mi
descargo, que mi residencia oficial tenía pésimo servi-
cio de correos. ¡Sabe Dios a qué manos habrán ido a
parar bastantes de mis cartas y alguna preciosísima
del poeta! ¡Cuánto me-tengo desesperado por esto!
También podrían hacérseme cargos de no haberle
pagado en Frades la visita que me hizo en San Satur-
nino, a pesar de los insistentes ruegos que se ven en
varias de sus cartas, y principalmente en su poema
¡Patria mía!
Una verdadera fatalidad me impidió siempre acce-
der a estos ruegos suyos y cumplir este vivo deseo mío.
La visita había de ser por las vacaciones del verano,
40 LOS RECUERDOS Y PAPELES DE GALÁN
y en las de 1889 fué cuando Galán vino a mi casa. Pues
bien: las del 90 tuve que pasarlas íntegras en Monda-
riz, con mi hermana, ¡la pobre Merceditasl atacada
a los 14 años de espantosa diabetes; en las del 91 es-
tuve allí con el mismo objeto, caí gravemente enfermo,
y poco después se nos murió esta niña; y en las del 92,
que pasé bien delicado de salud, así que ésta me lo
permitió, tuve que ir a tomar las aguas de Caldelas, y
hacer los preparativos de mi boda. Después ya empe-
zaba Galán a hacer los de la suya, y en mi casa nacía
un chico cada año... ¡y precisamente en vacaciones!
¡Estaba escrito que yo no había de volver a ver a
Galán!
Y él mismo lo predijo, como predijo otras muchas
cosas; porque a mí nadie me quitará de la cabeza la
idea de que Galán era un santo.
De esto tengo muchas pruebas; y aquí sólo decla-
raré que aquel corazoncito de oro, que me llamaba a
mí su confesor, estaba inocente y sin mácula como el
de un San Luís Gonzaga; que él fué, con su virtud he-
roica y con su ejemplo, quien me libró desde que fui
su amigo de ejecutar acción alguna que yo no pudiese
confesar a mi madre; y que para mis hijos no deseo
amigos ni compañeros mejores que Galán.
¿Cómo había de ser yo perezoso para escribirle,
ni como podría desairarle yo, que le adoraba?
La mejor prueba de mi justificación en cuanto a él,
—¡está en sus cartas!— es que siempre perdonó mis
aparentes faltas, y que me conservó su preciosa amis-
tad hasta la muerte.
jSea siempre bendito su recuerdo!
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
DE
D. JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALAN
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
CARTA 1.^
Madrid 23 de Junio 1889.
Hoy, mi querido Casto, he recibido dos cartas de
mis papás. En una de ellas, que ha llegado a mis
manos con retraso, se extrañan de mi silencio, y lo
achacan o a que he salido mal de mis exámenes o a
que ya estoy camino de Galicia.
En otra de las dos referidas cartas, escrita con
fecha posterior, me dicen que al fin recibieron la que
yo les dirigí, dándoles cuenta del resultado de los
exámenes nuestros. Me dicen también que no me
olvide de escribirles dándoles cuenta del día en que
salimos para tu país natal, y de cuanto en el viaje
nos ocurra.
De modo, querido, que el lunes, si Dios quiere,
llegaré a la estación de esa capital tomando aquí,
como tú harás en esa, el billete directo a la misma
capital de la Coruña. Yo facturaré también los libros
directamente como el billete.
No dejes, pues, de estar preparado en la estación
un ratito antes de la llegada del tren de Galicia, por-
44 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
que si no te encuentro, o me marcho a Salamanca o,
lo que es mejor, me plantifico solo en la capital del
reino gallego, lo cuaU sin tíy me sería gravemente
sensible.
Asimismo, no dejes de contestarme por carta, si
hay tiempo, o por telegrama, si antes de llegar aquí la
carta tuya me fuera yo o ésa. Y en esta contestación
me dices solamente (y con ello yo me conformo):
Recibí tu carta: el lunes salgo a la estación con
billete para Galicia.
Fíjate bien; quiero que me contestes, sin falta, lo
que te digo en estas letras gordas de arriba. Si no, no
iré tranquilo.
Mi aburrimiento, Castlño, desde que te fuiste de
Madrid, ha llegado a su término. Si esta situación se
prolongase... ¡vamos! que sería muy triste la vida para
tu amigo
José María. ^
Recuerdos de la simpática Modesta.
LA FUENTE VAQUERA
BALADA
PARA CASTO BLANCO CABEZA
de su bueno y cariñoso amigo
JOSÉ MARÍA.
PARA CASTIÑO
Lejos, bastante lejos,
del pueblo mío,
encerrado en un monte
triste y sombrío,
hay un valle tan lindo
que no hay quien halle
un valle tan ameno
como aquel valle.
Entre sus arboledas,
por la espesura,
solitaria y tranquila,
corre y murmura
una fuente tranquila
y bullanguera,
a que dieron por nombre
Fuente Vaquera.
46 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Está tan escondida
bajo el follaje,
guarda tanto sus aguas
entre el ramaje,
que cuando por el valle
va murmurando
toda clase de hierbas
va salpicando.
Unas veces sonríe
dulce y sonora,
y otras veces parece
que gime y llora,
y siempre de sus aguas
el dulce juego
arrullando, produce
grato sosiego.
Allí pasan las horas
en dulce calma,
allí meditar puede
tranquila el alma,
y todo son consuelos
para el que llora
al pie de aquella fuente
fresca y sonora.
Todo es allí sosiego,
calma, tristeza!
las auras, que suspiran
en la maleza...
los pájaros, que cantan
en la espesura...
el agua, que en el valle
corre y murmura...
DE GABRIEL Y GALÁN
47
Los arrullos del viento,
gratos y mansos...
los juncos que vegetan
en los remansos...
los claros resplandores
del sol naciente,
que asoma entre vapores
por el Oriente...
las tórtolas que arrullan
con harmonía,
convidando a una dulce
melancolía...
¡Todo, en fin, allí aleja
presentimientos,
trayendo a la memoria
mil pensamientos,
y adormeciendo el alma
con impresiones
que convidan a dulces
meditaciones!...
Tal es Fuente Vaquera,
la hermosa fuente
que murmura en el valle
tan sonriente,
que en su margen tranquila
cantan amores
tórtolas, colorines
y ruiseñores.
48
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Una hermosa mañana
de Junio ardiente
salió el sol como nunca
de refulgente,
y pájaros y flores
con alegría
la bienvenida daban
al nuevo día.
Elevábase el Astro
con gran sosiego,
esparciendo sus rayos
de luz y fuego
sobre el fresco rocío
de la mañana,
que formaba en los valles
mantos de grana.
Sacuden las ovejas
sus cencerrillos,
y en el prado retozan
los corderinos,
que del rústico valle
sobre la hierba
forman jugueteando
linda caterva.
Al cielo sube el humo
de los hogares,
los gallos ya despiertan
con sus cantares,
y sacude la hermosa
naturaleza
el tranquilo letargo
de su pereza.
DE GABRIEL Y GALÁN
49
Dejé el mullido lecho
con alegría,
cuando apenas rayaba
la luz del día;
carguéme diligente
con la escopeta,
y como siempre he sido
medio poeta,
al nacer del gran Febo
la luz primera,
ya estaba yo en la hermosa
Fuente Vaquera...
Fuente en cuyas orillas
cantan amores
tórtolas, colorines
y ruiseñores.
Ocúlteme en la margen
con el follaje,
y viendo las delicias
de aquel paisaje,
esperé silencioso
bajo la fronda,
viendo correr las aguas
onda tras onda...
*
* ♦
Siguió el Sol elevándose
resplandeciente,
y era ya tan molesta
su luz ardiente,
que, a medida que el Astro
más se elevaba,
5
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
todo se iba durmiendo,
todo callaba.
Se inclinan en su tallo
todas las flores,
rendidas por los rayos
abrasadores,
y las aves se esconden
en las encinas
que a la tranquila fuente
crecen vecinas.
Sólo se escucha a veces,
del fresco viento
las ráfagas que lanza,
sonoro y lento...
el agua, que su curso
nunca suspende...
el rumor de una hoja,
que se desprende...
el piar apagado
de alguna alondra,
que entre las verdes matas
busca una sombra...
y los ecos lejanos
de los zumbidos
de insectos, que en los aires
vagan perdidos...
Lejos de la apacible
Fuente Vaquera,
que corre por el valle
tan placentera,
DE GABRIEL Y GALÁN
51
existe un solitario'
y oscuro monte,
que cierra los confines
del horizonte.
Al compás de las auras
lenta se inclina
altiva, corpulenta
y añosa encina,
y entre sus verdes ramas
aprisionado
tiene una tortolilla
su nido amado.
En él está arrullando,
dulce y sonora,
a los amantes hijos
a quien adora,
gozando en su coloquio
de las delicias
que sus hijos le endulzan
con sus caricias.
El calor la atormenta,
la sed la abrasa,
y dejando con pena
su pobre casa,
les dió con un arrullo
la despedida
a los hijos queridos
que eran su vida;
batió sus puras alas,
tendió su vuelo,
cruzó por los espacios
52 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
del ancho cielo,
y pensando en sus hijos,
se fué ligera
a beber a la clara
Fuente Vaquera.
*
¡Ay! ¡dónde irá esa madre
tierna y sencilla!...
¡dónde irá tan ligera
la tortolilla,
mirando a todas partes,
amedrentada,
al verse sola y lejos
de su morada!...
¿Por qué deja sus hijos
abandonados,
y ella, cruzando espacios
tan dilatados,
va surcando los aires
rápidamente
a beber en las aguas
de aquella fuente!...
¡Pobre madre, si, ansiosa,
vuelve a su nido
y sus amantes hijos
ya se han perdido!...
¡Pobres hijos, si, a causa
de abandonarlos,
no volviera su madre
nunca a arrullarlos!...
*
DE GABRIEL Y GALÁN
53
Por el verde follaje
casi cubierto,
yo, casi más que un vivo
parezco un muerto,
y mudo y silencioso
presto mi oído
al eco que produce
cualquiera ruido.
Al columpiar las hojas
el viento blando,
pájaros me parecen
que van volando,
y con mi diestra mano
nerviosa, inquieta,
alzo la curva llave
de la escopeta.
*
Sobre la verde copa
de vieja encina,
que cubre aquella fuente
tan cristalina,
una tórtola hermosa
paró su vuelo,
mirando la corriente
del arroyuelo.
Lanza su blando pecho
tiernos arrullos,
que no imita la fuente
con sus murmullos,
y a los lados humilde
mira asustada.
54 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
débil, inquieta, esquiva
y amedrentada.
Tendió después su vuelo
pausadamente,
y al llegar a la orilla
de la corriente,
sobre la verde alfombra
lenta se posa,
débil y acobardada
triste y medrosa.
Dirige luego el paso
tímidamente
hasta tocar la margen
de la corriente,
donde, el agua fingiendo
cuadros de plata,
se recoge su imagen
y la retrata.
Yo, silencioso, en tanto
que la espiaba,
mi artística escopeta
ya preparaba,
y ocasión esperando,
cual diestro espía,
afiné cuanto quise
la puntería.
Disparé... ¡sonó el tiro
ronco, tremendo!...
El arroyuelo manso
siguió corriendo...
el viento entre las hojas
siguió sonando
DE GABRIEL Y GALÁN
55
con un eco apacible
sonoro y blando...
¡Y vi la tortolilla,
que ya sufría
las tristes convulsiones
de la agonía!...
Cogí tan apreciado
tierno despojo;
su hermoso pecho estaba
de sangre rojo,
rojas las aguas puras
del arroyuelo,
que corría llorando
con triste duelo,
y mis ardientes manos
también manchadas
de sangre, enrojecidas
y salpicadas.
Con ellas oprimía
su pecho blando;
sus latidos se iban
amortiguando,
y cerraba sus ojos
pausadamente,
su cabeza inclinando
lánguidamente...
Yo vi en sus turbios ojos
el sentimiento
y las fieras angustias
de su tormento.
56 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
porque del nido lejos
agonizaba
y a sus pobres hijuelos
solos dejaba.
Conocí en sus miradas
bien claramente
esa inquieta agonía
del inocente,
que sufre los rigores
de su destino
muriendo por las manos
de un asesino.
Aquella pobre madre
casi espirante
era la madre tierna,
la madre amante,
que a sus hijos no pudo
darles en vida
una lágrima dulce
de despedida.
Y aquella tierna madre,
cuando sufría
la convulsión postrera
de la agonía,
me dijo con sus ojos
casi nublados
que dejaba dos hijos
abandonados.
Yo comprendí lo injusto
de aquella muerte,
mas la víctima estaba
fría e inerte...
DE GABRIEL Y GALÁN
57
y una lágrima amarga
por mi mejilla
rodó, cuando vi muerta
la tortolilla.
*
* *
Desde entonces no quiero
que un inocente
de alguna injusta muerte
se me lamente,
y diga con sus ojos
casi nublados
que deja sus hijuelos
abandonados.
Y en vez de estar cazando
la tarde entera
junto a la cristalina
Fuente Vaquera,
voy a ver cómo en ella #
cantan amores
tórtolas, colorines
y ruiseñores,
y cómo de aquel monte
sobre las lomas
arrullan solitarias
blancas palomas.
José María.
San Saturnino, Julio de 1889.
PARA MI QUERIDO AMIGO
C B. C
José María G. Galán.
San Saturnino 10 de Julio de 1889.
ADIÓS
Antes que deje la tranquila aldea
donde mecieron tu modesta cuna,
darte un adiós mi corazón desea,
ya que de ti me aleja la fortuna.
Antes que deje este rincón hermoso
donde tanto placer gocé contigo,
quiero darte un abrazo cariñoso:
el abrazo leal del buen amigo.
Voy a mi aldea, donde ya me aguarda
mi amante madre, que abrazarme ansia;
voy a buscar el beso que me guarda
y a colmar con el mío su alegría.
Aquí te dejo en el rincón querido
do viste el mundo por la vez primera;
yo voy también al adorado nido
que ya en mi patria con amor me espera
DE GABRIEL Y GALÁN
59
Yo debiera evitar mi despedida,
darte un adiós me impide mi cariño;
no puede hablar mi lengua enmudecida
y lloro humilde como llora un niño.
Y mi embargo, antes de dejarte;
antes que tenga, al fin, que despedirte,
me dice el corazón que quiere hablarte,
porque no sé qué tiene que decirte.
Perdónalo, porque te va a afligir
diciéndote el dolor que lo devora;
olvídate de lo que va a decir,
pero escucha un momento como llora.
Si de la vida algún día,
al cruzar por el desierto,
oyeras decir que ha muerto
el pobre José María;
Si algún amigo del alma
encontrares en la vida,
y no véis interrumpida
de vuestra amistad la calma;
Si de tu destino en pos,
llegas un día a saber •
que existe en la tierra un sér
que habla de ti siempre a Dios;
Si, cuando estés en el cielo,
vieses que un mísero humano,
que en el suelo fué tu hermano
llora por ti desde el suelo;
60
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Si una voz dulce y sonora
dijese un día a tu oído
que por qué echarte en olvido
a un amigo que te adora;
Si estas cosas algún día
llegan a tu corazón...
recíbelas, porque son,
del pobre José María.
Si al morir en mi memoria
tu buen alma necesita
una lágrima bendita
para subir a la gloria;
Y si una oración sencilla
tú pidieres con anhelo,
¡verás como sube al cielo
desde un rincón de Castilla!...
Dale esperanza siquiera
de guardarlo en tu memoria,
pues será la mayor gloria
que en esta vida le espera.
Que un lugar oculto, sí,
ocupe sólo en tu alma,
pues esta será la palma
de su cariño hacia ti.
Déjalo después que vuele
por la senda del destino;
no le llores si le duele
lo triste de su camino.
DE GABRIEL Y GALÁN
61
Déjalo, si ves que a solas
sufre algún dolor profundo;
déjalo, si el mar del mundo
lo arrebata entre sus olas.
Ahora, comienza a soñar;
ahora principia a vivir;
¡y no sabe qué es amar!
¡y no sabe qué es sufrir!
Déjalo, que tras su suerte,
solo, triste, abandonado,
llegará pobre y cansado
a encontrarse con la muerte.
Y entonces, cuando en el suelo
donde lloró sus desvíos,
deje ya sus restos fríos
y Dios se lo lleve al cielo...
Entonces, cuando en la gloria
esté con su Dios reunido,
a su amigo más querido
tendrá siempre en la memoria.
Adiós; me voy a Castilla;
pero antes de abandonarte,
quiero el afecto dejarte
de un alma fiel y sencilla.
Goza una vida de calma,
no pienses nunca olvidarme,
que te dejo al ausentarme
un pedazo de mi alma.
62 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Goza en la aldea querida,
que tantos recuerdos deja
en un alma que se aleja
por el dolor oprimida.
Al ausentarme de aquí
¿qué te puedo yo encargar?
¡que me vayas a abrazar!...
¡que no te olvides de mí!...
Y ya que dispuso Dios
y quiso nuestro destino
que del mundo en el camino
nos hallásemos los dos,
Sé buen amigo conmigo
no me olvides tú jamás,
y ¡ya verás, ya verás
lo que te quiere este amigo!
Si nuestra ausencia es amarga
del cariño estrecha el lazo,
porque ¡es tan dulce un abrazo
después de una ausencia larga!...
A ti, que anhelas ventura
a ti, que en tu corazón
das morada a una pasión
tan hermosa como pura,
¿Qué puedo yo desearte
que pueda satisfacerte?
¡que la que amas, pueda amarte
y pueda feliz hacerte!
DE GABRIEL Y GALÁN
63
Si a las puertas de tu alma
llama la pena algún día
y destruye tu alegría
y te arrebata la calma;
Y si a endulzar tu desvelo
ningún ser humano acude,
¡pídele a Dios que te ayude
y piensa mucho en el Cielo!...
Adiós, adiós! hasta el día
en que en su mísera aldea
tranquilamente te vea
tu amigo
José María.
CARTA 2.^
España 23 de Julio,
Castito: No sé por donde voy, ni tampoco me im-
porta saberlo: sólo sé que debo haber entrado en Cas-
tilla.
Voy alegre, muy alegre; pero también voy triste,
muy triste. Tú, que sabes la causa de mi alegría y la
de mi tristeza, podrás explicar bien lo que te digo.
También te supongo preocupado y triste con nues-
tra separación, que ha sido para mí tan violenta y tris-
te. Confianza en Dios, y ya nos volveremos a abrazar
dentro de un año, si Él así lo quiere; que yo se lo pe-
diré y no me lo negará.
Tengo frío.
He pasado de Astorga y estoy, por lo tanto, en mi
querida Castilla. Ya te daré detalles del viaje.
Hasta entonces, recibe el último abrazo de despe-
dida, que te manda tu buen amigo (no, no, me equivo-
qué); quien te lo manda es tu hermano
El Castellano.
La trepidación del coche me impide hablarte más.
Un abrazo para todos.
6
CARTA 3.*
Sr. D. Antonio García Ramírez
Medina del martirio 23 de Julio de 1889.
Estoy, querido amigo mío, en Castilla; en la fonda
de Medina del Campo, donde, por no haber, no hay ni
tinta ni plumas buenas; y donde, lo que es peor, tendré
que pasar diez mortales horas, que acabarán con mi
paciencia, ya casi agotada por mi mal estado de áni-
mo, y por este viaje largo, interminable, eterno.
La primera hora de mi permanencia en este cafetín
desesperante, la dedico a escribirte; porque, además
de ser ésta ocupación la que me causa mayor placer,
disiparé así, siquiera sea mientras te escribo, esta nos-
talgia y esta tristeza y abatimiento de ánimo, que me
hajce sufrir tanto, desde el momento en que me separé
de vosotros, mis más queridos amigos.
A nuestro Castiño le escribí desde el tren unas lí-
neas con lápiz, y no lo hice contigo porque no tenía
sobres preparados.
Desde que os dejé, mi estado de ánimo es bien
triste, por cierto.
Cuando me acuerdo de que, si Dios me lo permite,
abrazaré a mi familia y sobre todo, a mi madre, den-
68 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
tro de poco tiempo, mi alegría es grande, es inmensa,
es... ¡como tú te la puedes figurar!
Pero este recuerdo me trae inevitablemente el tris-
tísimo, el muy triste, de nuestra separación... y aquí
me tienes entre la felicidad y la tristeza. Aquí me tie-
nes sin saber qué hacer ni en qué pensar, porque si
hubiese llegado a reírme alguna vez, desde que nos
despedimos, me hubiera yo mismo llamado ¡ingrato!
para con vosotros; y por tanto, no puedo estar alegre»
Y cuando estoy triste parece que me llaman ingrato
también, porque es natural que yendo a mi querida
aldea a reunirme con mi familia, es muy natural, repi-
to, que estuviese contento.
Por todo cuanto te digo, comprenderás perfecta-
mente que viaje tan delicioso habrá sido éste, ya de
antemano tan temido por mí.
¡Dichosos, he dicho para mí, y mil veces dichosos
los que os habéis quedado juntos en tu casita!
Verdad es que os hallaréis también algo preocupa-
dos con nuestra separación, después de haber pasada
juntos unos días tan dichosos.
Pero ¡hay tanta, tanta distancia de la preocupación
a la honda tristeza!...
En fin, para dejar esto, te confesaré tan ingenua-
mente como pudiera hacerlo un niño, ¡que nunca,
hasta después de dejaros, he comprendido cuánta
os quiero!
Y aunque nunca me gustó mucho decir estas cosas,,
dispénsame que lo haga hoy, porque hoy, francamente,
no puedo prescindir de decirlas.
Oye: tengo aún muchas horas desocupadas; estoy
completamente solo, y ¿en qué puedo emplear mejor
el tiempo que en escribiros? Por eso voy a hablarte
algo más de mi viaje.
DE GABRIEL Y GALÁN
69
Para que fuese más grata la impresión general que
traigo de Galicia, el cual país fui a ver, a estudiar y a
conocer, me ocurrió un incidente que, por lo agrada-
ble que me fué, no se me olvidará jamás.
Aquellos dos pobres aldeanos que venían en nues-
tro coche, me vieron triste, y ¿por qué negarlo? verían
también alguna lagrimilla que vertí ocultamente, y me
decían en su sencillo lenguaje:
—¿Por qué está usted triste? Es porque dejó ya a
sus amigos ¿verdad?
-Sí.
—¿Y está usted en los estudios?
-Sí.
—¿De dónde es usted?
—De Castilla.
Y va a ver ahora a su madre?
-Sí.
—¡Pobre madrina suya! ¡qué contenta estará! Y
iisted está tan triste, y va a verla pronto!...
Yo, no supe qué contestar.
Y cuando, después de un rato de cariñosa conver-
sación, me dejaron; cuando me dijeron, entre otras co-
sas, ¡que Dios me acompañara durante mi viaje!... no
fué nada extraño que, dados los pensamientos tristes
que a mí me dominaban, tuviese que hacer grandes
esfuerzos para contener estas picaras lágrimas, que re-
percuten enseguida los apretoncillos que, en ciertos
casos, siento en el corazón.
Ahora, que voy a concluir ya de escribirte, me pre-
pararé a pasar con resignación el largo tiempo que me
resta de permanencia en esta Medina insoportablCy y
después... después, a seguir mi interrumpida peregri-
nación por estos horizontes largos, redondos, monóto-
nos, interminables.
70 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
A tus papás, mil recuerdos; otros mil para tus bue-
nas hermanas, sin olvidarte decirles que no se olviden
de los amigos que se marchan, aunque sea para nunca
más volver. Y tú, adiós; recibe un cariñoso abrazo que
con el alma te envía tu amigo
José María»
CARTA 4.*
La Maya 24 de Jalio.
Casto querido: Acabo de llegar a este pueblo,
donde me esperaba mi adorada madrecita y mi queri-
da hermana Enriqueta. Mi padre y mis demás herma-
nos vendrán mañana, si Dios quiere, a verme, y a
pasar aquí las fiestas de Santiago. Dios ha querido
que a todos los encuentre bien, y por ello le doy
gracias.
No te engaño si te digo, querido Casto, que me
faltan fuerzas físicas hasta para escribir; pero como
me sobran morales, lo hago con un poco de agua, que
es lo que, sin pedirio a nadie, he encontrado.
A nuestro amigo Antonio le escribí largamente
desde Medina del Campo; desde Medina del Campo,
en cuya fonda permanecí ¡diez horas! empotrado en
una silla.
A Antonio le di ya cuenta detallada de mi viaje;
este viaje largo, monótono, interminable, eterno.
Vine triste, cansado, abatido.
Me acuerdo mucho de ti, mucho.
Hasta después que me separé de ti; hasta que la
tristeza que naturalmente se sigue a una despedida,
no vino a herirme, no he comprendido lo que te que-
ría, y lo que os quena a todos.— Perdóname que te lo
diga así, pero el correo se me va; se me va, y esto que
te he dicho es lo que más me importaba decirte.
72 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Toda mi familia, toda, sin saber ellos mismos por
qué, estaban en la creencia firme, que ellos mismos
también se habían forjado, de que me acompaña-
bas tú.
Mi madre me manda no sé cuántas cosas para la
tuya.
Acabo de bajar del coche, y estoy medio calentu-
riento con este calor tropical que aquí se siente.
No sé si entenderás mis garabatos.
Escríbeme, escríbeme y dirige tu carta a Frades,
que allí iré yo lleno de alegría a leerla.
Cuando te conteste, te hablaré de mi viaje exten-
samente.
Ahora me dejarás ir a descansar ¿verdad?... Bueno.
Pues allá va un apretado abrazo que José María
manda para ti.
CARTA 5.*
Sr. D. Casto Blanco Cabeza.
Amigo querido: Hoy llego a Frades, después de un
corto viaje de tres días. Acabo de hacer la visita a los
enfermos del pueblo, por acompañar al doctor, que es
un chico muy joven y amigo de confianza de casa.
Como sabia que tenía que hacer el viaje, que al fin
he llevado a cabo, no te he escrito antes por darte
hoy cuenta de todo.
Salí de casa el pasado sábado por la mañana, y
llegué al Guijuelo a comer con el amigo estudiante de
que ya creo te hablé.
Con él salí a paseo y al café, donde estuve con
una colección de mediquillos, jóvenes conocidos. El
domingo despaché con mi sustituto por la mañana, y
salí del Guijuelo en dirección a la Maya, acompañado
de mi papá. Allí pasamos la tarde, la noche y el día
siguiente, con mi Enriqueta, que ya tenía deseos de
verme otra vez.
Y aquí me tienes de nuevo en mi pueblo, contestan-
do a la consoladora carta que me enviaste y que reci-
bí hace días. Acabo también de contestar a otras
cuantas epístolas, que varios amigos me habían dirigi-
do al pueblo, deseosos, como siempre, de saber algo
de mí.
74 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Y por cierto que uno de ellos es Cabanelas.
¡Dios se lo pague a todos!
* *
Y a ti ¿qué quieres que te diga?
Las impresiones que recibí en mi viaje, como tar-
días que son ya, no te interesarán.
Sin embargo, voy a decirte, aunque tarde, todo
cuando le dije al amigo Antonio oportunamente.
Di ¿te acuerdas —claro que te acordarás— de
aquella despedida de que en tu carta tan leída por mí^
me hablas?-— Bueno. Pues aquella despedida me hirió
mucho en el corazón. ¡Como que me hacían daño sus
latidos! Tan fuertes, tan violentos eran. Cuando el tren
me apartó de vosotros; cuando os dejé de ver, no sé
lo que por mí pasó. Me vi tan sólo, tan solo, que por
un momento me creí solo en el mundo. Luego... lue-
go lo de siempre: lloré, sí, lloré, y no tengo por qué
negarlo, porque las lágrimas en un hombre no siempre
acusan cobardía de espíritu. El que, como yo, no tiene
agotado por las penas el manantial de las lágrimas;
el que ha llorado poco ¿por qué se ha de avergonzar
al decir que, en ciertas situaciones de la vida, llora?
Cuando se me acaben las lágrimas en fuerza de llorar,,
entonces permaneceré imperturbable y sereno ante las
amarguras. Hasta entonces, no puedo, no puedo me-
nos: lloraré.
Aquellos dos pobres aldeanos debieron ver alguna
de las lagrimillas, que ocultamente vertían mis ojos.
Y querían consolarme.
Me preguntaban:— ¿Por qué está tan triste? ¿es
porque ha dejado a sus amigos, ¿verdad?— Sí, les
contesté.
DE GABRIEL Y GALÁN
75
Y después de otras preguntas, me decían:
—Y ahora ¿va a ver a su madre?— Sí.
—¡Pobre madrina suya! ¡qué ganas tendrá de ver-
lo! ¿Y usted va a abrazar a su madre, y está tan triste?
Eso no es bueno. Debía estar muy contento».
Esto fué para mí como una acusación, que bien
traducida quería decir:
¿Conque yendo a abrazar a quien más debe que-
rer en el mundo, después de Dios, está usted triste?
¿Hay causa, por grave que sea, para que esto suceda?
¡No! —decía el cariño ciego que debo a mi madre»
¡Sí! —decía el que os profeso a vosotros.
Procuré conciliar estos dos sentimientos, que tan
encontrados me parecían y que, al chocarse dentro de
mí, herían mi alma.
Y, después de darle un sentido adiós a aquellos
dos campesinos de tan buenos sentimientos, así crucé
estos achatados y desiertos horizontes de Castilla;
largos y tristes como mis sufrimientos, áridos como
mi alma en momentos de dolor.
En Medina del Campo habían variado, por lo
visto, las horas de salida del tren expreso, pues al
preguntar por él, siguiendo extrictamente tu consejo,
me dieron la desconsoladora respuesta de que no
salía hasta la una y media de la mañana, siendo dicho
tren el primero que salía para Salamanca. ¡Y habíamos
llegado a Medina a las tres de la tarde!
Estuve diez horas y media empotrado en una silla
de aquella odiosa fonda.
Tomé café, tomé cerveza, volví a tomar café con
tostada, ¡y todavía no podía tomar ni la puerta, ni el
tren expreso de Salamanca!
Llegué a la Maya en el coche y allí me esperaban,
76
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
como sabes, mi mamá y mi hermanita. Y, como sabes
también, allí fueron todos a verme ai siguiente día
de mi llegada.
Mi madre lloraba, pero lloraba de alegría.
En la Maya pasé las fiestas del Apóstol «Vuél-
vete, mi querido Galán, vuélvete a Frades y déjate de
fiestas, que si concurres a muchas, te acordarás poco
de mí y dejarás pronto de quererme>.
«¡Te acordarás poco de mí y dejarás pronto de
quererme!...»
¡Y yo, que había pensado, -—y no me había atrevi-
do,— decirte:
—Escóndete, mi querido Casto, escóndete en tu
San Saturnino y no vayas a bailar con las niñas a las
romerías campestres, que hay espíritus en los cuales
las impresiones dulces, agradables y últimas, borran
la huella de otras que fueron más débiles quizás!...
Te adelantaste tú, querido amigo. Pero si juzgas
una mentira lo que yo tenía pensado decirte, juzga
como inverosímil lo que tú me has dicho.
* *
Antonio me escribe. ¡Pobre Antonio! ¿No sabes
que lo quiero mucho?
Y me acuerdo mucho de él.
Y apropósito de recuerdos. Tú me dices: «¡Quiera
Dios que me recuerdes mucho tiempo; tanto —por lo
menos— como yo te recordaré a ti!... Con esto me
contentaba... vaya si me contentaba!»
Todos nos contentamos con algo.
DE GABRIEL Y GALÁN
77
Yo con ocupar el (*) lugar entre los amigos
y amigas de tu alma, no incluyendo en esta cuenta a
quien suponerte debes. Sirva esto de contestación a
esa frase, que me soltaste, impregnada de amargura
y con sus ribetes de escepticismo.
Punto y aparte.
Allá va con la carta esta, otra carta que contiene la
composición que pensaba titular «Tardes de Agosto»
en Frades. Ya sabes por qué he variado el título.
Obra que pueda oler a plagio, en cualquier senti-
do, la odiaré siempre. Mi lema es: malito, malitOy
pero mío todo.
Para terminar la composición que te envío, no he
podido disponer más que de dos o tres ratos. De
modo que puedes figurarte cómo irá, cómo habrá
quedado.
Y ahora escúchame.
¿Me prometes solemnemente que nadie verá tal
tontería, hecha excepción de E , Antonio y José
María; o tus papás, si es que juzgas algún día oportu-
no leerla a los tres últimos? Bueno. Te estoy oyenda
que sí, y quedo satisfecho.
No encontrarás grandes —ni pequeñas— concep-^
ciones poéticas; ni encontrarás acaso poesía. Lo pri-
mero, sabido es que no lo tiene: lo segundo, créeme,
Castiño, créeme, lo tiene: o para hablar con más
exactitud, lo tiene para mí.
Si tú no le encuentras esa poesía, confórmate con
su naturalidad, que es lo mejor que tiene; lo demás,
todo malo.
En fin; admítela como un pequeño recuerdo mío,.
(•) Sustitáyelos por letras.
78 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
quizás el mejor que puedo darte, porque nada bueno
tengo para ti.
Asimismo desearía algo tuyo además de tu cariño.
Mándame, pues, lo que me prometiste. ¿O es que te
ocupas ya de todo menos de eso? Sigue, querido,
sigue con tus laudables aficiones de siempre, que para
todo hay tiempo.
*■
Aunque llegué a Frades cansado de mi último
viaje al Quijuelo y la Maya, no sé si me decidiré
a emprender otro más largo: a Sequeros, a las Batue-
cas —acompañado de Estella— y a visitar a la Virgen
de la Peña de Francia. Y va de viajes.
Hace dos o tres días que el correo diario que
viene a Frades desde Mora, me dijo que Purita y su
maestra, le han estado hace tiempo preguntando si
había regresado yo de Galicia; y el día que lo supie-
ron con certeza me enviaron recado que el domingo
siguiente me esperaban en Mora sin falta. El domingo
se pasó y aún no he ido.
Item más. Antes de ayer una carta con idéntico fin,
de las niñas de Ferrones, María y Juanita. Y tampoco
he ido.
Item más. Hoy otro recado para que vaya a ver
a una primita. No sé qué la pasará.
Si empiezo a visitar, me tendré que estar viajando
lo que me resta de mes. Y luego al Guijuelo, a crecer.
Se me olvidaba decirte que cuando veníamos de la
Maya, al cruzar una dehesa donde había toros, nos
sorprendió uno de ellos, que se atravesó en el camino
bramando y esperándonos a unos diez o doce pasos
de distancia. No lo vimos hasta no estar delante de él.
DE GABRIEL Y GALÁN
79
A mi papá, que no quiso escapar tan pronto como yo,
estuvo a punto de cogerlo. A mí, excuso decirte que
no me cazaba tan fácilmente, gracias a mi... prudencia.
Me dice nuestro amigo Antonio, entre otras cosas,
que iría a Ferrol uno de estos días. ¡Qué felices, qué
dichosos sois ambos! Me alegro que así sea, me ale-
gro. Yo en cambio... nada.
El solitario está destinado a vivir siempre tan solo
como hasta aquí. Sus alegrías serán sus esperanzas, si
alguna le queda, y sus amigos... sus amigos, los pen-
samientos que revuelve en su mente. Amigos harto
crueles, harto ingratos. Ellos me sonríen cuando la
dicha me sonríe, y me martirizan cuando en mi alma
toma morada la tristeza.
Estos son mis amigos.
¡Ingratos!... ¡ingratos!... Escucha: me halagan y me
regalan, cuando estoy bajo las alas de la voluble diosa
de la fortuna; y luego se ensañan contra mí cuando me
atosiga la desgracia.
Les doy mil vueltas en mi cerebro aun a los más
tristes. ¡Cuántas veces he pensado en aquella frase
que pronunciaste de repente al separarnos! — -<¡No nos
volvemos a ver!» dijiste en el último momento de
nuestra despedida. Me dió esto mucho que pensar.
Hoy me consuelas, cuando en tu carta me dices lo
contrario.
Adiós, adiós, van tres pliegos de papel. ¡Cuánto
me extiendo! Quizás más de lo que desees.
Ayer u hoy ha escrito mi mamá a la tuya, según
la primera me dice. Supongo para qué será.
Ya habrás recibido un certificado que papá te envió
desde Salamanca.
80 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Contéstame pronto, aunque no haya pasado aún el
tiempo reglamentario que dispusimos, porque tiene
vivos deseos de saber de ti
El Solitario.
Recuerdos mil a todos.
PARA MI BUEN AMIGO C. B. C
del suyo
José María Gabriel y Galán
Frades, Agosto de 2889,
MAÑANAS Y TARDES
SUEÑOS
¡Gloria al Señor, que puso
mi pobre cuna
donde hay estas estrellas
y hay esta luna,
y hay estas flores,
y hay estas dulces auras
y hay estas noches!
A, de T.
I
La tarde está serena, la calma es tanta,
que ni llora el arroyo, ni el ave canta;
la ráfaga de viento, que a veces pasa,
llanuras y sembrados, todo lo abrasa.
El Astro bochornoso que reverbera
convierte las llanuras en una hoguera;
crujen unas con otras las cañas huecas;
las doradas espigas estallan secas,
y en el fondo parduzco de la barranca,
el agua del arroyo su curso estanca.
82 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Tan pesada es la calma, tal el bochorno,
que la abrasada tierra parece un horno.
Las alondras reposan en sus solaces,
las codornices duermen bajo los haces,
los lagartos, que salen de su agujero,
cruzan algunas veces por el sendero;
la perdiz a sus hijos, cauta, reclama
bajo la tibia sombra de la retama,
y uniendo sus cabezas abochornadas
dormitan las ovejas en las cañadas.
*
♦ *
Llega el sol a la cumbre de su apogeo;
duermen algunos bueyes en el rodeo,
y otros van a la obscura charca verdosa
para ahuyentar la mosca, que los acosa.
Trabajan en las eras lentas las reses,
en derredor girando sobre las mieses;
bajo el trillo, que arrastran con lento empuje,
la seca paja estalla, se rompe y cruje;
el ruido de la marcha casi ensordece,
el choque de las mieses casi adormece.
Al son con que el cambizo lento rechina
responde el de la parva que está vecina;
desparrama el labriego los secos haces,
y en el trillo se duermen ya los rapaces.
m
El perro perezoso se entrega al sueño
a la sombra del viejo carro del dueño,
y sacude la mosca que le molesta
turbando impertinente su dulce siesta.
DE GABRIEL Y GALÁN
83
Forma el trigo tendido redondas fajas
y cantan las chicharras entre las pajas.
Los pájaros se ahogan en el espacio
y hacen de las encinas fresco palacio;
ni canta la culebra, ni rana alguna
asoma la cabeza por la laguna;
en su casa escondidos callan los grillos,
y quedan en los prados secos tronquHlos
del pasto saludable, fresco y lozano
que con rudos calores quemó el verano.
De la Peña del Niño por las laderas
quedan piedras, tomillos y carrasqueras.
Por evitar de Febo la ardiente lumbre
las perdices se suben hacia la cumbre,
y armado de escopeta recorre el cerro
el cazador constante detrás del perro.
De las húmedas piedras por las rendijas
se ven salir a veces las lagartijas;
el sol despide fuego, fuego la tierra,
fuego los pedregales de aquella sierra.
Sólo se ven en torno zarzas y espinos;
no transita un viviente por los caminos.
El viento con sus ráfagas lleva ligero
una nube de polvo por el sendero.
Siegan, unos tras otros, los segadores
del sol bajo los rayos abrasadores;
entre espigas y cardos van encorvados,
bajo tantos calores casi agobiados,
y el dueño los vigila bajo una encina
que al árido sembrado crece vecina.
84 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
El caballo, corriendo por el atajo,
va a humedecer su boca con el regajo;
el carro con las mieses lento camina
y en lento balanceo cruje y rechina,
y el buey, uncido al yugo, la cola enrosca
ahuyentando indefenso la inquieta mosca.
*
Largas tardes de Agosto!... tardes de calma!...
en vuestras largas horas se duerme el alma!...
*
* *
Si quisierais tristezas y soledades,
buscadlas en los tristes campos de Frades.
No busquéis en él nunca tiernos planteles
ni busquéis en sus campos lindos verjeles;
no busquéis en sus lomas los olivares;
buscad en sus laderas los tomillares.
No busquéis en sus pobres alrededores
jardines esmaltados de lindas flores;
ni hallaréis en sus cerros los naranjales,
ni veréis en su sierra lindos rosales.
No hallaréis en sus campos un paraíso,
que la naturaleza darle no quiso.
Son sus áridos valles pobres plantíos;
son sus pobres cañadas vegas sin ríos.
Si visitáis sus montes y sus marjales,
veréis viejas encinas y matorrales,
y en vez de frescas bandas de azules violas
veréis entre los trigos las amapolas.
DE GABRIEL Y GALÁN
85
¡Buscad secos barbechos siempre agostados!...
]buscad la rubia espiga de los sembrados!...
¡buscad cuando el gran Astro lumbre fulgura,
una encina, una piedra y una llanura!...
♦
♦ *
En sus tristes y humildes alrededores
jamás cantar se oyeron los ruiseñores.
De sus montes de encinas por los confines,
saltan lindos chivones y colorines.
Gorjeadoras alondras y golondrinas
de sus pobres casitas son las vecinas,
y habitan sus laderas, montes y lomas,
las dulces tortolitas y las palomas.
*
* *
No busquéis en sus sierras fieros torrentes;
buscad sus solitarias y ocultas fuentes:
no busquéis en el monte la catarata
que al bajar al abismo se desbarata:
buscad, en vez del río que se despeña,
el manantial, que fluye de negra peña;
y en vez de la cascada de las alturas,
buscad los arroyuelos de las llanuras.
¡Buscad secos barbechos, siempre agostados!...
¡buscad la rubia espiga de los sembrados!...
¡buscad, cuando el gran Astro lumbre fulgura,
una encina, una piedra y una llanura!...
86
CARTAS Y POESIAS INÉDITAS
II
Hay en medio de Frades rústico huerto,
que parece el oasis de aquel desierto.
Entoldan sus paseos los emparrados,
con sus brazos frondosos entrelazados;
despliegan las acacias sus anchas copas,
donde los gorriones cantan en tropas.
Son las tapias del huerto de vieja piedra,
que cubre cuidadosa la verde yedra;
las auras vespertinas y matinales
juegan con los cerezos y los perales;
tapizan sus paseos yerbas silvestres,
y en los rincones crecen flores campestres.
Los alegres manzanos cuando florecen
dan sombra a las verduras que abajo crecen.
Si un aroma se aspira dulce y ligero,
es el aroma dulce de algún romero.
Junto a la vieja tapia crece y vegeta
el junco del pantano con la violeta,
y unen abrazos tiernos y fraternales
las verdes zarza-moras con los rosales.
El viento se embalsama con los olores
de aquellas coloradas y lindas flores,
y junto a la violeta crece amarilla
exhalando su aroma la manzanilla.
Hay entre las verduras una fontana,
do el agua para ellas tan clara mana,
que a la vez se reflejan en sus cristales
dos manzanos, tres guindos y tres rosales.
Y al pie de esta fontana, tan pura y bella,
vive el amargo ajenjo con la grosella,
DE GABRIEL Y GALÁN
87
y de igual modo vive, crece y se hermana,
la colorada fresa con la romana.
En esas mañanitas del mes de Mayo,
antes que el sol nos mande su ardiente rayo,
de aromas y harmonías hay un concierto
dentro de aquel silvestre y alegre huerto.
Cuando la luz asoma por las colinas,
ya cantan en los guindos las golondrinas,
y antes que el sol derrame luz sobre el suelo,
ya las pardas alondras suben al cielo.
Hay cerca de aquel huerto viejos cercados
y viejas encinltas y viejos prados,
y entre estas encinitas, casi cubierta,
canta la tortolilla cuando despierta.
En los rojos tejados de aquella aldea
el tordo se despluma, silba y gorjea,
y chillando a su lado sobre el alero
el gorrión inquieto salta ligero.
Se revuelcan y charlan en los corrales
las alegres gallinas con los pardales;
despierta la paloma madrugadora
cuando el astro naciente las lomas dora,
y dejando en parejas los palomares,
por el cielo del huerto cruzan en pares.
Los cargados manzanos abren sus flores;
la humilde manzanilla despide olores,
y olores dan las rosas y la romana,
que vejeta en la orilla de la fontana.
En las ramas nudosas de los manzanos
depositan sus larvas pardos gusanos;
las constantes arañas tejen sus redes
88 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
en las húmedas grietas de las paredes,
y trepan las hormigas por su sendero
que suele ser el tronco de un limonero.
Previsora, constante, madrugadora,
inteligente, sabia, trabajadora,
en busca de sus flores sola se aleja
y su obscura colmena deja la abeja.
Insectos, flores y aves en dulce salva
saludan con sus ruidos la luz del alba,
que asoma sonrosada, bella y riente,
recostada en las lomas del claro Oriente.
III
Mes de Agosto ardoroso, serena tarde;
arde el sol en el cielo; la tierra arde.
Todo, todo, en la aldea reposa inerme...
el hombre, el ave, el bruto, todo se duerme...
y cuando el mundo vivo parece muerto
yo, que soy el que velo, me voy al huerto.
Allí, bajo la sombra de un emparrado,
de amarillentas hojas entrelazado,
hago lecho mullido del verde suelo
y mis cansados ojos fijo en el cielo.
Mis párpados se entornan pausadamente;
confuso mar de ideas turba mi mente...
mi pensamiento flota, vago... perdido...
y, cerrando mis ojos, quedo dormido!...
DE GABRIEL Y CALÁN
89
En las tardes de Agosto, tardes de calma,
en cuyas largas horas se duerme el alma,
después que me embriaga dulce beleño
y me quedo dormido... ¿sabes que sueño?
Sueño que voy cruzando por un desierto,
un mar sin fin de arenas, un mar sin puerto.
Lágrimas de agonía vierten mis ojos
porque mis pies heridos pisan abrojos.
En medio del desierto sueño que existe
un albergue que sirve de alivio al triste;
un oasis bendito, do el peregrino
alivia las fatigas de su camino.
Es el rey del oasis un niño alado,
que aquel edén hermoso vigila armado.
En una aguda flecha guarda amoroso
un licor sonrosado, dulce y sabroso.
Cuando a algún peregrino la sed abrasa
y cerca del oasis llorando pasa,
a recibirlo sale solo y armado,
con una de sus flechas el niño alado.
Y el arma punzadora lanza certero
al corazón marchito de aquel viajero
que, entrando del oasis bajo el ramaje,
refresca los ardores de su viaje.
Y mientras a la sombra duerme y descansa
a sus pies una fuente resuena mansa.
El niño de las alas su sueño vela;
su espíritu cansado soñando vuela,
y el licor de la flecha del niño alado
su corazón ardiente tiene embriagado.
Y, mientras a la sombra yace dormido,
viene con sus acordes a herir su oído
un coro de angelitos que, en derredor
90 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
del lecho del viajero, dicen: ¡Amor!.,.
Y yo sigo soñando... sigo soñando
con otros peregrinos que van llegando
al oasis bendito de aquel paraje,
mitad de su penoso, largo viaje.
En medio del desierto, solo, afligido,
fatigado, lloroso, triste, perdido,
el último de todos voy caminando
¡siempre pisando abrojos!... ¡siempre llorando!...
Lanzado en el desierto por mi destino
no llego al fin querido de mi camino,
y el corazón se ahoga casi abrasado
sin el licor sabroso del niño alado.
En medio del oasis y en él gozando
a ti, Casto querido, te vi cantando.
De un árbol oloroso bajo la sombra
y apoyado a tu lado sobre la alfombra,
vi un ser, que dulcemente te sonreía
y oí distintamente que te decía:
*Tú cruzaste un desierto para buscarme
y entraste en este oasis para adorarme.
Si el resto del desierto juntos cruzamos
y al fin de la jornada juntos llegamos,
viviremos felices, sin duras penas,
aun yendo del desierto por las arenas! >
Y tú que lo escuchabas, de allí saliste
y aceptado el apoyo que le ofreciste,
os vi llenos de gozo, cruzando luego
aquel desierto inmenso lleno de fuego...
DE GABRIEL Y GALÁN
91
Rendido de cansancio, lleno de pena,
y con mis pies hollando la ardiente arena;
os perdieron mis ojos... ¡que se cerraban
sin llegar al oasis que divisaban!
Y tendido entre espinas, sin esperanza
de hallar jamás el puerto de mi bonanza,
exclamaba llorando... ¡Dios mío!... ¡no puedo L
estoy aquí tan solo, que... ¡tengo miedo!!...
*
Quemaba con sus rayos el sol de estío
y el corazón sentía yerto de frío.
Cubrió mis turbios ojos un negro velo,
alcéme amedrentado del duro suelo,
y al extender mi vista por el desierto...
desperté en mi silvestre y alegre huerto!
IV
En las dulces mañanas del mes de Mayo,
cuando el sol nos envía su primer rayo,
voy al huerto a sentarme, porque en el huerto
hay de aromas y ruidos dulce concierto.
♦ *
Recostado en la alfombra del verde suelo
y siempre con mi vista fija en el cielo,
percibo en torno mío ricos aromas
que me manda el tomillo desde sus lomas.
92
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Mis párpados se entornan... ¡estoy despierto
y sueño nuevamente con el desierto!
Sueño que voy andando... que voy andando
y que al hermoso oasis estoy llegando,
y lo veo tan cerca, que me convida
a vivir una dulce y alegre vida...
Y tanto me aproximo que te diviso
vagando entre el follaje del paraíso.
Al sér que te acompaña le ofreces flores,
flores que en vez de aromas vierten amores.
Al tender tu mirada por el desierto,
me viste caminando con paso incierto,
y no lloraste viendo mi gran quebranto,
porque en aquel oasis no existe el llanto.
Antes de la dorada y hermosa puerta
de la mansión aquella que estaba abierta,
había un gran abismo, profundo, hondo...
sin medida, sin término, sin luz, sin fondo.
Al ponerme a la orilla tímidamente,
un vértigo espantoso turbó mi mente;
y casi loco, débil y suspendido
sobre aquel precipicio, perdí el sentido...
Al recobrarlo luego, te vi a mi lado
dentro ya del oasis del niño alado,
y supe que, alargando tu diestra mano,
me salvaste la vida, como a un hermano.
Al verme ya en aquella mansión querida,
sentí mi pobre alma de amor herida,
y el licor misterioso del niño alado
mi corazón tenía casi embriagado.
Y vi, en el paraíso de las delicias,
un sér que me halagaba con sus caricias,
DE GABRIEL Y GALÁN
93
y al pronunciar mi nombre sus labios rojos,
desperté de mi sueño... y abri los ojos.
V
En las tardes de Agosto, tardes de calma,
en cuyas largas horas se duerme el alma,
mis penas y mis ansias doy al olvido
y a la sombra de un árbol sueño dormido.
Sueño con el desierto y el paraíso,
que en las tardes de Agosto nunca diviso,
y, aunque esparce sus rayos el sol de estío,
el corazón me queda yerto de frío.
VI
Pero ¡ay! en las mañanas del mes de Mayo,
cuando el sol nos envía su claro rayo,
solo y meditabundo me voy al huerto
y a la sombra de un árbol sueño despierto.
Sueño con el desierto y el paraíso
que en estas mañanitas cerca diviso,
y aunque a mi lado fría la brisa pasa,
mi corazón sensible... ¡ay!... se me abrasa!
José M.^ G. Galán,
CARTA 6.*
Sr. D. Antonio García Ramírez.
GaijuelOy 8 de Septiembre.
Suposiciones... extrañezas... conjeturas... ruptura
de relaciones... ¡hasta amenazas!...
Todo esto es lo que he visto en tu carta última, no
todo tan incoherente como yo te lo digo, pero sí más
significativo, más duro. El escepticismo a las puertas
de tu alma con un amigo!!...
¡Esa duda amarga, desesperada, casi sarcástica?
—Bueno, querido Antonio, bueno. ¿Conque dudas
de una amistad bien fundada... y todo ¿por qué?
Porque han pasado días, y el amigo de quien
düdaSy no te escribió.
Porque el alma de ese amigo, el alma del pobre
«Solitario» ha gastado todas, todas sus fuerzas en
recibir las dulcísimas, amargas, tranquilas y violentí-
simas impresiones que durante un mes la han herido,
una tras otra, sin darle tiempo a llorar unas y a gozar
de las otras.
Y como no le quedaron fuerzas a mi alma para
nada, no le quedaron tampoco para que mi pluma
corriese sobre el papel impulsada por mi mano.
No te escribí! ya lo sabes. Ni a Casto le escribí
tampoco. Y no te olvides que yo no busco necias y
96 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
rancias disculpas para excusarme del cumplimiento
de mis deberes de amistad con los buenos amigos.
Sería ridículo en alto grado.
El estado de mi alma, ya lo sabéis los dos; ése fué
el que me impidió hablaros un rato, como lo hago hoy
contigo.
Casi dos meses en mi querida aldea! ¿Vosotros
sabéis, vosotros podréis siquiera, siquiera, figuraros
qué ha sido para mí este período de tiempo? ¡Nol
Y cien veces no.
¡Ah! pues si os lo pudieseis figurar siquiera! En-
tonces... entonces nada más me quedaba por decir.
Han pasado por mi alma una serie de... sí, de
cosas: no encuentro otra palabra.
Y si sólo para esto no la encuentro ¿cómo la en-
contraría para deciros siquiera cuáles han sido estas
cosas?
¡Ay!
No poder hablar, querido Antonio, me hace daño,
mucho daño.
No me lo mandes cuando me escribas. Yo por mi par-
te, sólo puedo decir que detesto esta pobre y artificial
manera con que tenemos que comunicarnos. Manera
que, en mi entender, no sirve para nada ¡para nada!
Dejémoslo, pues.
¡Oh!, vendrás hecho un parisién, ¿no es verdad?
Supe donde vivías, sí. Y aunque hubiese podido
hacerlo, te lo confieso con ingenuidad, no te hubiera
escrito.
¡Pues ya lo creo que no!
Yo; desde mi tan querido como humilde Frades,
escribir —o emborronar— una carta para un amigo
que estaba en París!
DE GABRIEL Y GALÁN
97
Nada menos que en París. Y dirigir yo mi carta...
al cerebro del mundo! (*)
Si mi epístola —la que te hubiera dirigido— hubie-
se tenido un alma para sentir, hubiese escapado de las
manos de los portadores al llegar a aquellas montañas
azules de la frontera española.
Porque la hubiese asustado el ruido de la capital
francesa.
Porque el alma que la dictó en el humilde Frades,
es harto débil, harto tímida para que pueda consentir
que nada suyo se pierda y se pise en donde la humil-
dad se desprecia hasta el sarcasmo; en donde los
nombres humildes no suenan; en donde los cerebros
humanos están —¡porque, si, lo están!— en un estado
completamente anormal por la contemplación de las
grandes cosas, sin cuidarse para nada de las pe-
queñas.
¡Y luego me dice Casto... «escríbele a París >.
Escríbele tú si quieres, querido Casto, que Galán
es un poco... excéntrico, para que transija con ciertas
cosas
Me bastaba con leer en los periódicos, desde este
humilde rincón —¡donde tan bien se vive!— que el
amigo que estaba en París, conseguía, en unión de
sus compañeros, laureles y triunfos, traducidos en so-
noros aplausos y en doradas medallas de oro.
Con esto me bastaba; ¡pues claro que me bastaba!
Por lo demás, lo que yo deseaba, lo que ambicio-
naba era tu pronto regreso. Y perdona, querido, mis
quizás extravagantes rarezas, pero no he maldecido
ya la capital francesa, porque no maldije a la españo-
(♦) Tomado de los corresponsales cursis. Odio el plagio.
8
98 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
la, donde tuve la desdicha de consumir un año de
mi vida.
Y es hoy tal el odio, la repugnancia, que me inspi-
ra todo lo que huela a populosas ciudades, que de-
seaba que volvieses pronto a tu patria y a tu casa. No
sé en qué consiste esto.
¿Será que en mi alma no cabe ya más felicidad
que la que contiene, y por eso desprecia con indife-
rencia y frialdad británica todo lo grande, que al lado
de esa felicidad le parece tan ruin, tan pobre, tan mez-
quino? Ya lo he dicho: no lo sé.
Lo que sí sé y puedo decirte, es que aquí tienes,
no al pobre maestro de escuela, sino al poeta que
sueña en regiones infinitamente más elevadas que la
cúspide de la torre Eiffel.
Regiones para subir a las cuales, me han servido
de ascensores, no los del monstruo de hierro, sino
¡Ah! ya encontré la frase: esa serie de impresiones
de que al comenzar mi carta te hablé. (Cuidadito con
creer, por esto que te digo, que estoy enamorado!).
Creo que he hablado sobradamente de mí. Basta,
por tanto.
Pesimista y escéptico en tu carta, sólo te cuidas
de clavar en mi alma el cortante filo de sospechas que
me han herido.
Y nada me hablas de tu viaje al otro mundo; por-
que yo tengo que llamar así a París.
Que yo haya estado a punto de maldecir a esta
población, no quiere decir que yo maldiga nada más
que lo malo. Pero no lo bueno.
Y de lo bueno quiero yo que me hables.
DE GABRIEL Y GALÁN
99
No precisamente porque yo desee vivísimamente
-conocer todo lo bueno que hasta ahora hayas visto
allende los Pirineos; pero sí por ti, por saber qué has
pensado de todo, qué impresiones traes.
Me has entendido ¿verdad?
Pues a escribirme a vuelta de correo y sin escrú-
pulos como los míos, porque yo vivo en la escondida
y gárrula aldea del Guijuelo y no en París,
Ahora voy a empezar a copiarte, aunque dudo que
entiendas mi letra, porque la pluma, la tinta y el sitio
que me han suministrado para escribirte, no pueden
ser peores.
<Yo, que sabes camino a pasos agigantados para
un manicomio cualquiera (!), y que me doy a pensar
sobre todo, mucho revolví en mi meollo, que tan poco
fósforo contiene (?), la idea de por qué no me habrás
€Scrito...>
Piensa siempre, querido Antonio, como un poeta,
y no pienses como un filósofo. Porque lo primero,
—aunque el vulgo lo cree locura— no es locura. Lo
segundo, puede llegar hasta la demencia.
Y dígote esto, porque se me antoja —sin saber
por qué— que regresas de París menos soñador que
antes; más pensador que nunca.
¡Ahí Se me olvidaba. Ya sabemos que eres listo,
que eres un joven que vales, y por eso te aconsejo
que no digas que tu cerebro contiene poco fósforo.
Además, aunque lo hayas dicho sin meditarlo,
como así lo creo, eso de que a mayor cantidad de
fósforo, mayor cantidad de talento...! (*) ¡Habría que
hablar mucho de ello! Pero dispénsame, si siendo un
(•) Perdona que así te hable; pero... ¿materialista yo?... ¡Primero la
tumba fría!
100 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
dómine de aldea, intenté siquiera hablarte a ti de filo-
sofía. Entre buenos amigos, hay derecho a mutuos
consejos.
Y sigo copiándote.
<...sin duda no te soy simpático (¡nada más que
simpático!) sin duda no te soy simpático y quie-
res callarte para que me calle yo...>
En efecto: si yo algún día quisiera callarme, me
callaría, pero me callaría no más que para oirte a ti;
no para que tú guardaras completo silencio. Si ese
algún día llega —aunque lo dificulto, porque yo, aun-
que barbarizando, charlo mucho— si ese algún día
llega, ya sabes para entonces cuál es la causa de mi
silencio.
Y por último me dices:
«¡Quién sabe si el hidalgo castellano se olvidó ya
de los gallegos, menos hidalgos y menos desmemo-
riados?»
La medida más acertada que encuentro es dejar
este parrafito sin comentario, no sin pedirte mil per-
dones por los que ya te hice.
Ahora no te voy a comentar; voy a traducir.
*Pero conste, amigo mío, —me dices,— que Hamo
de nuevo, que te escribí dos veces...>
Pero, Antoñito, por qué me amenazas? Porque esto
lo traduzco yo en una amenaza, más o menos amisto-
sa, o más o menos amarga.
Cuidadito con volverme a amenazar.
*
Casto me escribió hace días. Aun no he podida
contestarle.
Me daba cuenta de un baile que se celebró en
DE GABRIEL Y GALÁN
101
Ferrol <a la melancólica luz de la luna que reflejaba
sus rayos en la tersa superficie de las ondas del claro'
y hermoso Océano» (*).
Así me decía el buen Casto, por cuya carta com-
prendí perfectamente la dosis de dicha que en aquella
noche se había acumulado en su alma. Me alegro.
Pronto le escribiré.
Cuento las fechas que tardará en llegar al Guijuelo
tu por mí tan esperada carta, y según mis cuentas es
preciso que contestes a vuelta de correo. ¡Qué risas
te darán!... ¿eh?
Da mis cariñosos afectos a tu familia.
Voy a dejar la pluma.
La tinta casi se acaba; la luz que me alumbra toca
también a su término, y es hora de que vaya a dormir
y a soñar un rato el alma de tu buen amigo
El Solitario.
(*) El baile de los Guardias-marinas de la fragata Asturias, en el sa-
lón de los jardines de La Graña, al que se invitaba lo más distinguido
del Ferrol.
i
CARTA 7;
Sr. D. Antonio Garda.
Antonio: Tenía escrita desde ayer la adjunta carta
para Casto, y hoy recibo la tuya, contestación a mi
última. Quiero que hoy salga ésta por el correo, y no
dispongo del tiempo que desearía para escribirte más.
Haz el favor, y perdona, de mandar la de Casto a
Narón, donde le supongo actualmente.
De buenas ganas te hablaría algo más largamente.
Te explicaré lo de las cuatro cartas del de San Sa-
turnino.
La primera creo que la escribí en el tren. La segun-
da, después de la que a ti te dirigí, dándote cuenta de
mi viaje. Y la tercera, que es la última que recuerdo,
no tuvo otro objeto que el de enviarle, ya terminada,
la poesía «Mañanas y tardes>, que ya sabes me pidió
cuando os dejé, y que habrás visto.
En su última me decía que habías marchado a
Francia. Por eso no volví a escribirte.
Después, ¡no han llegado a mis manos dos letras
más de Casto!
No me pidas perdón por nada, que no me gusta.
No critico tus cartas: las leo con gusto, con ansie-
dad, con atención.
Respecto a lo del paréntesis, te diré lo que tú sa-
bes: que dos negaciones pueden producir una afirma-
104 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
ción, pero una sola es siempre una negación; al menos
en este caso.
Para más informes lee la adjunta que escribo a
Casto, que precisamente en ella encontrarás algo de
eso; pero créeme que no estoy enamorado.
Como para mí sois dos amigos iguales, lee también
lo que le digo a Casto por haber dejado de escribirle,
porque casi es una copia de lo que a ti te dije ya.
Y adiós; perdona esta nueva molestia que te causa
El Solitario.
Pero ¿y tu retrato?
17 de Septiembre.
CARTA 8.*
Sr. D. Casto Blanco.
En el Guijuelo me tienes, querido amigo, labrando
a toda prisa la triste obra de mi embrutecimiento pero
también la hermosa de mi felicidad.
Porque, alégrate, soy feliz como nunca, y a Dios,
tan sólo a Dios, debo esta felicidad.
Jamás, te diré la causa de ella, porque no puedo.
Y no puedo, porque aquí, junto a mí tan escondida
como idolatrada aldea, a la vez que va aumentando el
número de afecciones de mi alma, para corresponder a
las de otras, va disminuyendo mi siempre escaso vo-
cabulario y en él no me quedan, no me quedan pala-
bras, que yo busco, porque las quiero, porque las ne-
cesito, para decir lo que siento, para darle cuenta a
los amigos de lo que me pasa.
Sólo puedo decir que si antes pensaba, hoy sueño:
que si antes quise hacerme un filósofo, ahora quiero
ser un poeta.
Y puesto que pensar y ser poeta, y soñar querien-
do ser un filósofo, no puede ser en mi concepto, so-
ñaré como sueño; como un poeta: y así le daré a mi
alma lo que buscaba y a mi corazón lo que necesita.
Cuando esto buscaba mi alma; cuando esto nece-
106 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
sitaba mi corazón, se absorbieron en ello las fuerzas
de ambos de tal manera, que no pudieron darle a mi
mano las que necesitaba para que pudiera desparra-
mar algo de tinta sobre un trozo de papel, donde tú
tradujeras lo que al poderoso, no ya al pobre Galán
le sucedía.
He aquí, pues, la causa de mi tardanza en contestar
a tu última carta. He aquí también la causa de las que-
jas que Antonio me da en la última que hace pocos
días me ha dirigido, y a la cual contesté oportunamen-
te. En ella le decía, si mal no recuerdo, lo mismo,,
casi lo mismo que a ti te llevo manifestado.
Y no me pidáis más, queridos.
*
* *
Veo que tu vida es la antítesis de la mía.— ¿Que
por qué? Pues oye.
Tú vives aún en el mundo del bullicio; yo vivo en
el mundo del sosiego.
Tú bailas a la orilla de un inmenso océano; ya
canto en las márgenes de un pequeño y escondida
arroyo.
Las impresiones que tú recibes son, por lo tanto^
violentas; las mías son dulces, tranquilas, suaves.
Tú te acompañas en tus diversiones de muchos
seres, de muchos seres; yo me acompaño en mis
soledades de pocos ¡de muy pocos!...
Tú gozas de dichas ya gozadas otras veces; ya
gozo de dichas que no gocé nunca como hoy.
Tú en tus ratos de dicha te ríes; yo en mis ratos
de soledad, sonrío nada más.
Tú eres un pensador, que amas; yo soy un poeta^
que... sueña.
DE GABRIEL Y GALÁN
107
Tú estás enamorado de un alma; yo estoy enamo-
rado de un sér
Tú conseguirás lo que desea tu corazón; yo quizás
no consiga lo que anhela mi alma.
Tú has llegado a la edad de veintidós años; yo
acabo de llegar a la de diecinueve.
Tú tienes una Esperanza; yo tengo también una
esperanza. (Cuestión de ortografía nada más).
Tú vives por una Esperanza; yo vivo con una
esperanza. (Cuestión de preposiciones y nada más).
Tú eres alimentado por ella.
La mía es alimentada por mí.
Si la que a ti te sostiene muriese... ¡llorarías!; si la
que yo sostengo desapareciese... ¡ay! ¡me moriría!
Tú aseguras; yo confío.
Tú gozas una vida de placeres; yo vivo una vida
de... dulzuras nada más.
Tú amas a... San Saturnino; yo, si hubiese nacida
mujer, adoraría a San Antonio (patrono de mi pueblo-^
Nada más que por serlo; no por otra cosa).
Tú eres un joven de talento que prometes; (no ol-
vidar a los amigos).
Yo soy un joven que cumplo; (lo que prometo, y
más de lo que prometo).
Y como resumen:
Tú tienes en el cráneo masa encefálica; yo tenga
en el mío patata cocida (**>.
¡Tienen razón los matemáticos!
Las líneas paralelas llegan al infinito sin encontrar-
(*) Sér (según el Diccionario): —«Todo ente que tiene existencia en
la Naturaleza». Puede ser, pues, una piedra, un árbol, una aldea....
(**) Tomada del amigo Antonio. ¡No la patata cocida, sino la íraset
Entendámonos.
108 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
se. Pero este infame paralelo (paralelas y paralelo
deben ser una cosa parecida ¿verdad?); este paralelo,
repito, creí que llegaba al infinito (por más que no sé
donde está) sin encontrar su fin.
Afortunadamente ya puedes cantar el Hossanna,
porque ya se acabó (el paralelo, no el Hossanna.
j Cuando yo digo que dentro de poco tiempo no sé
hablar la lengua de mi patria!...)
Cambio de pluma por ver si la nueva está mejor
cortada que la otra. Y ya incurrí en un error; porque
las dos son de acero y las de acero me parece que no
se cortan. Pero valga, y pase como una figura retórica.
Vamos a ver. ¿Conque tanto te divertiste en el
Ferrol? ¡Bueno, bueno!
Me parece que tú, con esas diversiones y esos
chicos amigos que tienes en el referido Ferrol nos vas
a dejar a los coruñeses y a los fradeños a escuchas,
como dicen en mi tierra.
Digo, no; a Antonio no, porque... próximos los dos
uno de otro... antiguos amigos... comunicándoos a me-
nudo... nacidos bajo el mismo pedazo de cielo... En
fin, que todos son motivos para que no os olvidéis
uno de otro. Lo que es durable, lo que se ha visto y
se vé muchas veces y detenidamente, deja impresa en
el alma una huella muy honda para que pueda des-
aparecer pronto.
Lo contrario sucede (por ejemplo) con un relám-
P^gOy que brilla un instante y desaparece después;
con una pequeña nubecilla, que aparece un momento
a nuestra vista y es arrebatada enseguida por una rá-
faga de viento. Todo esto nos impresiona tan débil-
mente, que ni un obscuro rincón de nuestra memoria
queda desocupado para dar cabida en él al recuerdo
de estas insignificantes cosillas.
DE GABRIEL Y GALÁN
109
Así sucedió siempre, y así seguirá cumpliéndose
ésta, que parece una ley de la naturaleza, por los pocos
transgresores que hay respecto a su cumplimiento.
(Dejemos esto, que me amarga!)
Yo por aquí, retirado del mundanal ruídOy como
un monje, paso perfectamente la vida. Tan contento,
que nunca me pude figurar tal cosa.
Aun hay insensatos que me dicen que debo acor-
darme mucho de Madrid. Por ninguna parte faltan
imbéciles. Voy creyendo que acaso será monomanía
la aversión, o, como dice un criado de mi casa, la
inquinia que me ha dado en inspirar Madrid. Y como
un insecto no puede vengarse formalmente de un ele-
fante, yo, el insecto, me deleito con repetir aquello de
la célebre sátira del Marqués de Villamediana que
decía:
Vivo en Madrid y no conozco el Prado,
y no lo desconozco por olvido,
pues me consta que en él seré pisado
por muchos que debiera ser pacido.
¡Ay! por meterme a citar autoridades, he tenido
que echar mano de un tercer pliego de papel. Cosa
que tú ni Antonio habéis hecho jamás, porque sois
partidarios del poquito, poquito, pero bueno.
Iba a dirigirte ésta a San Saturnino, pero he su-
puesto que estarás en Narón. No sé ni a qué partido
judicial pertenece este señor y, por lo mismo, no sé
cómo poner el sobre (escribir sohx^ sería más exac-
to y hasta más correcto: esta mi segunda pluma tam-
poco está bien cortada).
Ahora, fuera del paréntesis y en serio te diré que,
de continuar en el Guijuelo, dentro de pocos meses
no vas a poder entender lo que te dice éste, antes
110 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
destructor de la Literatura y hoy ya asesino de la
Gramática.
Me parece que, como medida preventiva, voy a
llevar a la práctica la idea de escribir en aleluyas,
género literario que cultivo más que la prosa, aunque
me esté mal el decirlo.
Porque yo, más tardo en concebir — moralmente
.hablando— un pensamiento por incoloro e inodoro
que sea, que en tenerlo dentro del matemático molde
de una aleluya.
Y basta de barbarizar.
Si hay que pedir perdón por reflejar en las cartas,
aun a pesar del que las recibe, el buen humor del que
las escribe, yo te lo pido.
Otra vez, en cambio, estaré más lúgubre que un
cementerio de noche.
Escríbeme enseguida dándome las señas que he de
escribir en los sobres, porque no es cosa de que An-
tonio sufra las molestias de nuestra torpeza. Hazlo
así, que ya sabes que te quiere
El Solitario.
A mí, sigúeme escribiendo a Frades, porque reco-
jo yo las cartas al pasar por aquí.
Y dispensa mi laconismo.
17 Septiembre.
CARTA 9;
Sr. D. Antonio García.
Querido Antonio: Temblón y convaleciente aún de
un descomunal trancazo complicado con una aguda
neuralgia, vuelvo a coger la pluma para escribirte.
Las fiebres me han consumido de mala manera.
Aun tengo una tos que, por su mal género, me tiene
algo preocupado, y más que algo. De todos modos
pasó la gruesa de la nube que me ha tenido amedren-
tado más de veinticinco días. Creí al principio un mal
desenlace porque me tragué que se me venía encima
una fulminante pulmonía, con la cual me hubiera ido
yo después, si Dios no lo remediaba.
Pero, gracias a Él, resultó otra cosa que aun cuan-
do me ha hecho sufrir mucho, estoy perfectamente
conforme y doy por ello gracias al Señor.
Casi se me ha olvidado escribir y leer. No tengo
fuerza en la mano y así queda ello. ¡Y tú tanto tiempo
sin carta de tu amigo! ¡Qué habrás dicho, qué habrás
dicho!
Bien y muchas veces me acordaba de vosotros, al
ver todos los días sin contestar una carta de Casto
y otra tuya que recibí en cama y puse a mi cabecera,
leyéndolas veinte veces.
He sufrido mucho durante mi enfermedad, porque
sabía que mi buena, mi querida madre, en cama tam-
112 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
bién, como sabrás, lloraba sin cesar y sufría por no
poder volar a ver a su hijo.
En fin, todo lo arregla Dios, como ahora también
ha sucedido. Hoy también escribo a Casto que estará^
como tú, diciendo: pero ¿se habrá muerto aquel Ga-
lán que vino a Galicia conmigo?
Supóngote ocupadísimo con tus estudios prepara-
torios para oposiciones. Haces bien, haces bien, que-
rido Antonio; estudia y estudia mucho, que asi es
como llegarás a valer mucho también. No imites la
conducta de este castellano que no ha vuelto a abrir
un libro y quizás tenga encima unas oposiciones coma
tú. En caso de yo tomar parte en ellas como tú, ¿cuá-
les serían los dos resultados comparados? Escuso icir-
te, como dicen en mi pueblo.
Conque, ánimo y a la lucha, pero con intenciones
de alcanzar la victoria más cumplida, por supuesto.
No puedo escribir más, ni sé si entenderás la
hecho.
Recuerdos mil a tus apreciables papás y hermanas
y familia de Gabriel, y para ti el cariño de tu fiel amiga
José María.
Güijnelo y Febrero 28 de 1890.
CARTA 10;
Querido Casto: Recibí tu última y esperada carta
en cama, ya con los primeros síntomas del trancazo.
Calcula si habrá sido mayúsculo, cuando hoy estoy
aún temblón efecto de la debilidad. Verdad es que el
dengue no me hubiera tenido en cama tanto tiempo a
no habérseme complicado con una neuralgia que,
francamente, me hizo creer que me marchaba al otro
mundo. ¡Qué dolores articulares tan violentos! ¡Qué
fiebres! Y sobre todo ¡qué tos de tan mal género y
qué dolores en el pecho! Esto fué lo que me amedren-
tó. Hasta que no he visto mi mejoría, no pudo el mé-
dico desechar de mí ciertos presentimientos, que me
han dejado rendido moralmente hasta el último extre-
mo. Debilidad material, no digamos. No puedo con la
pluma. Si me estoy quieto, no hago el ejercicio que
me aconsejan; si ando, sudo y me fatigo.
Parece mentira que en tan poco tiempo, y estando
como nunca grueso, me haya quedado tan desmejora-
do, que no se me conoce. Pero no es extraño; he su-
frido mucho. Caí enfermo en este pueblo y no pude ir
al mío, como quería mi familia. Por una parte esto, y
por otra saber como sabía que mi madre, sin poder
venir a verme, lloraba sin cesar creyéndome grave;
I todo venía a aumentar mis tormentos morales, más
graves que los otros. Hoy, pues, que puedo, cojo la
pluma para darte cuenta de este mi nada halagüeño
i estado.
114 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
«Los colores de mi paleta» —siempre pálidos—
resultan hoy obscurecidos, al identificarse conmigo.
Para otra carta, que tendré más fuerzas, te hablaré de
algo más detenidamente. No sé donde estás; por eso
te escribo a San Saturnino.
A pesar de todo, aun recorre mi mente las variadas
esferas del pensamiento, y me sueño... con el amor.
¡Siempre el amor! Ya te daré cuenta de uno de mis
sueños, cuando pueda, porque es algo largo, algo ro-
mántico, y, por lo mismOy algo triste y aburrido para
los que como tú, tienen la realidad en la mano.
Es poético como el alma del que lo forjó en una
noche de fiebre; desconsolador como mis marchitas
esperanzas; amargo como la amargura; fúnebre como
mis presentimientos.
Tiene mucho de esa atosigadora melancolía que
produce la desgracia después de la dicha, la noche
tras el crepúsculo, la soledad después de la compañía.
(Ya me chocaba a mí que se acabase mi carta sin que
algún rapto poético me arrebatase de la realidad).
Adiós, adiós, hasta la tuya —como dicen los
quintos.—
Recuerdos mil a tus papás y hermanitos y demás,
y tú sabes ya que te quiere
José María.
Guijaelo y Febrero 1890.
CARTA 11/
Querido Casto: El día 8 del corriente recibí, por
un mismo correo, dos cartas tuyas, fechada la una el 7
y la otra el 16 de Marzo. Echa la cuenta y te asom-
brarás de su retraso, porque no quiero pagar culpas
que tiene el Sr. Mansí.
Contra lo que me decías, en una de tus anteriores,
no esperes que «los colores de mi paleta>, siempre
pálidos, te pinten por ahora cuadros de color de rosa.
No por eso te aburriré con frecuentes relatos del
triste estado actual de mi ánimo, no. Hablaré de lo que
quieras, de lo que a ti te plazca; pero no te extrañe
que en el cuadro de mis pensamientos resalte, aún sin
yo quererlo, la pincelada obscura de la tristeza.
Ha dicho un poeta
<que todo tiene el color
del cristal con que se mira>.
Y natural es, pues, que si el de mi mente está hoy
turbio y empañado, aparezca obscuro y triste cuanto
yo piense, cuanto yo sueñe. Y en verdad que así es.
Me vas a escuchar atentamente. Yo voy a contarte
lo que me pasa, no como lo cuenta el poeta lírico, con
galas que lo embellecen, con harmonías que dulcifi-
can, no; te lo voy a contar como se le cuenta al ami-
go, con la ingenuidad con que se le habla, si es ver-
dadero y leal.
Yo, ni estoy enamorado, ni creo que llegaré jamás
a estarlo, de una mujer, por supuesto.
116 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Yo me enamoro lo mismo del alma de un amigo
que de la solitaria sierra de mi pueblo; lo mismo del
corazón sensible de un aldeano, que de una determi-
nada encina del monte. Pero no creas que esto es^
decir por decir. Esta es la realidad de mi vida actuaL
Cuando, como en este momento, me examino a mí.
mismo juntamente con los actos que ejecuto; cuando
este examen es, como ahora, procedente de la razón
fría y lógica, sin que en nada intervenga la imagina-
ción, ¿sabes qué deduzco, Casto? pues deduzco que
desde hace algún tiempo estoy siendo, sin yo notarlo,,,
un verdadero excéntrico.
La fuente de la poesía, para mí, está en mi pueblo;,
pero hoy esa poesía la encuentro en lo raro de las
cosas; pero de las cosas en quienes nadie fija su aten-
ción, por lo insignificantes que son de suyo.
En mi pueblo elijo para pasear los lugares más
áridos, los sitios donde no haya nada, ni movimiento^
de un átomo, ni vida, ni vegetación, y, si pudiera ser,,
ni suelo que sustentara mis plantas. Me siento siem-
pre, siempre, en uno de esos sitios, que en otro tiempo*
me parecieron tristes, horribles, antipáticos... desnu-
dos de toda idea de movimiento y de vida... en uno*
de esos sitios tan áridos, tan absolutamente áridos,,
que hacen creer que la Tierra es un pedazo de calizai
arrojada en el espacio...
La orilla de un camino abandonado, donde vieneff
a morir tristemente los parduzcos surcos del barbe-
cho, me sirve de teatro para mis pensamientos; de
campo donde espaciar mi mente, que está algunos
días idéntica al paisaje.
Si casualmente una ráfaga de viento mueve en el
suelo un átomo de materia, materia tengo para pensar
un rato en un átomo; para buscar relaciones (que no
DE GABRIEL Y GALÁN
117
deben existir) entre él y el Universo; para hacer en mi
mente su historia, la historia de su vida, de una vida
tan triste, sin ilusiones, sin amigos... sin amores... la
historia de un átomo, de un sér que no tiene ambicio-
nes, ni busca fama, ni quiere gloria, ni anhela felicida-
des... ¡ni tiene madre!...
Y tú te reirás acaso de estos mis pobres pensa-
mientos, pero no por eso dejan de ser más ciertos.
La vista y la contemplación de una arena, de una
partícula de leve polvo hundida en el olvido en un so-
litario camino de mi pueblo, me sugiere todas estas y
otras muchas ideas, que no te diría si no supiera que
me dirijo a un amigo que me cree.
Un grano de arena, me dice la ciencia, es un sér.
Y me atormenta con esto profundamente, porque,
—aunque sé marcar diferencias entre séres y séres,
con la razón,— no cabe en mi imaginación la idea de
-que haya un sér que viva sin ilusiones, sin alegrías...
«sin amores... y sin querer a su madre...!
Y aunque la razón me dice, de consuno con la
•ciencia, que la inercia de la materia es una ley... que
donde no hay un alma que piense no puede haber sen-
timientos, ni afecciones, ni nada... yo no quiero enten-
der esto; y ¿sabes lo que digo después de mis medita-
ciones? —¡Dios mío! ¡qué vida tan triste la de este po-
bre y olvidado átomo, juguete del viento que lo arrastra
donde quiere!
No me deis a mí, cuando me muera, una vida tal
de amarguras y agonías.
Y al pensar en esto, mis pasados extravíos, mis
rencores, mis odios, mis ambiciones, mis vanidades,
imis pasadas locuras, mis vergüenzas, todas mis faltas,
iodos mis extravíos y remordimientos (éstos yo no sé
por qué), vienen a sonrojarme, a martirizarme, y en-
118 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
tran y pasan en tropel ruidoso y confuso desde mi
memoria a mi corazón, me golpean en el pecho, me
perturban el cerebro, me llenan los ojos de lágrimas...
me abrasan el alma... me pican en las entrañas...
Unas veces, un cariño que raya en la locura siento
hacia mis amigos; hacia los que nacieron conmigo,
hacia todos mis semejantes, hasta mis enemigos si los
tuviera.
Otras veces... nada. Desesperación y aburrimiento,
cansancio y hastío, o indiferencia rayana en la mi-
santropía.
L03 seres débiles me inspiran, sean de la clase que
fueren, tal compasión, que se convierte pronto en apre-
cio, el cual degenera en ciego cariño.
Por eso a lo mejor estoy siguiendo paso a paso la
vida de un pobre musgo pegado en el tronco de la
vieja encina del monte; por eso conozco y visito con
frecuencia la escuálida y amarillenta planta parásita,
que vive adherida pobremente en el pelado y solitario
peñasco de la sierra.
Por eso cuando, donde menos lo pensaba, debajo
de alguna piedra, descubro una verdosa yerbecilla que
nadie ha visto sino yo, quiero ir a verla por la tarde,
y la visito con una ansiedad que debe ser muy pareci-
da a la del amante que va a ver a la mujer a quien
adora.
Cuando descubro, en donde menos lo esperaba,
como ha poco tiempo me ha sucedido, un alma pura
y sencilla como pocas, noble y leal como ninguna,
y un corazón de oro perteneciente a la misma alma y
que tiene su asiento en unos sentimientos tan puros y
tan generosos, tan delicados y tan impropios en el
honrado muchacho de mi pueblo a quien me refiero,
yo me enamoro de esa alma y de ese noble corazón.
DE GABRIEL Y GALÁN
119
Si un alma y un corazón como éstos los encontra-
se en una mujer, yo me enamoraría de ellos, y ellos
serían el objeto de mi caríño; pero la mujer no seria el
objeto de mi amor. Lo conozco, lo digo, puedo ase-
gurarío.
Pues qué, ¿no estuve yo enamorado de una niña
de seis o siete años?
Y sin embargo, ese amor no era, ni pensarlo si-
quiera, el amor común, el amor —no sé como decir-
lo~ de todos los que amáis. Era sencillamente una
corriente hermosa de simpatía —no es ésta la pala-
bra— de un alma, la mía, hacia otra alma que me
tenía encantado con sus cualidades.
Y nadie me venga a mí —aunque lego— a decir:
<pues eso es amor», porque entonces yo estaría igual-
mente enamorado (¡tendría gracia!) de mi novia y de
un amigo a quien quisiera mucho.
¿Cómo, pues, he de necesitar amar yo a una mujer,
si tengo sobrados objetos sobre qué colocar mi cariño?
« «
¡Si vieras cómo algunos días me gusta estar triste!
Cuando en las fiestas de mi pueblo bullen todos en
algazara y alegría, cuando comienza el baile —que
para mí tiene tantos y tantos encantos— de los mozos
de mi pueblo, que me esperan todos para que baile
con ellos, —porque me tienen por alguieny aunque no
soy nadie,— entonces me gusta alejarme del pueblo y
de la alegría, solo; y oyendo desde lejos el rústico
són del alegre tamboril, experimento una dulzura
amarga, que hace enturbiar mis ojos en lágrimas y
bañar mi corazón —incomprensible para todos— en
una especie de cosas, que son el resultado de una
120
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
amalgama de la dulzura más dulce con la más amarga
amargura.
He dicho que mi corazón es incomprensible para
todos, y no es cierto.
Y no te vas a ofender por la ingenua y franca con-
fesión que voy a hacerte.
Después de mi madre, he tenido la dicha de en-
contrar un sér, un solo sér, que me haya comprendido
con matemática exactitud. Y ese hombre, ni es una
persona ilustrada, ni, ¡harto siento el decirlo! sois
vosotros, que al fin sabéis estudiar los caracteres y
habéis visto algo de todo en el mundo.
Ese hombre es un honrado mozo de mi aldea, que
nunca salió de ella, ni es un filósofo ni nada que se le
parezca.
Pero tiene ¡qué cosa tan extraña! sentimientos más
delicados que los del primer poeta, corazón leal hasta
la exageración, ideas religiosas, ideas morales, ideas
tan puras las unas como las otras.
Yo me explico este verdadero fenómeno de compren-
sión en que... Vamos, no lo digo, porque quería decir
que consistía en que su corazón era igual al mío, y le he
tributado al suyo alabanzas que estoy lejos de merecer.
Pero sea lo que fuere, lo cierto es que me com-
prende ¡casi mejor que yo mismo!
Y por eso me quiere locamente, como no te puedes
hacer una idea siquiera.
¿No te parece extraño todo esto?
¿Y no te parece también que basta y sobra de ha-
blarte de estas cosas, de algunas de las cuales puede
ser que deduzcas, sino enagenación mental, algo así
como chifladura?
Pues aparte.
DE GABRIEL Y CALÁN
121
He pasado en mi pueblo las vacaciones de Semana
Santa íntegras, que fueron siete días como siete
soplos.
Recé miércoles, jueves y viernes Santos y me di-
vertí sábado, domingo, lunes y martes, que no fueron
tan santos como los otros, dadas las horitas que tenía
de recogerme por la noche,... digo, por la mañana,
cuando «el rubicundo Apolo había tendido las doradas
hebras de sus cabellos», etc., etc. <*)
Tan bien me encuentro en mi pueblo, que no quise
ir a pasar las vacaciones a Salamanca, a pesar de las
repetidas instancias que para ello se me hicieron.
Y eso que había ferias, toros, venida de estudian-
íes portugueses finchados, etc., etc.
En fin, querido Casto, que estoy hecho un tíOy
engorronado y apegado a los terrones y pedruscos
de mi Frades.
Me voy a embrutecer (ya que envilecerme no
puede ser y empobrecerme tampoco, porque no
soy rico).
Ya estoy pensando en las vacaciones veraniegas,
pero esto me da asunto para otra carta.
¡Qué! ¿te asustas? Pues no te asustes, porque pro-
curaré —nada más que procuraré— que no tenga
tanta longitud y latitud como ésta, ya que profundi-
dad no puedes hallar en ninguna.
Y ya que de profundidades hablo, déjame hundir,
para terminar, en algunas honduras poéticas; que,
aunque nunca segundas partes fueron buenas, —a no
ser la del Quijote,— mis segundas partes son las más
lastimosas.
(*) Cervantes.— «El Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha».
<<No sé si conocerás la obra).
122 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Déjame, pues, hablar una miajirrínina de poesía.
¡Ay!... ¡ay!... ¡ay! Casto mío; pasará un día, pasa-^
rán cien días, pasará el tiempo dejando sus huellas
sobre nuestras frentes... y no recibiré todavía contes-
tación tuya.
A larga distancia se aman dos palmeras en las
soledades del desierto; a larga distancia se hablan dos
lirios azules, que moran en apartadas riberas... A larga
distancia se repiten dos ecos en la escabrosa monta-
ña... a larga distancia se adoran las campánulas ama-^
rillas del cementerio... La brisa es la medianera de sus
amores, y ellas le pagan con un beso... Tú también
puedes hablar conmigo a larga distancia... nuestros
mediadores serán los peatones... nuestro pago, tres
perras chicas...
¡Ay!... ay... ay! Jamás los sabios supieron definir
la muerte y la vida. Yo sólo, que soy un pobre artista^
lo comprendo.
La ausencia de los seres queridos es la muerte...
su recuerdo es la vida...
La vida es una cadena con eslabones de hiél... Yo
hace muchos días que vivo en lóbrega noche... claro
es, me acuesto a las tres de la mañana!...
Sér de mi sér, alma de mi alma, (*) yo te veo en el
aura que respiro, en el aroma de la silvestre campá-
nula, en el cielo del mes de Mayo, en el arroyo de las
ondinas,... en el corral de tu casa...
Tu pensamiento abrasa la sangre de mis venas, tu
imagen de virgen y de diosa me da noches de horrible
insomnio... y más si por la noche tomo mucho café.
Esta mañana, cuando Apolo saludaba a Flora, Ha-
(*) Ya entré de lleno.
DE GABRIEL Y GALÁN
123
maba yo el sueño, pero el sueño no es conmigo desde
tu ausencia...
Mecíme un rato en la región a que tu belleza eleva
mi fantasía, ya loca y calenturienta por el cruel in-
somnio de la noche,... y me quedé dormido cuando la
naturaleza sacudía su nocturno letargo, cuando Febo
llamaba al mundo a la vida... cuando alzaba sus can-
tares mañaneros el gallo de la tía Josefa...
Eres, hermosa mía, el ideal que soñó Rafael para
sus lienzos, la náyade que forja el poeta para cantar-
la... la evocación de las efigies escultóricas griegas, la
diosa a quien rinde culto el genio del artista en el
templo de la hermosura. Me deslumbras y me pasmas...
por eso, cuando te miro, tengo que ponerme anteojos
ahumados y tomar los antiespasmódicos.
Si no te alejas del país donde moras, en él habrá
flores... perfumes... harmonías...
Si vienes al mío, cantarán los pájaros, y el viento sa-
ludará tu llegada y se lo contará a las flores, y el arro-
yo te besará los pies, y zumbará el diminuto insectillo
en los vallados, y el bosque te acogerá en su seno...
Paloma mía, dulce compañera mía, barbiana mía...
¿dónde estás?... Tu hermosura es harto deslumbrado-
ra para que estos ojos, cansados de llorar tu ausencia,,
la vean de una vez... ¡ay... ay... ay!... yo me consolaría
con verte nada más que la punta de las narices...
Yo soy el trovador que en la solitaria noche tañe
melancólicamente (*) la cítara clásica debajo de tu
ventana. Vive mi espíritu con el aliento del tuyo... me
(*) Por si no comprendes el significado, te daré la etimología: mélan,
mélon, melón; cólica en griego, es cólico en castellano: esto es, cólico
de melones, porque al primer trovador le dió un cólico de melones o de
calabazas, estando cantando a su amada. Esto fué en los tiempos de
Grecia.
124
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
alimento con las ilusiones de mi demente fantasía...
con los suspirillos de tus labios... y con el chorizo y
'el jamón de la despensa, que son, en este país, aun
mucho más clásicos que la cítara.
A la brisa le pido nuevas tuyas... ayer me trajo un
suspiro de tu boca; mis labios le adormecieron y en
ellos pasó la noche como el niño que se duerme arru-
llado por su madre y velado por el ángel, que hace
onecerse mansamente la cuna con el roce de sus alas
nevadas y blanquísimas.
Nuevas tuyas le pido también a la tórtola que
vuela por el monte; se las pido también a la inocente
palomita que arrulla en el alero del tejado de la blan-
xa y poética alqueria, y a los gorriones que escarban
en el corral de mi casa. Ayer también alcé mis ojos
hacia el blando nido que la amante golondrina ha
colgado de mi ventana, para preguntarie por ti... ¡ay...
ay! si me descuido me pasa lo que al buen Tobías.
Adiós... adiós... bien mío... corazón mío... lucero
mío... Cuando la noche tienda la negrura de sus alas
sobre mi cabeza... yo tenderé también mi cuerpo so-
bre mi petate y... a dormir.
Acuérdate del que llora lejos de ti. Enjuga las
lágrimas del ausente con un recuerdo, con una mirada
.que tiendan esos dos abismos negros que dan luz
sobre mi país para que canten los pájaros, y broten
las que aquí son siempre-muertas, y florezcan las
xampanillas de la cañada, y broten los morados tomi-
llitos de la sierra, y juegue el agua en los cauces de
los arroyos, que van a secarse, si Dios no hace que
llueva pronto (*)...!
(♦) Lo dejo ya, porque es demasiado poema, y se acaba el papel;
rpero eB verdad me daba lástima dejar este pliego en blanco.
DE GABRIEL Y GALÁN
125
Bajemos el diapasón. De seguro que dirás ¿y hay
quién se gaste un rato en escribir tales mamarracha-
das? Y yo te contesto; pues sí, amigo Casto, yo. Yo
para distraer el mal humor, que a veces me consume.
De modo (Jue ya lo sabes; cuando estés distraído y
quieras aburrirte un poco, yo te inviaré alguno que
otro trocito, como el adjunto, del poema colosal que
titulé *Las lágrimas del ausente».
Ahora espero, pero enseguida, una relación en
cuatro pliegos de los estupendos sucesos de que me
hablas. Que así como ahora me he pasado un rato
tal cual, entonces pasaré otro mejor y sin oir tanto
disparate como los de esta mi segunda parte,... porque
en la primera no soy yo, es mi corazón el que ha
hablado.
Es siempre tu amigo
El Solitario.
11 de Abril 1890.
{
I
CARTA 12/
Sr. D. Antonio García.
Querido Antonio: Hay mismo escribo a nuestro
común amigo Casto con el mismo objeto que a ti;
para que llagáis un sacrificio de amistad que yo os
exijo y vengáis a pagarme —como es justo hasta" den-
tro de la esfera de la etiqueta— la visita que hace ya
un año os hice a los dos.
Que tengan ésta por suya tus padres, a quienes
harás presente los vivísimos deseos que me animan
solicitando de vosotros lo que ya te he dicho más
arriba.
El sacrificio que os exijo, en su parte... pecuniaria^
es tan exiguo, que no merece los honores de ponerlo
como un obstáculo ante mi real consideración. Por lo
demás, el verano dispensa a los españoles, —a no ser
a los pobres labradores, etc.,— del cumplimiento de
ninguna clase de deberes, porque es la época de la
holganza humana (al contrario de las hormigas y lo
mismo que las chicharras).
¡Qué dicha, qué alegria si a los dos os viera en mi
pobre casita este año! Quedaría altamente agradecido
I de vuestra leal amistad y jamás olvidaria ese vuestro
' sacrificio, que no tendría con qué pagar sino con una
verdadera y cariñosa y franca hospitalidad.
128 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
No sé como decírtelo para que te veas obligado a
cumplirlo, querido amigo mío; en nombre de mi familia^
—que me da recuerdos para la tuya— en nombre mío
y en nombre de nuestra amistad, te lo suplico.
No quiero hablarte de asuntos distintos a éste.
Da recuerdos a tu apreciable familia, pero dale
también con tu primera carta un alegrón de los ma-
yúsculos a tu amigo
José María.
Güijuelo, 28 de Junio 1890.
A LA MUERTE DE MI HURÓN
(ELEGÍA IMPROVISADA... Y ASÍ SALDRÁ ELLA)
A mi muy querido amigo D. Ignatío
Toledano, compañero de excursiones
Ciquielunas (*).
Lágrimas tristes que corréis a nos
por estos ojos míos
que son testigos de mi infausta suerte,
¡Corred hasta el sepulcro abandonado
del amigo adorado
que sin piedad me arrebató la muerte!
¡Depositad sobre su tumba fria
la fúnebre elegía,
que le dedica un corazón sensible.
Verted por él inconsolable llanto,
y que este humilde canto
le sirva de corona inmarcesible!
¡Pobre Ciquiel! de tu olvidada fosa
yo grabaré en la losa
un cantar que dirá de esta manera:
«Aquí yace un hurón noble y honrado,
que era el Sultán llamado
por los conejos de la sierra entera.
(*) Debo a la amabilidad de dicho señor el permiso para publicar
esta humorística poesía.— (N. del E.).
10
130 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Músico pobre, gárrulo y sencillo,
mi pobre Ciquielillo
tocaba el cascabel con cierto arte;
mas le hicieron dejar el instrumento,
y a lo mejor del cuento
se nos fué con la música a otra parte.
De mi pueblo en la sierra solitaria,
en vez de una plegaria,
resuenan mil canciones a lo lejos,
y es porque, del vivar en el encierro,
te cantan el entierro,
con cruel regocijo los conejos.
En su morada subterránea y fría
celebran una orgía
en honor de tu muerte, Ciquielillo.
jAy de todos si tú resucitaras
y el cascabel sonaras
de repente a la puerta del pasillo!
¿Oyes qué ruido en el vivar retumba?
¡Alzate de la tumba
porque están de tu honor haciendo trizas!
Preséntate en la sala de sesiones
y empieza a pescozones,
porque están injuriando tus cenizas:^.
DE GABRIEL Y GALÁN
131
En más de cuatro vivares,
cuando tu muerte supieron,
los conejos se reunieron
en cónclave fraternal,
para celebrar la muerte
de aquél que cuando vivía
clavaba... donde podía
sus colmillos de chacal.
De un vivar sobre la puerta,
cuando tu muerte supieron,
con las uñas escribieron
este infamante cartel:
«Durante dos o tres meses
en todos estos bibales
se cantarán funerales
por el tísico Ciquiel».
¡Infames! Si del sepulcro ^
tu hociquillo levantaras,
cuán pronto desbarataras
ese cónclave infernal,
donde te insultan tan sólo
porque cuando tú vivías,
cortésmente les pedías
la cédula personal.
En otro vivar del monte
celebraron una orgia,
y al rayar la luz del día
se reunieron en sesión;
y unánimes acordaron
salir de su obscuro encierro
para cantarte el entierro
€n solemne procesión^
132 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
¡Qué canallas! ¡Qué guasones!
Todos ser curas querían
y méritos aducían,
de su pretensión en pro:
—¡Yo he escapado cuatro veces!
—Pues de poco V. se queja:
—¡A mí me rasgó una oreja!
—Y a mí también me atentó !
—¿Qué vale eso que tú dices?
Yo, al salir por el pasillo,
me lo encontré de narices
y nos liamos los dos;
y, si me descuido un poco
y no encuentro a la carrera
la puerta de la escalera,
¡me divierto como hay Dios!
—¿Y yo, que estaba en el patio
arrancando una retama?...
—Y yo, que estaba en la cama
cuando en casa se coló?...
—Pues eso no es nada, hermanos,
¡yo tengo un ojo vacío
y tengo un labio partió
de dos besos que me dió!
En fin, allí se increparon
en forma insolente y dura,
y al cabo el cargo de cura
se sometió a votación;
votaron alborotados,
y aquél del ojo vacío,
aquél del labio partió
fué cura en la procesión.
DE GABRIEL Y GALÁN
133
¡Pobre Ciquiel! ¡Si supieras
cuánto de ti se rieron!
Todos del vivar salieron
ansiosos de retozar;
y al brillar del alba pura
los resplandores rosados,
ya estaban todos formados
a la puerta del vivar.
Todos en los pies traseros
encabritados andaban,
y con las manos llevaban
insignias de procesión;
Uno con la manga fúnebre,
que era un trozo de retama,
y otro con una gran rama
de tomillo por pendón.
De una agalla perforada
hicieron un calderete,
y un conejillo vejete
¡qué disparate hizo en él!
Y dos muy tiesos llevaban,
en los hombros sostenido,
un palo seco tendido
que simulaba Ciquiel.
El cura, aquel cura tuerto
que era más feo que TitOy
sólo llevaba un palito
que en hisopo convirtió;
y el libro de los latines,
que llevaba un monaguillo,
era un forro de un librillo
que algún cazador perdió.
134 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
En dos hileras muy largas
se fueron acomodando,
y el gori-gori cantando,
tendióse el cortejo aquel
hacia un barranco relleno
de estiércol amontonado
¡Era el sitio destinado
para enterrarte, Ciquiel!
Dos conejos con las uñas
abrieron tu sepultura
en el montón de basura,
chirriando de dolor;
mas luego que estuvo abierta
y en ella tu efigie echaron,
como locos empezaron
a bailar alrededor.
¡Qué escándalo! el cura tuerto
te dió tales hisopazos,
que sobre ti en dos pedazos
roto el hisopo quedó;
y aquél que llevaba aquello
metido en la caldereta,
hizo al aire una pirueta
y encima de ti lo echó.
El monaguillo del libro,
que era el de la oreja rota,
hasta hizo horrible chacota
de los latines también;
pues cantaba dando saltos:
<¡Non haberis mas mordiscum!
¡Ciquielibus morium íísicumí
¡Requiescani in pace, amenh
DE GABRIEL Y GALÁN
135
Y hubo conejo insensato,
que por reír más de prisa,
hasta se meó de risa
sobre el palitroque aquel;
y hubo coneja guasona,
que la boca te llenaba
de pildoras que sacaba
de... no sé dónde, Ciquiel.
Cansado por fin el cura
de aquella danza maldita,
con alegría inaudita
tierra al palitroque echó;
holló y echó más de nuevo,
para hacer mayor la carga,
y con la uña más larga
este epitafio escribió:
«Aquí yacen los restos asquerosos
del tísico Ciquiel.
Por mí, que se lo lleven los demonios,
si es que pueden con él...
Y caiga un rayo en el sepulcro negro
de este ladrón sin par,
¡no haga el diablo que un día este asesino
vuelva a resucitar !>
J. G. Y G.
CARTA 13.*
Sr. D. Casto Blanco Cabeza.
¡Pobre Casto! ¡pobre Antonio!: ¡Tanto tiempo sin
saber nada de su fiel y leal amigo Galán!
¡ Ay, si supiérais lo que he sufrido después de reci-
bir vuestra última carta!
Sí; cayó la desgracia, que he tenido sobre lo más
sagrado que, después de Dios, existe para mí en el
mundo; sobre el sér a quien más adoro; sobre mi ado-
rada y buena madre.
Aún está, aún está, y estará por bastante tiempo,
en el lecho del dolor, a consecuencia de una terrible
caída que en casa sufrió; caída que le produjo una
bárbara contusión, de cuyas resultas aun no saben
los médicos si estará fracturado el fémur derecho,
aunque se inclinan a creer que no.
¡Imaginaos, queridos amigos, imaginaos el bárbaro
disgusto que yo recibiría al leer la carta que un
criado de casa me trajo inmediatamente a este pueblo,
diciéndome que mi madre, mi querida madre, «quería
ver enseguida a su hijo José María».
Monté acto seguido en el caballo que me prepara-
ron, y que cuando llegué a Frades no podía ya mo-
verse; y me fui a poner a la cabecera del lecho de mi
138 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
madre, donde he permanecido más, bastante más, de
lo que mis deberes en este pueblo podían dispensarme.
Hoy, ya de regreso, aunque fatigado y rendida
—más moral que materialmente— os escribo para
deciros que estoy sufriendo horriblemente; que no vivo
una vida natural, como los demás amigos que aquí
me rodean; que tengo deseos, muchos deseos de llorar;
mejor dicho, ya que sois amigos de mi alma, os diré
que en este momento estoy llorando, y no veo las le-
tras que os escribo, porque estorban las lágrimas que
enturbian y ciegan estos pobres ojos, que acaban de
ver la desgracia al lado de la felicidad...
Dios mío: ¿por qué en medio del concierto de la
dicha, se ha de llegar a oir siempre la nota sorda y
horrible de la tristeza más cruel? Por qué entre los
colores del cuadro de la felicidad, ha de venir a resal-
tar siempre el negro color del infortunio?
Todos, todos, todos los sueños de dicha que yo
gozaba, han caido destruidos por su pie, y toda mi
felicidad se acabó, y todas mis esperanzas de ser,
como hoy lo era, un hombre feliz, se arruinaron, y
hoy, en fin, soy un pobre desdichado; pero bien lo
sabe Dios, bien lo sabe Dios, que yo no lo siento por
mí, porque yo sé tragarme las grandes dosis de amar-
guras que la desgracia da al hombre, con la resigna-
ción más sobrada; pero lo siento por mi madre, por
mi madre, porque es el segundo sér a quien más
idolatro; y si lo que forjo en mi mente, la idea espan-
tosa que trabaja hoy mi imaginación, llegase a ser
una realidad, que Dios no permitirá, entonces, yo no
sé, yo no sé qué sería en el mundo de este pobre
DE GABRIEL Y GALÁN
139
desdichado, a quien sólo Dios sabe qué es lo que le
estará esperando,
♦
Perdonadme vosotros si casi me olvidaba de que
os estaba hablando. Mientras no pienso en nada,
estoy bien; pero cuando me pongo a meditar en lo
que hoy me tiene ahogado de lágrimas, pinto tales
cuadros, tales horizontes delante de mi vida actual,
que no sé ni lo que digo ni lo que hago.
Por la cariñosa amistad que nos une, os pido que
recéis, que siquiera una vez le pidáis a Dios la salud
de mi madre conmigo; que yo haré lo mismo cuando a
vosotros os atosigue la desgracia. Os lo pido, os lo rue-
go, os lo suplico en nombre de esta tan cariñosa y leal
amistad que nos liga a los tres. Porque tengo apren-
dido de la santa religión que mi madre me enseñó,
que todos somos hermanos y que las oraciones de los
hermanos para los hermanos valen mucho, valen mu-
cho y Dios las atiende mucho. Vosotros sois buenos
hijos y gozáis también de la dicha de tener madre ¡y
ya sabéis lo que es una madre! pero ya sabéis también
lo que es un hijo, cuando está a riesgo de perderla!
Quizás yo no lo esté, pero esta imaginación loca y
atormentadora así me lo hace creer a veces, y así me
lo pinta con colores negros y espantosos.
Pedid a Dios por la salud de mi madre, no ya por
ella, sino por mí; y cuando la de alguno de vosotros
se encuentre en riesgo de ser arrebatada de la vida^
decídmelo a mí, que yo os daré a vosotros algún con-
suelo y a ella una plegaria, para que Dios la arranque
de las garras de la muerte y os la devuelva.
Díselo a mi querido Antonio y Dios os premie con
140 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
el cielo si hacéis lo que os pido; que sí, lo haréis,
porque no sé yo que no hará un buen amigo, que otro
buen amigo le pida y le suplique.
José María.
16 Diciembre 1890-Guijüelo.
Acabando esta carta recibo noticias de casa y car-
ia del médico de cabecera, y me dicen todos que mi
madre continúa algo mejor.
¿Será por tranquilizarme?
Dios quiera que no. No puedo escribir más. Adiós.
CARTA 14;
Querido Casto: Como ignoro a qué obedece esa
tardanza en contestar a mi última, <*) vuelvo de nuevo
a escribirte con la sola intención de que me correspon-
das enseguida, porque, a la verdad, no merezco que
me trates como me estás tratando.
Si estás enfermo (Dios no lo quiera) que me lo
diga tu papá; sino lo estás ¿por qué no me escribes?
No te gustó mi último sermón? Pues a trueque de no
disgustar a mi amigo del alma, me retracto de lo di-
cho y retiro en absoluto cuantas palabras hayan po-
dido molestarte, querido mío.
Y eso que no me agrada que entre amigos, que
son amigos, haya ofensas, aunque leves, producidas
por una repasata, o llámalo consejo, o llámalo riña o
sermón.
Tengo en el mundo tres amigos; uno en Castilla y
dos en Galicia.
Hace hoy un mes que le escribí a Antonio una carta,
extensa si las hay, con más letras que arenas hay en
Riazor, con más protestas de cariño que espigas de
trigo hay en mi tierra ¡y el buen Antonio tan fresco!
En el mismo día, y a la misma hora, le escribí a
Castito otra epístola tan larga... como la de San Pa-
blo; tan sincera como la misma persona que la dictó;
(*) Que, desgraciadamente, no llegó a su destino, como otras varias.
\
142 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
tan dulce como el azúcar y tan agria como el vinagre.
En ella le daba cuenta de todo; le pinto con brocha
gorda SUS pensamientos más profundos, sus ideas más
recónditas, sus instintos de venganza hacia él, sus
ratos de aburrimiento sin él, sus horas de nostalgia sin
él, sus días de cruel cansancio y atormentador hastío
sin él... durante un eterno verano de esos que enervan
los sentidos y embrutecen el espíritu... ¡y el buen
Castito, tan fresco !
Y volví a escribir a Antonio, reprendiéndole por su
tardanza en contestarme, llamándole olvidadizo, ro-
gándole por favor que me contestara a cuantas pre-
guntas le hacía, que me dijera si estaba enfermo, que
me diera noticias de esa querida tierra, ¡todo lo cual
no ha impedido que el buen Antonio siga tan fresco!
Y vuelvo a escribirte a ti, y torno a decirte que me
contestes ¡siquiera por cortesía, por delicadeza, por
distracción o por lástima!
Y, como dijo ya la famosa poetisa de antaño, digo
yo ahora que
«sin apagar de mi cariño el fuego
vuelvo de nuevo a lamentarme a solas»,
para ver si me oyes; y si no me oyes, tendré que pa-
rodiar a la otra poetisa de la tierra de las aceitunas y
de las jaras que decía con mucho aquél:
«¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a ti, dulce amor mío...»
Y diré todas estas cosas, pero... ¡ yo creo que to-
davía el bueno de Casto seguirá tan fresco!
Me admira vuestra frescura. Os propinaría de bue
DE GABRIEL Y GALÁN
143
ñas ganas cuatro arrobas y media de antipirina, a ver
si así entrabais en reacción.
Porque, francamente: ¿no te parece bonito que yo
no sepa qué te ha ocurrido después de tus oposicio-
nes, y que todavía ignore si vives en San Saturnino,
o en Narón, o en la celebérrima ciudad de Tuy? ¡Qué
vergüenza! ¡qué vergüenza, Dios mío!
O me escribes con puntualidad y frecuencia, o te
asedio y te desespero, porque encontrarás cartas mías
hasta en la sopa. Elige y piénsalo bien, pues te
importa.
Porque te quiere más de lo que piensas tu amigo
José María.
Recuerdos mil a tus buenos papás y demás gente,
y no te olvides influir con Antonio para que conteste
a las dos cartas que le tiene escritas su amigo
Galán.
Guijuelo 25 de Enero de 1891.
CARTA 15.*
Querido Casto: Estoy recién confesado y estoy
santo. En tal estado contesto a tu tan esperada carta
con dos principales objetos: el uno es manifestarte
que el día 19 de este mes que corre brindé por tu feli-
cidad y por la mía.
El otro es inspirado por mi estado de ánimo, tran-
quilo y sosegado después de haber pasado la mañana
en la casa de Dios, cumpliendo con uno de los prin-
cipales deberes del cristiano.
Quiero hajplarte algo de mí.
Quiero decirte que al hojear en mi mente las pági-
nas de la historia de mi vida durante el año pasado,
me he espantado de mí mismo. Te hablo como a mi
confesor (*).
Al sentarme hace pocas noches a mi mesa para
descansar un rato en la carrera de mi vida, y echar
hacia el pasado una ojeada retrospectiva, estremecie-
ron mis entrañas las picadas de mil remordimientos, y
solamente me dió valor para resistirlas, el dulce calor
del más sincero arrepentimiento. Eché una mirada
sobre mí mismo y me desconocí, y casi me odié, por-
(*) Creemos que no sea de ningún modo indiscreta la inserción de
esta carta que hace resaltar más y más la delicadeza de alma, la escru-
pulosidad de conciencia, la rara virtud, en nuestro santo amigo, juzgán-
dose a si mismo con inaudita severidad por algunas bien leves ligerezas
j y bromas de muchachos.— (N. del E.).
146 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
que el José María que vi delante de mis ojos, no era
aquel José María cristiano y bueno que siempre, o
casi siempre, tuvo la virtud por guía de sus acciones;
lo que yo vi delante de mis ojos era un muchacho
pervertido y extraviado, con la desvergüenza en la
boca, con la altanería y la vanidad más necia en la
frente y con la lacería del pecado en el alma.
Sí, Castito. Aparte de otras cosas cuyo sólo re-
cuerdo me espanta, llevo más de un año, no solamen-
te alejado por completo del estudio, al cual tuve en
tiempos que ya pasaron regular afición, sino viviendo
la vida de la juerga desordenada y loca, consumien-
do lo mejor de mi vida en inútiles devaneos, que sólo
la risa te producirían si yo te los contara; gastando mi
organismo lentamente con estúpidas rarezas y peli-
grosas locuras, que nada bueno traen tras de sí, a no
ser el paulatino desgaste de las fuerzas vitales, que
consumidas en otras esferas hubiéranme dado resulta-
dos más halagüeños y más prácticos.
Aquí formamos a veces una especie de tertulia
literaria donde preferentemente se cultiva la sátira que
hiere, el epigrama que sangra, la alusión envenenada
y el chascarrillo que insulta... los versos insolentes y
audaces... todo lo malo, con tal que el chiste resulte!.....
He cultivado las rarezas más ridiculas, la excen-
tricidad más estúpida, pero una excentricidad siste-
mática y pertinaz, que obliga a hacer todo aquello que
produzca más aburrimiento, mayor fastidio y más
grande molestia. Y así como a otros, y a mí mismo
en ciertas ocasiones, les da por remontarse sobre su
esfera verdadera, a nosotros nos ha dado por llegar
al último grado del relajamiento social.
Quién me hubiera visto tantas veces acompañado '
de unos cuantos que son la hig-lif... sentados aire- j
DE GABRIEL Y GALÁN
147
dedor de una lumbre medio apagada, rendidos y soño-
lientos, pero persistentes en nuestros bárbaros pro-
pósitos...!
Y que esto se haga una vez al año... menos mal,
pero que se lleve a cabo... por sistema, por em-
peño, por capricho... ¡Vamos, que es altamente ver-
gonzoso !
¡Ah! ¿Y eso de buscar ad hoc la noche más cruda
y triste de invierno, o una de esas noches sin atracti-
vos, sin motivos para divertirse, noches muertas de
suyo que parecen venidas para que cada cual se esté
I en su casa: y pasárselas enteras corriendo de calle en
calle y gozando más cuando menos nos divertíamos!...
lavamos que eso es de seres irracionales! Por eso
I cuando la luz del día (mortecina y abrumadora para
I €l que no se ha acostado) alumbraba nuestras caras
j amarillas y descompuestas y nos mirábamos los ojos
I con fijeza, nos daba, aunque nada decíamos, algo así
I como vergüenza; el chiste o la agudeza dicha por
! alguno, siendo de noche, y coreado por todos con ri-
sotadas interminables, nos parecía de día triste y anti-
pático; y cuando con la guitarra sin cuerdas a la es-
palda, como comparsa de ciegos en feria, con el
amargor en la boca y la pesadez en los miembros, nos
despedíamos para ir cada uno a su casa a descansar
un momento, sentíamos, por lo menos yo, pequeño
remordimientillo en el alma y gran envidia a los al-
deanos que abrían ya sus puertas y salían silboteando
a trabajar, alegres, sin la inquietud mía en el corazón,
y con el cuerpo fortalecido por el descanso y el sueño.
iQué camas me pintaba entonces mi mente!
Tan grande como es el extravío debe ser siempre
el arrepentimiento, tan grande como es la culpa debe
148 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
ser firme el propósito. Y mi propósito creo que es
firme, si Dios me ayuda.
Voy a consagrar todas mis fuerzas al estudio, a
ver si puedo ser algo más de lo que hoy soy. Todos
vamos a hacernos viejos metodizados, para imitaros a
vosotros los positivistas, que entendéis la vida mejor
que nosotros mil veces...
La cuestión era hacer algo que no sea bien hecho^
Por eso hace unos cuantos días salimos a tirar al
blanco con los fusilones de la guardia civil, a caballo;
y el mío (el caballo) se desbocó con mi personilla
encima, se cegó corriendo, y a lo mejor del cuento
(que lo cuento por milagro) se partió el freno, saltó el
caballo la pared de un cercado, se dirigió sin saber lo
que hacía a un grupo espeso de robles, se zampó por
entre dos que no le daban lugar a pasar y... ¡ay mi
pierna derecha! Aunque no me cayó, me hice dos he-
ridas en ella contra el tronco del roble, y el caballo
quiso caer con la frente el tronco de otro, que se puso
por delante; pero afortunadamente para mí, botó como
una pelota hacia atrás. ¿Crees que me arrepentí? Pues
eniadía me volví a montar cojeando, antes de que
llegaran los otros, que venían tras de mí a todo correr,
y, sin freno y sin nada, le di al caballo tres gruesas de
carreras, que lo dejaron bueno y manso.
Te digo que si me dejo despedir de la silla, me
mata. Es un potro de tres años de un amigo mío; pero
tan bravo (el potro) que hace seis o siete días se ha
vuelto a desbocar con otro ginete encima. ¡Oh, si mi
mamá lo supiera!...
En fin, vale más tarde que nunca. A los arrepenti-
dos quiere Dios.
DE GABRIEL Y GALÁN
149
Antes de ayer apadriné un niño de los dueños de
la casa donde vivo. Tuve en casa cuarenta convida-
dos me gasté... unas perrs^s, y nada más.
Nunca me hablas de Esperanza. Ni de tus grandes
proyectos para el porvenir, ni de cierta clase de aspi-
raciones, ni de cierto género de pensamientos. Si los
tienes ¿por qué me los ocultas? Si no los tienes ¿habrás
dado un paso atrás en el camino que ha tiempo habías
emprendido?
Ando en este asunto sumergido en un mar de du-
das... vamos, casi tan alborotado como el que se co-
mió quinientas presas de carne del «Utopia».
Aquél sólo Dios podía calmarlo; el mío puede
rosegarlo una carta tuya.
Que es esperada por tu siempre afectísimo
José María.
Devuelve mis recuerdos a Angelito...
Adiós.
Guijaelo y Abril 1891.
SUSPIROS
Solo, triste, perdido sin sosiego
Del mar del mundo en las inquietas olas^
Sin apagar de mi dolor el fuego
Vuelvo de nuevo a lamentarme a solas.
Ha tiempo ya que entre celajes de oro
Hermoso edén en mi ilusión soñé.
¿Quién mi ilusión arrebató?... lo ignoro
¿Quién goza en mi martirio?... no lo sé.
Yo sólo sé que mitigar deseo
Este pesar que arrebató mi calma;
La causa de mi pena no la veo,
Y sin embargo me desgarra el alma.
Tal vez será que el alma se lamente
En fuerza de sufrir, ya sin motivo;
Pero mi pobre corazón no miente
Y me hace ver las penas en que vivo.
Nadie comprende, porque a nadie importa,
Las tristes penas de mi vida amarga;
Vida que en dicha y en placer es corta
Y en desventuras y en sufrir, muy larga.
¿Quién causó mi placer? un sueño necio;
¿Con quién soñó mi alma? con mi bien.
¿Quién causó mis angustias? su desprecio;
¿Quién mató mis ensueños? su desdén.
DE GABRIEL Y GALÁN
151
En medio de mi pena y desconcierto
No tengo nunca un cariñoso amigo
Que me enjugue las lágrimas que vierto
Y se venga a llorar también conmigo.
Aunque lo quiera y aunque así lo anhele,
No ha podido encontrar el alma mía
Ningún amigo fiel que me consuele
Cuando yo le contase mi agonía.
Siempre sufriendo mi cruel martirio
Turbado veo mi soñado edén,
Y la niña que amaba con deürio
Ha pagado mi amor con un desdén.
Su mirada de angélico candor
No quiso mi pesar calmar jamás.
¿Y con qué la he pagado?... ¡con mi amor!
¿Y cuál es mi venganza?... ¡amaria más!...
J. M.^ G. Y G.
CARTA 16.*
Guíjuelo 4 de Noviembre 1891.
Mi buen Casto: Si esta carta no corre la suerte de
las demás; si al fin llegase a tus manos, recibe con
ella la expresión más pura del sentimiento amargo
que comprime el corazón de tu amigo, desde que ayer
recibió la tarjeta de defunción de Merceditas, que se
fué al Cielo.
El dia anterior recibí también tu última carta fe-
chada allá en 1.^ de Octubre. ¿Quién se opone a que
nos hablemos? Allá va como testimonio de mi veraci-
dad, un pedazo del sobre sellado ¡en Nava de Béjar! (*)
Ha venido por el Sur de mi provincia. ¡Cuánto habrá
corrido! Igual o peor suerte habrán corrido las mías
dirigidas a ti y a Antonio, cuyas contestaciones aun
no he recibido.
Hablaremos de esto otro día.
Rogué por tu hermanita a Dios, cuando ya estaba
con Él. Hoy, sin embargo, le pido un pedacito de Cie-
lo para ella, fuerzas para el espíritu atribulado de tus
padres y resignación para ti.
Bien sé que cuando lleguen a tu alma estos con-
(*) Véase como andaba nuestro correo! Con frecuencia desesperante
se extraviaban, o se perdían para siempre, las preciosas cartas de Galán,
y hasta nuestras pobres contestaciones.— (N. del E.).
154 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
suelos tardíos, habrás llorado mucho a tu hermana;
habrás sentido en el corazón la punzada cruel de los
verdaderos dolores de la vida, junto con la pesadez
profunda y aniquiladora de esas negras penitas, que
nos envía el que más tarde nos dará su gloria. Todo
esto es natural y te ennoblece.
Lo que no quiero suponer, porque no quiero que lo
hagas, es entregarte tú mismo de lleno al dolor, ator-
mentándote tú mismo con él, en vez de procurar es-
quivarlo cuando sobrepasa límites determinados. Por-
que tú no te perteneces. Y creo excusado casi decirte^
porque tú lo comprendes, que tus energías son nece-
sarias para otras cosas ahora. De ellas precisas para
sobreponerte con espíritu fuerte y alma grande a tu
dolor, y atenuar en lo que puedas el de tu madre, que
es el dolor de los dolores.
Aunque sólo humanamente consideremos a nues-
tra Santísima Virgen María, no nos formaremos apro-
ximada idea de su amargura cuando exclamaba sin su
Hijo: «Atended, hombres, y ved si hay dolor que se
iguale a mi dolor>.
Solamente pensando en lo que nosotros sufriría-
mos por la pérdida de nuestras madres, y consideran-
do encima, aunque no nos lo parezca, que sus almas
guardan más cariño hacia nosotros que las nuestras
hacia ellas, llegaremos nada más que a concebir, y
acaso incompletamente, lo que pasará por ellas con la
pérdida de un hijo.
Calcula luego que el dolor por la pérdida de un
sér querido, es proporcional al cariño que hacia él se
tiene, y comprenderás cuán necesitada estará de con-
suelos una madre a quien le arrebatan un pedazo de
su alma.
Aparte de que, como buen hijo, necesitas para lo
DE GABRIEL Y GALÁN
155
que te dejo indicado, tus vitales energías; como hom-
bre, y como hombre cristiano, es menester que con-
serves, aun dando a los sentimientos del corazón algo
de lo que es suyo, la serenidad de espíritu y la forta-
leza de ánimo propia de las almas bien templadas y
suavemente empapadas en el aroma fortalecedor de la
fe y de la Religión.
Seguro, segurísimo de que tal harás, no te molesto
más con consideraciones, que no sé si producirán
efecto contrario del que me propongo, con lo cual
sufriría no pequeño disgusto.
Escríbeme en seguida, en seguida, que tengo varias
cosas que decirte.
Y no olvides que se apropia para sí parte muy
buena de tu sentimiento
José María.
CARTA 17.^
Querido Casto: No sé cómo empezar una carta
que no debiera escribir. Te di cuenta oportuna de mi
pensamiento de hacer oposiciones en la convocatoria
del pasado Noviembre, te di las señas de la casa don-
de me instalé en Salamanca, empecé los ejercicios,
los continué y los concluí, y una sola letra tuya no vi
que me diera ánimos y fuerzas para la lucha (*).
Antes de mi última escribí otras dos; una con mo-
tivo de la infausta desgracia que os aqueja con la
muerte de Merceditas, que está en el Cielo, y otra
para tus papás con el mismo tristísimo motivo, procu-
rando dar algún consuelo a su espíritu atormentado
por tan rudo golpe.
Nada me extraña el silencio de tus papás a mi
carta-pésame, que iba también firmada por los míos,
porque su dolor les dejaría sin gusto para nada. Mas,
aunque a ti te ocurriese lo propio, debiste contestar-
me (**), sobreponiéndote a todo para darme una parte
del dolor que a ti te aquejó. Te perdono, a pesar de
todo, porque de todo eres digno en circunstancias
normales, cuanto más en las tristes porque has atra-
vesado.
¡Pobre Merceditas!... Aunque renueve en parte tu
pena, permíteme que recuerde los ratos de alegría
(*) El correo extravió la contestación. — (N. del E.)
(**) Idem, Ídem.
158 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
(que tampoco yo gozo con recordarlos) que pasamos
a la puerta de tu casita, en las noches de aquel verano
de eterna memoria mía!...
Si algún día vuelven mis pies a hollar el suelo del
país que me recibió como a su propio hijo, ya acudi-
rá a mi cabeza un recuerdo triste ¡sólo uno! entre
todos cuantos me traje y dejé en tu patria.
«¡Qué le hemos de hacer!» «¡Sea lo que Dios
quiera !> «¡ Paciencia !> Estas frases, que son las tapa-
deras del dolor que hierve debajo de ellas, son las
únicas que brotan de mi boca cuando me duele el
corazón.
No sé qué decirte que tú no sepas.
En determinadas ocasiones, si a decir me pusie-
ra, diría quizás herejías sin saberlo
Y descendiendo desde las cumbres de las ideas
incomprensibles, de las cosas que no compagino con
otras cosas, a los pedregosos valles de la vida prácti-
ca, te diré que, terminadas las oposiciones, me dieron
el primer lugar entre los 68 aspirantes presentados.
Elegí la villa, o la ciudad o lo que sea, de Piedrahita,
en la provincia de Ávila, y allí me tendrás (cuando
me envíen desde la Corte el nombramiento), con más
sueldo, más distancia a mi pueblo (nueve leguas) y más
penillas por consiguiente; pero con el mismo corazón,
con el mismo, sino más, cariño hacia ti, que no te
puedo olvidar, aunque quisiera.
Ahora estoy malo. Efecto acaso de los malos ratos
que me llevé antes de las oposiciones, ya cien veces
nombradas, hay en mí un desequilibrio a consecuencia
del predominio del sistema nervioso; ¡porque has de
saber que estoy casi siempre nervioso!
Cuyo desequilibrio o lo que sea, me produce fuer-
DE GABRIEL Y GALÁN
159
tes y continuados dolores, variables, pero que radican
casi siempre en los huesos de la cara y a veces en el
pecho, haciéndome creer, cada vez que en tal sitio se
presentan, la visita de una fulminante pulmonía que en
pocos días dé conmigo en la tumba ¡Dios quiera
que no!
Por si acaso, escribe pronto a tu
José María.
Hoy 1? de Febrero de 1892.
Mil recuerdos a tus papás.
I
CARTA 18.^
Piedrahita 4 de Mayo de 1892.
Mi buen Casto: Hace 15 días que llegué a esta
villa avilesa y los he pasado hospedado en una mala
posada hasta hoy, que he podido, por fin, instalarme
en la magnífica casa que me da el Ayuntamiento para
vivir.
Aquí la tienes; es toda tuya desde las tejas hasta el
cimiento, y creo que así lo considerarás sin que yo
invente cumplidos y etiquetas.
He tenido más de veinte días en Frades una carta
escrita en contestación a tu última, y no te la envié es-
perando venirme de un día a otro a Piedrahita y escri-
i birte ya desde aquí dándote algún detalle de esto.
Hoy llevo escritas nada más que 18 cartas de ofre-
cimiento, como comprenderás, y he dejado la tuya pa-
ra la última esta noche, con el fin de dedicarte más
tiempo que a los demás.
Vivo como te digo, en mi casa, acompañado por
un honrado matrimonio sin familia, que he buscado
para que me cuide y me dé de comer.
Me tratan muy bien, aunque verdad es que también
lo pago bien...
I En mi anterior (la que no he echado al correo) te
i daba cuenta, entre otras cosas, de una de altísima im-
portancia para mi familia: la próxima boda de mi her-
mana Carlota.
12
162 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Sí, hijo mío; se me casa la segunda y última herma-
na que aun estaba al lado de los pobres papaítos, que
se van quedando ya solos en el nido. ¡A eso llaman
leyes de la vida! A dejar los pájaros, cuando ya pueden
volar, a los padres que los criaron!...
Dejemos también esto.
Con la Carlota tenemos un consuelo, que no hemos
tenido con Enriqueta, la mayor, que no sé si recorda-
rás que está casada en un pueblo que dista tres leguas
del mío. Carlota se queda en el pueblo donde nacimos.
Y ahora te hablaré del que va a ser pronto hermano
mío. Es el médico de Frades.
Hace ya tres años que está desempeñando su pro-
fesión en él y, como joven todavía, es el primer pue-
blo en que ha ejercido, después de terminada su bri-
llantísima carrera.
¡Y no vayas a creer que lo alabo porque va a ser
mi hermano! Si otra cosa fuese, por gravedad que re-
vistiera, yo te la diría a ti como se lo diría a un con- j
fesor. !
Es, en verdad, un talento en su profesión; pero un j
talento de verdad, no de aparato.
Constantemente fué el número 1 en la Escuela de |
Medicina de Salamanca, de cuya capital dista su pue- i
blo una legua; y en su hoja de estudios no hay más j
notas que la de sobresaliente, habiendo obtenido ade-
más matrículas de honor y cuantos premios por oposi-
ción se dieron en su época.
Desde el día que llegó a Frades, antes de conocer
todavía a mi hermana, he sido su amigo de confianza;
quiero decir que conozco su fondo moral, y excusado
es decirte que si no me satisñciera, no consentiría que
la boda se realizase. En tres años de íntimas relaciones
de amistad, hay tiempo, a mi entender, de conocer a un
DE GABRIEL Y GALÁN
163
hombre moralmente; pero, como todos somos falibles,
podré acaso equivocarme, lo que Dios no quiera que
suceda. En fin, te repito el encargo que en la referida
carta te hacía: reza una salve y un padrenuestro por la
futura dicha de los que para siempre se van a unir
ante Dios.
La boda estaba dispuesta para el 14 de los corrien-
tes; mas por estar enferma una hermana del médico,
es posible que se retrase algo.
Pasado mañana dará la justicia, en esta localidad,
el triste espectáculo de la ejecución de la reo de un cri-
men cometido en una dehesa de este partido judicial,
hace ya dos años.
¡Dios la recoja en el Cielo!
Se me olvidaba decirte que mi hermano Baldomero,
<jue está en la Corte doctorándose en Derecho, ha prac-
ticado el l.er ejercicio de oposición a las plazas de
Abogados del Estado vacantes, y que ha sido uno de
los veintinueve aprobados, entre ¡¡214!! que se presen-
taron. Veremos si lo tumban en el 2.^ o 3.^^ ejercicio.
Escríbeme en seguida y mucho; y háblame de cosas
tuyas que yo no me atrevo a preguntarte y que tú pue-
des suponer. Me tienes a media miel de noticias y de
asuntos tuyos. Creo hasta que me escribes por cum-
plido. Si yo lo hago dos veces, tú otras dos y nada más.
¡Cuándo podrá ahogarte con un abrazo
José María!
Piedrahita (Avila) Mayo 4-92.
CARTA 19.^
Inolvidable Casto: Me temo que ésta corra la misma
suerte que mi anterior: o extraviarse o, lo que es aún
peor, no ser contestada. A no existir causa grave que
te lo haya impedido (y quiera Dios que no exista), no
comprendo por qué no has contestado a la referida
carta, cuando en ella, entre otras cosas, te daba cuenta
de mi definitivo establecimiento en esta villa, y además
como asunto para mí más importante, de la boda de
mi hermana Carlota con el médico de mi pueblo.
De ambos asuntos te daba minuciosos detalles y
te pedía últimamente contestación pronta. Al no ha-
berla recibido, a pesar del tiempo transcurrido, vuelvo
a escribirte porque sospecho que estás enfermo o que
ocurre cualquiera novedad en tu familia, porque sólo
éstas son las causas suficientes para disculpar tu
silencio.
¡Quiera Dios que haya sido por pereza! Y no por
otra cosa.
Si por lo primero, en cualquiera forma que puedas
dame cuenta de todo, porque mi alarma es muy
fundada.
Si ha sido por pereza, sacúdela, hijo, sacúdela y
contéstame a ésta, ya que no lo hayas hecho a la
anterior.
Por si estás capaz para leer, allá vá la
166 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Sección de noticias. 1
La boda de mi hermana se celebró y fué mu lucidaJi
gracias a Dios, aunque como siempre, hubo algo que
lamentar. Mi hermano Baldomcro estaba, como sabes^
doctorándose en la Corte y haciendo oposiciones a
unas plazas vacantes de Abogados del Estado.
La víspera del enlace, fueron a buscarlo a Sala-
manca y trajeron, en su lugar, un telegrama suyo-
anunciando con sentimiento que no podría asistir,
porque le plugo al Ilustrísimo Tribunal alterar los días
señalados para el último ejercicio, (pues ya había
practicado los dos primeros) y le correspondía practi-^
car el tercero precisamente el día de la boda. Esta no
pudo volverse a prorrogar de nuevo, porque los invi-
tados forasteros, en número muy crecido, estaban ya
camino de mi pueblo. Y ahí tienes la nota única triste,
en medio de tanta alegría y de tanto jaleo.
Yo regresé a esta villa cachao, hijo mío, por haber
pasado cuatro días de jolgorio y cuatro noches de
bulla, sin dormir cuatro horas en conjunto.
Noticia número 2.
Y bastante gorda, por cierto. Mi hermano Baldo-^
mero ha obtenido el 7.^ lugar entre los doscientos
y pico opositores y, por tanto, le corresponde una
plaza.
Es más, aunque se anunciaron 25 de éstas, sola-
mente nueve o diez son las que actualmente están
vacantes y que hay que cubrir en seguida. Los que
hayan obtenido las demás, quedan en espera, agrega-
dos al cuerpo de aspirantes.
Como ves, mi hermano, empezará en breve, Dios
mediante, a desempeñar su destino.
Ya ves que, licenciarse el pasado año y obtener en
DE GABRIEL Y GALÁN
167
éste, por oposición, tan buen destino, supone ¡un
triunfo! para un muchacho que no gasta todavía
bigotes-
Verdad es que no hay que juzgar su mollera por
la mía, por eso de ser hermanos.
Te comunico estas cosas, porque creo que, cuando
menos, no han de desagradarte.
Entre las capitales donde están las vacantes figu-
ran Córdoba, Oviedo, Lugo, Zaragoza y Valencia. Ve-
remos donde lo llevan. Desearía que fuese a un puerto
de mar.
El asunto de que voy a hablarte, estaba destinado
a tratarse cuando tú me escribieses, pero mis deseos
respecto de él, me obligan a tratarlo en la presente
misiva. A juzgar por la época, que ya está próxima,
supondrás a lo que me refiero.
Como en años anteriores no han sido suficientes
para moverte de tu pintoresca tierra los resortes del
cariño, que en ti casi no funcionan por efecto de
paulatino desgaste; he registrado cuidadosamente la
colección de tus cartas, que siempre conservaré, bus-
cando textos que den autoridad a mis pretensiones y
fuerza a mis súplicas y ruegos.
Y he hallado lo que buscaba.
En ocasiones distintas, me has prometido sin ro-
deos ni salvedades, venir este verano a cumplir la
visita que me debes. Y creo yo que todo hombre que
se precie de caballero, debe cumplir lo que solemne-
mente promete, aunque para ello tenga que sacrificar,
ya alguna de sus caras afecciones, ya sus intereses
materiales... (¿)
Al menos yo lo entiendo así, y así lo hice siem-
pre... ¡ya lo sabes tú! Seré acaso un caballero... an-
168 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
dante, como los de Cervantes; mejor: aquéllos eran
los que tenían la idea pura e inmaculada de la caba-
llerosidad, y no los caballeros de hoy día que son casi
todos unos faramallas y unos cochinos. Yo no te ten-
go por tal, y creo que la negativa de tus promesas no |
ha de obligarme a hacer copia literal de las mismas.
Harto doloroso me es apelar a la dignidad, y no al
cariño, para hacer que cumplas tus deberes... ¡tampo-
co de cariño ! sino de pura cortesía.
¡Qué contrastes! Yo le robé a mi madre 30 días
para dártelos a ti y tú me robaste a mí otros 30, cuando
menos, para dárselos a las señoritas que van a tomar
vientos, digo, aguas a tu pueblo. Es decir que en la
lucha entre el cariño y la cortesía, venció ésta. Por
eso apelo hoy a ella.
Bien comprendo, hijo mío, muchas cosas. Com-
prendo que, después de haberte pasado la mayor
parte del año fuera de tu casita y lejos de tu familia,
es casi injusto dedicar el resto del tiempo que nos
dejan libres nuestras pesadas tareas, a personas que
no sean tus papás.
Comprendo, hijo mío, que hay compromisos so-
ciales, si no imposibles, al menos difíciles de evadir.
Comprendo del mismo modo, que tienes además
de tu familia, otras clases de afecciones que te llama-
rán a voces...
Comprendo también, además de todos estos debe-
res, tas mismos deseos de volar hacia tu pueblo, que
te atraerá con la fuerza que a mi el mío me solicita.
Comprendo que todo viaje, por corto que sea, trae
consigo... gastos, —¡dichosos gastos!— molestias y
trastornos.
Comprendo... ¡hasta que quieras dedicar la tempo-
rada del descanso a tus estudios!
DE GABRIEL Y CALÁN
169
Y comprendo, finalmente, que parecerá de mal tono
improcedente, incómodo y hasta de mal gusto, que el
que vive en una tierra que es el paraíso del estío, que
a tantos viajeros llama, salga de ella en el estío para
meterse en el horno de Castilla, calcinada por un sol
insoportable, tan árida, tan triste, tan poco coquetona...
¡Ya ves si lo comprendo todo, Castito!
Pero comprendo también que la amistad sin sacri-
ficios... es prosaica teoría.
Comprendo que es menester cultivar todas las
afecciones, refrescarlas, para que no se agosten, como
la espiga de trigo de mi tierra... atenderlas, porque
todas lo merecen! y corresponderías en algo... ¡pará
que no se mueran de la anemia del olvido! ¿Lo oyes,
Casto?
Comprendo... que yo te quiero, ¿no sabes ya que
te quiero? ¿no sabes ya que te quiero mucho?
Yo necesito algo ¿lo oyes? Me conformo con muy
poco, y como respeto todas esas otras afecciones
luyas, les dejo para ellas la mayor parte del tiempo
que yo necesitaba que me dedicases.
¡Las vacaciones duran 45 días!... Si me correspon-
den 8, me conformaré resignadamente con 8.
Cuento los días que tardará en llegar acá tu próxi-
ma carta, y con ansia viva la espero.
Y hasta... ¡pronto!
Te abraza
José María.
Piedrahita (Ávila) 4 de Junio de 1892.
CARTA 20.*
4 Agosto 92.
Querido Casto: Desde el día en que cayó en mis
manos tu última carta hasta fines de la pasada semana,
he estado abrumado bajo el peso de unas intermiten-
tes tercianas que el cambio de clima, agua y aires me
regaló en Piedrahita. En fuerza de cuidados y de en-
gullir altas y repetidas dosis de quinina, han desapare-
cido tan ingratas huéspedas, y quiera Dios que sea
para no volver.
Después de lo dicho por ti en tu última y ya referi-
da, yo no sé, hijo mío, en qué sentido escribirte ésta.
¡Me da miedo decirte nada, y me da miedo no decirte
nada!
Lo que sí voy a decirte es que tengo, más que el
presentimiento, la casi seguridad de que no nos vemos
por ahora, hijo mío.
¡Y esto me duele, me duele; me duele tanto, que
más no puede dolerme !... ¿Y por qué no me has escrito?
Yo aquí, solo y malito, y sin saber nada de ti.
¡Acaso a estas horas estés casado!... ¡acaso seas
feliz y yo sin saberlo !
Díme lo que haya, lo que pienses, lo que hagas.
Yo, a lo ya dicho ahora y antes de ahora, nada
quiero ni puedo añadir... porque no puedo...
Escríbeme en seguida, sí, en seguida a este mi que-
172 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
rido Frades. Leeré tu carta que espero será larga, a la
hora de la siesta... de esas siestas largas y abrumado
ras que tanto me están haciendo soñar despierto, en
estas horas en que pienso en ti tantas veces!
Hablaré con tus escritos ya que no pueda hacerlo
contigo, como llegué ¡ loco de mí ! a figurarme.
¡ Qué ratos tenía soñados para los dos! ¡Qué me
importaba a mí que el aire que respirásemos fuese más
o menos cálido, ni que el paisaje que nos rodeara fue
ra un poco más triste que esas sonrientes playas, ya
demasiado sobadas por las gentes !
Para el que sueña le es indiferente cuanto le rodea
porque no ve.
Yo lo comprendo; te extrañará y acaso te haga reir
este lenguaje, propio de un cursi muchacho, que h
venido a su pueblo a veranear.
Pero también tú has soñado. Lo que hay es que ho
estás tocando dulcísimas realidades y los sueños te da
risa... haces bien... «el que venga detrás, que arrée>
Llámame cursi, pero déjame serlo. ¡Bah! tonterías
Yo dejara de ser cursi si, cuando digo lo que pienso
pensara como lo digo; pero la tontería está precisa-
mente en perfilar lo que se dice... ¡dejarlo!
Ya que no de otra cosa, serviré de distracción. Yq
pensaba que este verano los dos no dormiríamos, sin
gozaríamos estas siestas de Castilla.
¡Qué idea tendrás tú de ellas, cuando tantas veces
te hablé del mismo tema!... ¡pobre Casto!
Creerás acaso que son éxtasis dulcísimos a la som-
bra de sauces y llorones, allá en lo espeso de la fronda
cargada de sabrosas humedades, que prestan las aguas
de una fuente que mana a borbotones!... ¡Y aquí no
hay sauces, ni llorones (a no ser yo) ni frondas!... ni
casi aguas para beber...
DE GABRIEL Y GALÁN
173
Aquí todo es simétrico, regular, como cortado a ti-
jera. Hasta las sombras son así; la triangular del cam-
panario, la dentada del alero del tejado... la circular de
la encina, que cae sobre la hierba abrasada y seca; rí-
gida, inmóvil, como si fuera una gran mancha de tinta
sobre satinado papel de color de barquillo, o la boca
de un pozo obscuro y redondo...
En esas sombras me duermo yo con los ojos abier^
tos, con el cigarro encendido, con el cerebro abrasado
y la frente sudorosa, y... ¡cosa rara! casi nunca pienso
en lo porvenir; casi siempre en lo pasado y en lo pre-
senté; ¡ con qué placer pienso en mis virtudes y con
qué dolor agri-dulce en mis locuras, en mis debilida-
des... en... cosas! ¡ay, pero qué cosas! Aveces tengo
que cerrar los ojos para ver más claro y sentir mejor
lo que, con ellos abiertos, ni sentiría ni vería!... ¡Qué
estúpida es la escritura para decir ciertas cosas! ¡Dios
sabe como yo te las hubiera dicho con la lengua y
sobre el terreno L. ¡Qué estúpida es la escritura para
decir ciertas cosas!
Escribeme y dime... lo que quieras.
Mil recuerdos a tu familia presente y futura, sin ol-
vidarte de la de Antonio, y quiere mucho a tu
José María.
Di si Antonio merece que le dé por algo la enhora-
buena, porque no me atrevo a tomar como cierta to-
talmente una noticia que acabo de leer en un periódico
de Madrid, por si fuese un error del periódico o una
casualidad.
¡Cuánto me alegraria que resultase cierto!
CARTA 21.*
Piedrahita y Septiembre 9 de 1892.
No hay que ser tan ideal. Con un muy mediano cál-
culo, para saber dividir 45 dias en cualquier número de
partes, ya iguales... ya proporcionales al asunto a que
deben destinarse; con un regular sentido práctico para
no dejarse arrebatar por ilusiones que realmente han
sido irrealizables, y con un muro de contención para
las corrientes de optimismos que ya se desbordan, se
evitan a veces contrariedades que a todo saben menos
a miel. Y esto lo digo porque había comenzado a pa-
ladear el dulce saborete de tu venida, y me quedé por
último con la boca abierta, seca y amargosa.
Quiera Dios que te vean estas letras completa-
mente restablecido de tus dolencias, que es lo primero.
Pero allá va un consejillo con cara de malhumora-
do, y regañón como él solo: aunque < entre dos que
bien se quieren» son muy gratos los sueños de la es-
peranza, que hacen ver realidades las ilusiones, cuan-
do éstas son imposibles totalmente, ¡nunca, nunca
deben hacerse concebir a la persona que las ansia, y
que en el menor detalle funda un castillo... de fichas
de dominó!
Esa conducta es egoistona, porque la persona que
así obra, goza engendrando y concillando esas espe-
ranzas; cruel, porque luego esos engendros mueren en
176 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
feto, sin llegar a los brazos de quien los espera^
¿Lo oyes? j
El palabreo será naturalista y hasta espeso inclusi-
ve; pero la substancia de la cuestión bien la com-
prendes.
¡De sobra que sé yo que a ti tampoco te habrá
agradado la broma, y que si no tuviéramos esperanzas
ni ilusiones... estaríamos medrados!
Pero... (tengo la nobleza de confesarlo) te argu-^
mentó de este modo... ¡porque me ha dolido mucha
no sé qué, y no tengo a quién quejarme, ni a quién
herir, ni... ¡qué sé yo, porque ni yo mismo sé lo que
me pasa!
Quisiera no verte enfermo para injuriarte cuanto
pudiera, para insultarte como yo insulto cuando me
pongo de esta manera...
Y no es porque lo merezcas, que tú no te lo mere-
ces. Casto querido; es porque (¡y cualquiera se reirá!),
porque siento a veces un bárbaro deleite con injuriar
a quien más adoro...
¡Es increíble lo que me pasa! pero es verdad; mal
explicada, sí, pero verdad al fin; aunque explicada tan
mal por... miedo, sí, por algo de miedo; no porque no
pudiera explicarlo algo más claro.
¡Dejemos esto!... que me hace mucho daño, queri-
do Casto, ¡¡querido Casto!!
¡No hagas caso de mis locuras... ni trates de pe-
sarlas nunca! me pertenecen a mí solo: ¡son mías!
Que Dios no niegue la salud a tu cuerpo, ni arran-
que de tu alma el cariño que haya en ella para este
pobre loco, que llaman
José María.
¡PATRIA MIA!.
porque has de saber, amigo mío, que todos
los años, en el verano, hago un cantar para mi
pueblo.
Y te mando éste —el cantar— porque algo te
corresponde en él.
Si te extrañas de que en el siglo que corre
haya todavía hombres que se ocupen en cosas
tan inocentes, satisfaré y haré desaparecer tu
extrañeza, natural en un chico fin de siécley con-
testándote que aun quedan en el mundo hombres
honrados.
J. M.« G. Y G.
25 Septiembre 1892.
I
Rodando en la corriente del mundo vano
como rueda una arena sola y perdida,
me encontré con un hombre, Uamélo hermano
y te lo di por hijo, patria querida.
Pasado luego tiempo, te abandonaba,
y en unión de aquel hombre, yo visitaba
la tierra en que se asientan sus pobres lares...
y canté aquella patria que se me daba!...
¡maldita sea la lira con que cantaba,
y malditos los ecos de sus cantares!
Yo no tengo más patria que esta aldeita
donde está todo el fuego de mi cariño;
el corazón sin ella se me marchita,
pero pensando en ella se vuelve niño.
13
178 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
¡Patria mía querida, que con tu aliento
haces quejar de nuevo con voz vibrante
la fibra más doliente del sentimiento
que se oculta en el pecho de un hijo amante-
no llores, si aquel hombre de quien te hablaba
no ha venido a abrazarte y a conocerte;
no admitas aquel hijo que yo te daba,
si en un lejanó día viniese a verte.
No amargues con tu llanto mi pobre vida
porque aquí estoy yo solo para adorarte;
duérmete y no me llores, porque, dormida,
me tendrás a tu lado para cantarte,
^ ¡patria querida!
Porque tú me adoraste con ardimiento,
porque tú me has amado con fe constante,
porque tú bendeciste mi nacimiento,
y no puedo olvidarme que, siempre amante,
de tu brisa amorosa con el aliento
tú me arrullabas,
cuando dormía
sobre mi cuna,
y me besabas
cuando reía
sin pena alguna,
con la alegría
de la ignorancia,
que el alma mía
ya no ha gozado
desde la infancia
ni un solo día!...
DE GABRIEL Y GALÁN
179
II
Mi patria es la aldeíta donde he nacido,
donde tengo los padres que me criaron,
donde existe aún caliente mi pobre nido,
donde alientan los seres que me mimaron,
donde viven las almas que me han querido,
donde vuelan las auras que me arrullaron.
Si no fueron ingratos ni olvidadizos
los hijos que a tus pechos se amamantaron,
no llores tú desprecios de advenedizos,
que de pisar tu suelo se desdeñaron,
porque no eres la cuna de los hechizos
donde ellos se mecieron y se criaron.
Pero tú eres la virgen ruda y bravia
que escondes el tesoro de tu pureza,
más clara que los rayos del mediodía,
que tuestan tu morena gentil cabeza.
Eres la campesina que sólo ansia
ver sin hambre a tus hijos y sin tristeza;
por eso les regalas pan y alegría;
y si algún hijo indigno de tu terneza
por buscar más placeres se te extravía,
le dices: «come, canta, trabaja y reza,
y no busques la senda que te hundiría
de ignorados abismos por la aspereza».
No llores, pues, si un hombre te quiso un día
menospreciar acaso por tu rudeza,
¡no, patria mía!
que si no eres del mundo la maravilla
ni eres de la hermosura supremo exceso,
eres la madre tierna, ruda y sencilla,
que a tus hijos veneras con embeleso;
180 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
y yo, sólo por eso, te quiero tanto,
que hasta llamarte madre mi amor me lleva,
y sólo tu recuerdo bendito y santo
me hace bueno, me arrastra, y hasta me eleva
desde el pantano
sucio y liviano
de las pasiones,
donde revuelcan
encenagados
los corazones
desesperados
sus ilusiones...
hasta la cumbre
de paz y calma
de las virtudes,
en cuya lumbre
se inunda el alma
de resplandores;
se dignifica
con la agonía de los dolores;
se purifica
con la alegría de los amores.
III
Verdes lomas cubiertas de matorrales,
laderas guarnecidas de robledales,
nidal de negros cuervos y ruiseñores,
pradera salpicada de manantiales,
archivo de recuerdos encantadores!...
Patria mía, que enciendes mis ideales,
que conservas la historia de mis mayores!..-
tú siempre has sido y eres la dulce idea
DE GABRIEL Y GALÁN
181
que ilumina mis sueños de resplandores,
que a mi espíritu enfermo cura y recrea,
que endulza de mi vida los amargores.
Porque haya habido un hombre que ingrato sea,
no quiero que te aflijas, ni que lo llores,
¡plácida aldea!
que si a ese hombre le ha dado cuna ostentosa
aquella tierra hermosa, cuya presea
borda de rubias perlas la mar furiosa
que con salvaje arrullo la galantea,
tú, más casta que ella, más candorosa,
la sencillez severa que te hermosea
guardas, como la virgen más pudorosa,
en el aro de montes que te rodea.
No llores el desprecio del hijo ingrato
de la altiva sultana, rica y liviana,
que es la más lujuriosa de las mujeres;
porque si él es hijo de la sultana
que emborracha sus hijos con los placeres,
yo soy el hijo amante de la aldeana
que alimenta sus hijos con pan moreno,
y les dice, cual madre pobre y cristiana:
«Come, canta, trabaja, reza y sé bueno.
Tus desventuras
sufre con calma
noble y sincera;
¡y ama, si el alma
te lo pidiera!
Que el alma buena,
se purifica
con la crudeza de los dolores;
se dignifica
con la pureza de los amores».
182 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
IV
Tú, patria mia, no tienes de azahar un velo,
ni mares que te arrullen enamorados,
ni montañas que escalen el mismo cielo,
ni bosques con verjeles entrelazados.
Lucir tampoco puedes en tu garganta
de nácares y perlas rica presea;
y aunque tú estás guardada de gente tanta
como a la gran sultana siempre babea,
ni la brisa marina tu frente orea,
ni puede, aunque quisieras, gozar tu planta
las frescas humedades de la marea.
En tu suelo al viajero tampoco encanta
la luz de inmenso faro que cabrillea,
alumbrando al navio que se adelanta
y en noche borrascosa se balancea
sobre un mar encrespado que al hombre espanta^
y que a la luz siniestra, que lo platea,
y a impulsos de la fuerza que lo levanta,
se agita, fosforece y amarillea,
duerme, ruge, suspira, murmura y canta.
Tú no eres la sultana que se recrea
en la misma belleza que la agiganta,
¡rústica aldea!...
pero eres la aldeana trabajadora
que, al trabajo rendida y a las fatigas,
reclinas tu cabeza de labradora
sobre un haz de maduras, rubias espigas,
que este sol de Castilla calcina y dora.
Tú eres la esposa rústica, la madre sana,
más casta, más salvaje que la sultana.
Si para ti no arrastran del mar las olas
DE GABRIEL Y GALÁN
183
aderezos de nácar, de meleagrina,
ni gárrulos concentos de barcarolas,
tienes, en cambio, campos de mies cetrina,
donde tú te abrillantas y te arrebolas
bajo esta meridiana luz argentina
que, al vibrar de mil flores en las corolas,
tiñe a trozos tu manto de purpurina,
que Dios ha recamado con orla fina
de claveles azules y de amapolas...
Y todo ser que bulle, murmura o trina,
ruge, canta o se mueve sobre tu suelo,
es la voz de un concierto que sube al Cielo;
la esencia inmaculada de aquella idea
que siempre de ti ausente canto y evoco,
¡gárrula aldea,
nido de un loco!...
Si son en ti dichosos tus moradores,
no te aflijas por nada, por nada llores,
que yo te adoro;
¡pero guarda la vida de mis mayores,
como un tesoro,
constantemente!...
porque, si yo te quiero como un demente
y te llamo en mi ausencia con hondos gritos
desgarradores,
es porque están contigo seres benditos
que son el amor santo de mis amores!...
V
Tu sol arde en el Cielo como una hoguera;
sacude, patria mía, la cabellera
de tus viejas encinas y tus sembrados.
184 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
y mándame por ellos la brisa lenta
que agite mis pulmones congestionados
y humedezca mi boca que arde sedienta;
que sacuda mis miembros aletargados
y refresque mi frente calenturienta...
Ha mediado la tarde y el sol abrasa;
la espiga suelta el grano, chasca y se tuesta;
si corre el aura, escalda por donde pasa;
todo sér animado duerme la siesta...
Cántame alguna estrofa pesada y larga,
como las que cantabas cuando era niño...
arrúllame este sueño, que me aletarga,
con un cuento de amores, en que el cariño
me trasporte a otra vida menos amarga!...
¡O cuéntame una historia!... mas no una historia
de esas que el alma queman al escucharlas;
que labran hondos huecos en la memoria,
y que espantan y hieren al recordarlas.
Cuéntame historias largas de trovadores,
de bardos, de poetas y de mujeres...
inyecta en mi cerebro sueños de amores,
y que, siquiera en sueños, tenga placeres...
¡Pero no! si lo hicieras ¡me matarías!
haz que ningún recuerdo mi alma taladre.
Cuéntame lo que quieras de aquellos días
en que sólo soñaba yo con mi madre.
Emborráchame el alma con regodeos
y apariciones místicas de la pureza,
y déjame este cuerpo sin los deseos
del ensueño letárgico de la pereza...
Duérmete tú conmigo desde esta loma
donde ni un ser se mueve ni el aura bulle,
y tráeme de tus montes una paloma
que, oculta en esta encina, mi siesta arrulle.
DE GABRIEL Y GALÁN
185
Cántame los idilios con que regalas
al hijo extraviado que te visita,
y haz de tu amor de madre, con ambas alas,
un dosel en que apoye mi sien marchita...
¡Gracias, patria amorosa, gracias mil veces!
¡Dios conserve y bendiga tus moradores!
¡Dios de tus pobres hijos oiga las preces!
¡Dios les dé pan, virtudes, glorias y amores!
¡Dios aleje la muerte de tu morada!
¡Dios te dé a manos llenas dichas benditas!
¡Dios alegre tu cielo con su mirada!
¡Dios bendiga tus campos y tus casitas.!
♦ *
Tú has combatido siempre mis agonías
con fuerzas misteriosas y celestiales;
por eso hoy, gastado, como otros días,
vengo a buscar de nuevo fuerzas vitales...
¡que se van extinguiendo mis energías!
¡que se van apagando mis ideales!...
Úngeme de esa esencia tan misteriosa
que sacude la anemia de mi impotencia,
y a mi sér da una fuerza bien poderosa
para esta lucha horrible de la existencia.
Satura tú mi sangre con esa esencia,
y no llores por nada, patria amorosa;
canta y reposa,
¡gárrula aldea!
duerme la siesta
sobre esta cuesta
que el sol caldea,
186
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
la luz platea
y el aura tuesta...
Y si es que, mientras lenta la tarde pasa,
no puedes regalarme brisa más fría,
¡bésame en esta frente, que se me abrasa,
y ampara esta cabeza, que se extravía!...
Pero si tú me quieres,
si tú me llamas,
nuestro cariño bendito sea!
Pero si no me adoras
si no me amas,
¡dame a mi madre!!! y ¡adiós, aldea!!
J. M. G. Y Galán-
CARTA 22.»
ESPERANZA-CASTO
€A nadie en el mundo, después de
Dios, querrá el marido más que a su
mujer, ni la mujer más que a su
marido...»
(Epist. de S. Pablo),
EPÍSTOLA LAICA O COSA PARECIDA
¡CON EL ALMA!
Ensueños celestiales arroben vuestros espíritus, y
eróticos deliquios estremezcan vuestras entrañas con
los espasmos del goce...; y brote en vosotros el fuego
del amor puro, a la sombra santa de la bendición sa-
grada, que lo idealiza y acrisola.
Arrullen vuestra unión santa, rumores de ensueños
pasados, latidos de goces presentes y harmonías leja-
nas de dichas futuras... y al eco hermoso del concierto
del amor completo, del amor íntegro y entero, del
amor del cuerpo, purificado al calor del espíritu, fún-
danse vuestras almas en una sola y trasvasen mutua-
mente su sangre vuestras venas para formar un solo
sér.
Comience con la dicha vuestra unión, y acabe
188
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
cuando el zarpazo brutal de la muerte enfríe vuestras
energías y marchite vuestras frentes.
Yo os lo digo: no toméis por amor lo que yo llamo
nada más que el complemento del amor. Amaos con
el amor espiritual ennoblecido por la idea; con el
amor que el hastío no mata, ni el tiempo apaga... Si
así lo hacéis, cuando la mano fría de los años blan-
quee vuestras cabezas y apague y hiele los fuegos del
amor segundo, del amor complementario, seguiréis
viviendo al calor sagrado del espíritu, que nadie apa-
ga, y al calor tibio y suave del hogar tranquilo, en-
noblecido por el cariño y alegrado por los frutos de
ese amor...
Si así no os amáis, sentiréis, después del abrazo
insensato del amor impuro... lo que sienten todos los
hombres: un vacío de amargura, ansiedades infinitas,
algo así como remordimientos... una hartura y un hastío
espantables, mortales inquietudes del espíritu que no
tiene donde posarse... un dejo de aversión disimulada
hacia el sér a quien se amó... cosas mil que yo no sé
explicar... pero que amargan...
Llenad cada uno vuestra alma con el alma entera
del otro; y yo soñaré con vuestra dicha, porque nací
para soñar venturas que nunca logro alcanzar... y para
interrumpir con monótonos cantares, idilios dulces de
amor, como el vuestro.
Siembre de flores vuestro camino el Dios que ha
bendecido vuestra unión, y broten de ella frutos her-
mosos nacidos al choque de vuestros seres y amaman-
tados al calor de vuestro amor.
El fuego del cariño parece el soplo vivificante que
anima el fuego del hogar. Conservadlo siempre latente,
para que el hogar no se enfríe, porque un hogar frío
€S una tumba de vivos.
DE GABRIEL Y GALÁN
189
Dios OS dé pepueños ángeles que alegren vuestra
casa y encanten vuestra vida. El lazo del matrimonio,
sin ellos, es rosa de artificial terciopelo, sin aromas,
amor sin objeto, vida sin estímulos, egoísta vida sin
sacrificios, soledad desconsoladora y triste, existencia
híbrida y terrena, sin besos de ángeles cuando la
frente se arrugue... sin caricias que consuelen cuando
la garra del dolor se clava y desgarra la fibra más
delicada del sentir... sin manos que, jugando y sin
saberlo, limpian el ingrato sudor del trabajo, que es la
levadura amarga del pan que comemos los pobres...
Haced de vuestra casa un nido de amores hoy, y
mañana será un templo de virtudes.
Si habéis tomado a broma mi semisacerdotal epís-
tola, quitaos la sonrisa de los labios y tomadla en
serio, porque lo es.
Habéis comprendido lo que comprenden muchos:
que para cruzar el desierto de la vida es peligroso ir
solo; se precisa alguien que nos levante, si nos caemos
desfallecidos por el cansancio; alguien que calme
nuestra sed con su propia sed; alguien en quien apo-
yemos nuestra abrasada cabeza, cuando al venir la
noche, tras la jornada dura del día, gocemos un rato
de descanso que nos devuelva las fuerzas desfalleci-
das, las energías agotadas...
Habéis hecho bien...
Pero tú, Casto mío, te me vas... te veo alejar de
mí, que me quedo atrás solo.
¡Cuánto te apartas de mí con tu unción! Perdóna-
me si te escribo esta carta con el estilo de siempre...
Será la última... por que tú ya dejaste los lugares en
190 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
que yo revoloteo todavía; dejaste de ser el muchacho
soñador como yo, y como yo algo loco, que conmigo
corría cuatro años hace por las sierras de tu pueblo,
sin reposo como los pájaros, sin juicio como todos los
que despiertos se sueñan.
Te veo con pena alejarte de mí, y contigo se me va
quien me comprendía, quien me mandaba como yo a él,
a muchas leguas de distancia, sueños y movimientos
del alma y afectos de su corazón de hermano y artista.
Se me cierra con tu moral ausencia de mí, la vál-
vula querida de los desahogos de mi alma; se me va
mi único confesor.
Yo me alegro mucho, me alegro por dentro, porque
vas a ser feliz; pero deja que lamente, por única vez,
la soledad en que quedo.
De ti me queda solamente el cariño que te tengo,
¡que ése jamás acabará!, y la colección de tus cartas...
Las mías en adelante, adoptarán un tono de tem-
planza, seso y mesura que no resulte ridículo... porque
Casto es ya un hombre casado, y sé yo, por una espe-
cie de intuición espiritual, el vuelco completo de las
ideas, de las afecciones, de la manera de pensar del
hombre en ese caso.
Manera de pensar. Casto, que tú procurarás disi-
mular ante mí, porque me quieres; pero que no cam-
biará ya nunca, a pesar de tus esfuerzos.
Acaso encuentres ya extraño mi lenguaje y mis pen-
samientos, si esta carta te encuentra a ti ya unido con
la mujer a quien tanto tiempo has amado.
El que ingresa con su cuerpo y con su espíritu en
el mundo de la realidad, es forzoso que permanezca
pocos momentos en la región de idealismos, que po-
drán ser tontos, pero que son el alimento de ciertas
épocas de la vida.
DE GABRIEL Y GALÁN
191
Necesitas el ejercicio del espíritu desde hoy, no
para gastarlo en gimnasias espiritualistas y locas, sino
para aplicarlo unas veces en la contemplación de los
goces que tengas, y otras en la resolución de ingratos
problemas de la vida práctica, a lo cual te ayudarán
de consuno tu amor hacia la compañera que Dios va
a darte y el pensamiento de que mañana tendrás hijos,
que necesitan pan para vivir.
Y el que todo esto trae entre manos, no se solaza
¡ay! con cosas de orden práctico secundario... ¡y qué
natural es que así suceda!
Tu comunidad de ideas conmigo no puede ser,
pues, más limitada.
Yo no encuentro palabras para sentirlo, porque el
sentir no tiene palabras; pero la visión de tu felicidad
me sale al paso, y me hace hasta acallar mis sentimien-
tos. Si te quisiera menos de lo que te quiero, estaría
celoso y ofendido.
Lo que más siento de todo es que a la amistad tam-
bién le toca una parte alícuota de rebaja con el matri-
monio. ¡Y qué gran verdad es ésta!
La amistad en ese caso, pierde mucho de ese ab-
soluto desinterés y de ese cariño hondo que sabes ha
tenido siempre la nuestra. Se hace tan práctica, tan
afectuosa, tan fría... ¡Como que, casi siempre, se redu-
cen sus pruebas a mutuos servicios, que se cotizan de
parte a parte!
¡Cómo me quitarás hoy la razón y cómo, interior-
mente, por supuesto, me la darás cuando pase algún
tiempo sobre nosotros!
Pero hoy es día de cantar tu felicidad solamente,
y nada más.
Perdona si mi carta ha resultado demasiado larga
I y pesada... será la última de este género que te dedico,
192 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
y por eso aún me cuesta ansias angustiosas, ansias
íntimas, no continuarla, cerrando el poema de nuestra
hermosa amistad con un tristísimo cantar que bien pu-
diera llamarse elegía.
¡Pero es día hoy de idilios!
Si mi carta llega a tiempo todavía, mírame con los
ojos del alma detrás de ti en la Iglesia, murmurando
por vosotros una oración; y si hay sitio en la mesa
para mí, haz que respeten vacío un lugar que te recuer-
de mi ausencia, porque pocos lo ocuparán en la mesa
de tus bodas con tanta justicia, como este pobre loco
que te adora
José María.
¡27 de Octubre de 1892!
CARTA 23.*
10 de Enero del 93.
Querido Casto: Cuando me fui a mi pueblo dejé la
adjunta carta (*) —o cartapacio— en casa, para que la
echasen al correo. Tal prisa se dieron, que la encontré
en el sitio mismo donde la dejé.
Con referencia a ciertos párrafos que en ella leerás,
y en los cuales me muestro muy pesimista, te diré... ni
sé cómo decírtelo, porque es la primera vez en mi
vida que tengo que decir ésto...
Te diré, aunque na más sea, que... que la tormén-
ta... —(¡si el caso es que no es una tormenta!)— la
tormenta o lo que sea, se cierne sobre mi cabeza...
¡Site dijera la pluma con que escribo, qué dice
una carta que con ella misma acabo de escribir!...
¡¡¡¡¡¡horror!!!!!!
Hasta que no vea qué tal., no te diré yo nada... Y
voy a dejar la pluma, porque me clareo como un tonto.
¡Anda! que no te digo más.
Te quiere
Galán.
(*) Es la siguiente, de Diciembre 1892.— (N. del E.).
14
CARTA 24.*
Diciembre 1892.
Querido Casto: Recibí tu carta que leí atentamente
y guardé donde todas las tuyas... por no discutirla;
porque entre nosotros es fea la controversia, y «cuan-
do dos se quieren bien», se asiente y no se discute; se
cree y no se duda. Nada más; porque por aquello de
mi «elegancia en el decir», mis talentos y mis dotes
de artista, no pienso darte las gracias siquiera. La
pintura de lo que es hermoso de suyo —como decís
los de esa tierra— tiene que resaltar siempre con al-
gún rasgo de belleza, por torpe que sea el artista;
porque en este caso, es el mismo asunto el que da
belleza a la obra; y bella resultará, aunque el que pin-
ta lo haga con brocha gorda.
* *
¿Cómo te va de casado?
Preguntas hay que son, como ésta mía, Cándidas
inocentadas, —«la pregunta del español», que dice el
refrán de antaño,— pero que es como necesario formu-
larlas, porque se caen por su peso, porque son, aunque
inútiles, naturalísimas.
La mía, creo que será innecesaria, y así lo deseo
también. Si todos estáis buenos y no os falta la salud,
claro es que te irá bien, acaso mejor que a mí.
He resuelto hace tiempo enamorarme de veras y
196 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
no puedo conseguirlo. Acaso sea por lo frío de la
frase, «he resuelto». Pero yo he dispuesto resolverme^
porque, espontáneamente, nada fuerte he sentido por
nadie en mi vida (se entiende con relación al asunto).
Y (como en otra parte he dicho), me disculpo a mí
mismo, exclamando como un inglés:
¿Y yo qué poderle hacer
si estar harto de buscar,
y no conseguir hallar
ni siquiera una mujer
que poderme a mí agradar?
Ser o no rareza mía,
yo ignorarlo, pero es cierto
que no ver yo todavía
la mujer que noche y día
hacer soñarme despierto.
No conseguir yo encontrar
la mujer que necesito,
y haberlas bellas sin par,
ser dolor más infinito
que poderse imaginar.
Mas tener yo, aunque ser feo,
gusto como no haber dos,
y no llenar mi deseo
ninguna de las que veo
por esos mundos de Dios.
¿Y qué poderle yo hacer,
si nadie querer creer
que estar loco de buscar,
y no encontrar la mujer
que poderme enamorar?
¿Irme yo a la fuerza a uncir
al yugo de alguna fiera
DE GABRIEL Y GALÁN
197
que hacerme al año morir
de una desazón cualquiera?
¡pues irme yo a divertir!
Ser harto trabajo estar
solo en un lecho a dormir;
que hacerme a mí constipar,
por no haber quien me abrigar
cuando el invierno venir!
Es lo cierto, hijo mío, que no consigo mi objeto,
por más esfuerzos que hago.
Temporaditas me paso sin pensar en otra cosa ¡y
cuidado si adelanto!
¡Un zángano de 22 años corriditos, hijo de este
siglo, y sin haberse atrevido una sola vez a decir ¡te
quiero! a una mujer!... Es hasta inverosímil.
De no variar, es preciso la resignación de un már-
tir, para sufrir la cruel soltería que ya me enseña los
dientes. Verdad que no soy un viejo, ni siquiera un
hombre Jecho del todo; pero ir empezando... ir empe-
zando siquiera...
¡Oh, el ejemplo! ¡lo que es el ejemplo! Cuando
veo a mis amigos y conocidos viviendo, charlando y
gozando cada uno con lo suyo, siento una envidia tan
grande por no poder hacer yo lo propio, que llegan
momentos en que estoy a punto de echarme a la calle
y, sin respetar estado, ni condición, ni nada, decir de
un golpe al primer palo con faldas que me encuentre:
¿Usted quiere ser mi novia?
Basta de prosa latera e inoportuna.
198 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Pasad las pascuas felices, y no digáis que no soy
adelantado para decíroslo. Yo, Dios mediante, daré
con mi humanidad en Frades, para alegrar con mi pre-
sencia a los pocos que en el mundo con ella se alegran
Supongo que haréis lo propio, y escribo con anteriori-
dad a las próximas festividades, temiendo que cuando
a Túy llegase mi carta, hubiéseis levantado vuestros
reales para sentarlos en otra parte.
En una de mis últimas te dije que había leído hacía
tiempo en un periódico de Madrid una noticia relacio-
nada con Antonio, o al menos con un Antonio García
La noticia merecía una enhorabuena, y no se la he
dado por temor de equivocarme.
¿Es cierto?
Vaya, adiós; no me corrijo de esta manía de char-
lar descosida y largamente, aunque me ahorquen.
Dispensa... y sigue leyendo, que Voy a acabar esta
carilla, que sería lástima no aprovechar.
Nada me has vuelto a hablar de tu padecimiento
desde este verano, y como al que no se queja nada le
duele, deduzco que las aguas de Caldelas te libraron
de tus dolencias.
Lo celebraré.
Mi real persona, por ahora (g. a. D.), continúa sin
novedad en su importante salud.
Después de Esperanza, a quien saludarás en mi
nombre, comunica mis recuerdos a tus papás, y recí-
belos muy cariñosos de tu amigo que no te olvida
Galán.
Me parece que estamos a 15 ó a 16.
CARTA 25 *
Jueves, nueve de Febrero
del año que empecé a amar.
Carísimo amigo mío:
Salud y fraternidad.
Ya que a mis cartas en prosa
no te dignas contestar,
voy a probar si consigo
partirte por la mitad,
endosándote un romance
que a chorros te haga sudar,
y que consiga sacarte
de ese silencio tenaz
en que alienando, alicuandOy
te sueles encastillar.
Y si este primer intento
no me resulta eficaz,
espero, querido amigo,
que no te resistirás,
si otro segundo romance
te dejaras propinar,
callándote como un muerto
con quien es harto locuaz.
Me basta... y hasta me sobra
con el silencio fatal
que está observando conmigo,
y que escamándome está.
200 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
una... cierta personilla
que no quiere contestar
a una pregunta muy jonda
que yo, con valor audaz,
le dirigí por escrito
dos largas semanas ha.
¡Ay del que espera anhelante
cartas que no han de llegar,
y que, si llegan un día
tras larga inquietud mortal,
lejos de darle consuelos,
tan sólo le servirán
para escribir otra página
de su destino fatal.
Quien solamente ve rota
su terrible soledad
cuando recibe los ecos
de algún cariño real,
en cuatro míseras líneas
que repasa sin cesar...
quien esas líneas devora
con delirante ansiedad,
porque allí posó los ojos
y el espíritu quizás
un sér a quien él adora
con un cariño ideal...
el que sólo con las cartas
vé rota su soledad,
y hasta las cartas le niegan,
más le valiera... ¡olvidar!
y no esperar suspirando
lo que nunca llegará.
Y más valiérale a otros
interesarse algo más
DE GABRIEL Y GALÁN
201
por lo que ocurre en el alma
de algún amigo leal,
que ha callado... ¡ porque hay cosas
que se deben preguntar!
Voy a variar de asonante
aunque, a decirte verdad,
no de asonante: de tema
debiera yo de variar,
al ver esa indiferencia
rayana casi en frialdad;
pero... ni puedo vengarme
ni puedo ser desleal.
*
Por vez primera en mi vida
siento un ligero temblor
cuando recuerdo y medito
lo que mi pluma escribió...
Ya resuena en mis oídos
el ruido ensordecedor
de la tormenta... extremeña^
que a mí se acerca veloz,
preñada de mil rumores
de acento amenazador.
Ya me obscurecen los ojos
las sombras del nubarrón,
y casi siento ya el frío
del soplo denunciador
de las ráfagas primeras
que presagian el turbión.
Y allá... desde Extremadura
siento venir un rumor
202 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
cuyos sonidos discordes,
combinados en un són,
forman con eco de trueno
tremenda y tonante voz,
que al llegar a mis oídos
parece que dice: ¡¡¡no !!!...
¡Por eso, por vez primera,
siento un ligero temblor
cuando recuerdo y medito
lo que mi pluma escribió!...
Yo, que siempre he respondido
con el estoico valor
de todo cuanto mi pluma
por mi mandato trazó;
yo, que una pluma he tenido
que, en triste y jocoso son,
ha puesto a muchos en solfa
y a muchos en serio hirió;
yo, para quien es la pluma
válvula del corazón,
por donde arrojo a mil rostros
bocanadas de vapor;
yo, que jamás la reñía
cuantas veces se clavó
en las entrañas del hombre
que me causara un dolor,
y a quien ella, aunque sin arte,
valientemente injurió,
sin que una vez solamente
yo desmintiera su voz...
yo, que he jugado con ella
como el niño que jugó
DE GABRIEL Y GALÁN
203
con un arma peligrosa
que abandonó el cazador,
y que en la mano inexperta
del niño se disparó...
por vez primera en mi vida
siento un ligero temblor,
cuando recuerdo y medito
lo postrero que escribió.
¡Oh, si el escrito que hace
temblar a mi corazón,
causado hubiese temblores
al alma que lo leyó!...
*
'* *
Adiós y dejemos esto
voy a hacer punto final,
que más de lo que mereces
te llevo charlado ya,
y quizás en vez de franco
me tomes por charlatán.
Si con este nuevo ataque
no consigo hacerte hablar,
apelaré a otros recursos
con insistencia tenaz;
pero no olvides, querido,
que el cobarde capitán
que no asistió a la batalla,
jamás participará
del botín de la victoria
que otros sin él ganarán;
o de la triste amargura
que toda derrota da,
cuando el cobarde se niega
204 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
con el valiente a luchar
o a darle siquiera alientos
para la lucha fatal.
¡ Así perdieron cien reyes
lo que debieron ganar!...
Veremos pues si la plaza,
que tengo sitiada ya,
capitula al solo ataque
del valiente general,
que, además de un buen soldado,
es también un buen
Galán.
Espero al fin tu respuesta.
Dale a Esperanza con ésta
sinceras memorias mías,
y díla que si me presta
su nombre por unos días.
CARTA 26.^
Piedrahita, Febrero 20 de 1893.
Extremeñita es la luna
y extremeñito es el sol,
y extremeñita la prendí
que adora mi corazón.
(Cantar popular).
Mi estimadísimo Casto: El que para nada tiene
método, no es de extrañar que no lo tenga para escri-
bir con periódica regularidad a sus amigos. Esto me
ocurre a mí. Acaso no hayas acabado de leer mi
última carta, y allá va otra; pero este adelantamiento
tiene su disculpa.
Voy a empezar recordándote parte del conocida
cuento andaluz.
Yo, que en peligro me vi
me metí por un reducto
y por el mismo conducto
entró el toro tras de mí.
Salgo del reducto y ¡zás!
en una casa cercana
me colé por la ventana,
y el toro siempre detrás.
206 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Esto no me ha ocurrido a mí, como al andaluz,
con un toro del Jarama, pero me ha sucedido con la
imagen de una mujer, imagen de la cual venía huyen-
do hace un año... acaso más.
Lo grave del caso es que la mujer no es hermosísi-
ma, ni lindísima (quiero decir: en los rasgos de la
fisonomía de la cara de su semblante. ¡Olé por los
buenos escritores!).
Ya ves que tengo el valor de decir que no es una
divinidad griega, casi que ni española... pero ¡ay! no
digas nunca, querido Casto, que <de esa agua, o de la
otra, no beberás», no lo digas en tu vida; te lo acon-
sejo parodiando, con respecto a mí, aquello que dicen
en El Rey que rabió:
«Yo, que siempre de los hombres me burlé,
yo, que siempre de los novios me reí,
yo, que nunca sus halagos escuché,
hoy en busca de mi amante vengo... ¡aquí!
No está bien que, sin recato ni pudor,
venga en busca de mi amante... ¡a este cuartel!
pero es tanto lo que adoro a ese pastor,
¡que al infierno si es preciso, iré por él!
(Bomba final)
¡Ay de mí! ¡ay de mí!
¡Si acabaré llorando,
yo que siempre reí!...
(¡Y yo estoy sospechando
que todo esto se ha escrito para mí!)
DE GABRIEL Y GALÁN
207
Tengo en un pueblecito de Extremadura unos tíos
que me quieren... porque nunca tuvieron hijos a quie-
nes querer. Hace ya quizás dos años, en atención a
las ya demasiado frecuentes invitaciones suyas, fuíme
a pasar con ellos cuatro o seis días, que resultaron
luego veinte.
Al nacer una niña, sobrina también suya, se la
llevaron con ellos, la criaron y la educaron con más
regalo que una princesita y más mimos que una hija...
Con ellos la vide yo y... lo demás no sé cómo ha
sido... Me ha dado un mundo de observaciones psico-
lógicas que te explicaré algún día; si yo ambicionaba
antaño el amor de una mujer, era por una especie de
vanidad espiritual, sugerida por otras almas que ama-
ban; por un anhelo, que yo llamaría artístico, que me
impulsaba a buscar nuevas fuentes de... ¡qué sé yo! de
poesía, porque las mías, aunque inagotables, eran
siempre las mismas... mi hogar, mi patria, la naturale-
za, mi madre... ¡todo inagotable y purísimo! ¿lo oyes
bien? ¡inagotable todo! Pero nos hace pecar muchas
veces esta tendencia hacia lo nuevo, hacia lo vario...
Por eso quería yo amar; por eso, y por una espe-
cie de curiosidad, que yo llamaría de buenas ganas
científica, filosófica... quería hacer en mí mismo obser-
vaciones anímicas, es decir, verme por dentro... y
luego,... (¡infantil puerilidad!) luego escribir lo que
viera y léermelo a solas muchas veces, como me leo
cuanto puede hacerme llorar un ratillo... ¡Manías de
muchachos solteros, de que tú ya no debes hacer
caso!...
Yo siempre he sentido comezón irresistible de es-
cribir ¿sabes?, pero para mí solo, o, cuando más, ¡qué
sé yo para quién!... casi para nadie; porque yo, contra
tu benévola y cariñosa opinión, no sirvo para hacer
208 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
vibrar la cuerda del sentimiento de nadie; y porque lo
conozco, no lo intento. ¡Tengo el gran mérito de co
nocerlo, que es un mérito desgraciadamente muy
raro... bien lo sabes tü.
Al percibir las tibias humedades de las lágrimas
que yo vierto desordenada y confusamente en pedazos
de papel, sólo mis entrañas pueden sentir estremecí
mientos de goces, escalofríos de entusiasmos, impul
sos íntimos de llorar, sacudidas de sentimentalismo,
porque todo ello es enteramente mío, y yo me lo río
me lo lloro, sin que nadie pueda reírse de lo que a mí
me hace echar lágrimas.
Lo que hay es que yo, cuando contigo, por ejem
pío, hablo, llego a creer a veces que estoy solo y me
excedo un poco; me quejo creyendo que no me escu
chan... me elevo quizás demasiado...
Te digo todo esto, de una vez para siempre, par
que entiendas que mis pobres cartas para ti, no so
alardes vanos de estilo, ni erudiciones pensadas
alambicadas, ni empeños literarios que, contigo sol
no tendrían razón de ser, ni serían muy del caso, po
estar reñidos con la sencillez que debe campear entr
amigos como nosotros. Si yo lo hiciera así por un
mal entendida vanidad, haría con todos lo que conti
go; pero mis cartas todas, a excepción de las que a
dedico, son verdaderos modelos de prosaísmo formal
que nada dice sino lo que es preciso decir.
Aunque la confianza está reñida con todo aparat
exterior, precisamente por la confianza misma que m
inspiras me presento a ti tal cual soy y como me gus
ta ser. Con otro jamás lo haría.
Para darte la última prueba de que, a pesar de 1
que la apariencia diga, no son mis cartas producto de
pensados atildamientos, que a gritos reclaman u
DE GABRIEL Y GALÁN
209
aplauso, si conservas las mías, como yo las tuyas, dé-
jame la más sublime de todas y verás cómo yo mismo
encuentro en ella, no sólo defectos de índole superior,
sino los que condenan las rudimentarias reglas de la
gramática.
No creas, querido, que yo desprecio tus aplausos;
al contrario, los tuyos son los únicos quizás que yo
admito y que me agradan; ¿por qué he de ocultar-
lo? me agradan porque sé que son sinceros, aunque
sean inmerecidos.
Y basta de digresiones.
Te decía que sólo por unas cuantas pequeñeces
quería yo amar, y hoy... no puedo ya decirte lo mis-
mo; hoy ya es ¡porque sí! ¡ya no es por pequeñeces...!
En fin: tardío, pero seguro. Es decir, seguro no, por-
que soy un tantico raro en algunas cosas, y el día
menos pensado castigan mi rareza con alguna ensala-
da de calabazas.,.
¿Más detalles?
Pueblo de su residencia: Guijo de Granadilla, pro-
vincia de Cáceres, partido judicial de Plasencia.
Edad, así como 19 años, plus be, como dicen por
aquí.
No tiene ya padre. Su madre, con los demás her-
manos de ella, viven en Granadilla, pueblo inmediato
al Guijo.
Su nombre... Desideria; menos bello que ella.
Te doy estos detalles como si te importaran, aun-
que no te importen mucho, pero sí creo que los leerás
con curiosidad siquiera. Ya te iré dando más, poco a
poco. Es ya mucha dosis para un día solo.
Para terminar, y ya que me pides franqueza y cla-
ridad, te diré que este mi primer amor ya es en mí
todo lo intenso que yo quisiera, ¿entiendes bien?... me
15
210 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
conmueve, y yo aun trabajo conmigo mismo para que
llegue al grado sumo (*), para que desaparezca en él
todo lo que proceda de simpatía... ¡puf! la simpatía es
muy fría para mí, que quiero las cosas puras, sin ele-
mentos extraños que ayuden... ¡no, a mí que no me
ayude nada ni nadie a querer! El amor fundado en
afectos de segundo orden, no es una simplicísima
esencia, es una mixtura de quinientas yerbas que, por
tener quinientos elementos, se aplica para quinientos
casos y no sirve para ninguno. ¡Aquí del per se y el
peraccidens de los moralistas!
El amor por el amor.
Yo creo que siempre se empieza por algo nada
más, y confío en que, poco a poco, se irán fundiendo
en una sola esas quinientas yerbas...
Ya iremos viendo, ya iremos viendo...
¡Qué conversaciones para hombres casados! Pero,
en fin, creo que te he dicho que me parece que aun
estás soltero, y obro como si así fuese. ¡Como no te
he visto aún al lado de Esperanza, en calidad de ma-
rido, no llega la fuerza plástica de mi imaginación a
poderlo representar todavía...
A ella y Angelito les das mis cariñosos recuerdos.
Al último le dices que no abuse del uso de las levitas
verdes; y que no me olvido jamás de aquella célebre
(*) Galán amando, era insaciable; todo le parecía poco.— (N. del E.).
DE GABRIEL Y CALÁN
211
noche en que quiso acompañarnos al sarao del Casti-
llo de los Marqueses en figura de lagarto. Dale un pe-
llizco en una mejilla como recuerdo de entonces, y mis
memorias a tus papás, cuando les escribas.
Y tú no te olvides nunca de tu fiel
Galán.
CARTA 27.*
Sr. D. Casto Blanco.
22 de Marzo de 1893.
Querido amigo mío:
no tomes mis cartas como alardes vanos y
tontos de estilo, que a nada conducirían, tratándose
de ti, sino como retratos de mi alma que sólo a ti se
presenta tal cual es; con sus aficiones y su naturalísi-
tna manera de ser.
Cuando te escribo a ti, me abandono a mí mismo
y confieso que me excedo, aunque no sea más que en
la forma... Me subo demasiado, sí. Pero a todo se pare-
ce, menos a la afectación, cuanto te digo. Precisamen-
te peco, como te decía en mi última, de descuidado y
de distraído; tanto que ni me cuido de corregir rudi-
mentarias faltas gramaticales, que observo en mis car-
tas después de escritas.
A riesgo de repetir lo ya dicho, volveré a manifes-
tarte:
Que mi vaquera se llama... Desideria (el nombre
vale menos que ella); que vive desde que nació con
unos tíos míos (y suyos) en una aldeíta de Extrema-
dura... y que ya me dijo... que sí, que bueno.
214 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Ayer tuve carta suya, y en mi contestación te pre-
sento a ella con tu fe de bautismo, circunstancias, etc.
Ella
¡Dios mío, cómo necesitaba yo hablar contigo a
solas! Cuánto bien me resultaría de una entrevista!
¡Qué daría yo por hablar contigo unas horas! Sólo
unas horas.
Por escrito... ¡puf! hay contestaciones que se nece-
sitan a los dos segundos de formulada la pregunta;
después... resultan estudiadas...
¡Qué largo veo ese día en que dices y crees que
nos veremos! ¡Cómo se pone todo!
¡Rayos! qué desesperación!
Lo mejor que puedo hacer, para agradecerte más
tu felicitación, es no hablarte de ella, ni del día de mi
Santo. Basta decir que lo pasé muy acompañado,
pero muy solo.
* *
Tengo el pensamiento, sólo el pensamiento, de ir a
Zamora a dar un alegrón a mi hermano Baldomcro, y
a pasar con él tres o cuatro días de los de Semana
Santa.
Si el proyecto se realiza, te lo comunicaré.
♦ *
¿Y para qué quieres mi estampa? ¡Si te parecerá
la estampa de la herejía! No tengo más que una de
hace cuatro o seis años, y no te la envío, porque me
parezco todo a un queso de bola sin cáscara.
DE GABRIEL Y GALÁN
215
Pero por complacerte, en cuanto pueda, si voy a
Zamora, sacaré copias de mi carauie, y te enviaré una;
pero a condición de cambio. Tengo una tuya, borrosa,
vieja y roñosa, que recordarás te robé contra tu gusto.
¡Y qué mala espina me da esa petición!
¡Ni te acordarás ya de cómo soy!
Adiós; ya que no pueda ser un cigarrp de mi Santo,
te envió el testimonio de mi cariño, querido.
José María.
Ya no voy a Zamora.
CARTA 28.*
Junio 5-93.
Mi querido Casto: Creerás que te tengo olvidado,
y no es verdad.
Desde Salamanca te envié hace más de 15 días un
retrato mío, que no sé si iiabrás recibido; pero que, al
fin, prueba que te recuerdo «hoy como ayer, mañana
como hoy y siempre igual...>
A Salamanca me fui... ¿a qué dirás? pues a hacer
oposiciones, que ojalá no hubiera hecho; no porque
nada bueno me dieran en ellas (me aprobaron los ejer-
cicios con la nota de Sobresaliente); sino por no ver
tanta miseria humana... y nada más; porque acaso digas
que esto se llama el derecho de pataleo; pero cuando
yo me quejo a ti... creo yo que debes creerme.
Sólo había una escuela que me conviniera; las
demás vacantes no las solicité.
Y ni una palabra más de tan desagradable asunto.
* *
Al emprender mi viaje desde Salamanca a este pue-
blo, llegaron a dicha capital mi hermano Luis (el pe-
queño), y mi otro hermano Fortunato que, como creo
recordarás, está casado con mi hermana Carlota.
La cual hermana había estado más que mediana en
218 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
las 48 horas que duró su primer alumbramiento, fruto
del cual es una hermosa niña, que se llama María de
los Ángeles o Ángeles a secas.
Mis hermanos viéndome algo disgustado, me hi-
cieron irme con ellos a mi pueblo, donde bautizamos
la niña, y pasé un par de días bien contento, y sin cu-
rarme ya de lo que en las oposiciones había ocurrido.
Después... nada; vuelta a este pueblo, desde el cual
te escribo en el único papel que tengo a mano, para
decirte estas cosas.
Y como no es cosa para dejada al olvido, debo de
cirte algo de mi vaquera; siquiera que está buena y
esperándome con ansia.
¡Ah! y también debo decirte que parece que me
quiere; a lo menos me lo escribe.
Cuando lleguen las próximas vacaciones veranie
gas, iré a ver si me ha dicho la verdad, y si no... la
llamo pérfida, que es la palabra que me es más anti
pática y que menos veces he pronunciado en mi vida
de hablador.
Yo también la quiero (no a la palabreja, sino a la
mi muchacha); me parece que también la quiero, porque
«Yo soy un pobre diablo, bueno en el fondo,
profeso a quien me quiere cariño inmenso,
pienso profundamente, siento muy hondo...
y ni sé lo que siento, ni lo que pienso...
porque tengo, etc...>
Este retazo, que se me escapó de la pluma, m
obliga a darte una noticia, literaria cuasi; pero que t
DE GABRIEL Y GALÁN
219
parecerá cursi de seguro: estoy ya hace tiempo escri-
biendo mis memorias (o una cosa parecida), a las
cuales acabo de dar ese pequeñísimo pellizco de tres
o cuatro versos, pellizco inconveniente e indiscreto^
porque allá en los comienzos del libróte digo:
«Yo sé que esto a la gente indiferente
haría reir, pero me importa poco,
pues, como nunca lo leerá la gente,
nadie podrá decirme que estoy loco,
¡si es que es loco el que dice lo que siente !>
Y basta; porque he caído en otra indiscreción^ por
disculpar la primera.
Conque ya lo sabes. Mientras vosotros vais a
buscar este verano las dulzuras de la playa, y a gustar
«el sabor de la tierruca», yo, en contradicción eterna
con las corrientes del mundo (lo cual no me pesa del
todo), yo iré a quemarme bajo los rayos del sol de
Extremadura, y tornaré a abrasarme a mi Castilla,
bajo esta meridiana luz argentina
que, al vibrar de las flores en las corolas,
hace del campo un manto de purpurina,
recamado a pedazos con oda fina
de claveles azules y de amapolas...
Lo dejo, porque hoy me siento capaz de hacer
sudar a cualquiera.
220
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
¡Otro verano sin vernos! ¡Cualquiera se atreve a
decirte que te vengas, que hay quien partirá cuarenta
y cinco días entre su madre, su novia y su amigo!
Pero tú, ai fin, si vas a tu tierra, lo pasarás mejor;
porque, aunque no quieras, tendrás que olvidar a los
ausentes, por el género especial de vida que por tu
tierra haces tú: «vidita más agitada, más moderna, más
poblacionesca ¿eh? Pero yo, no.
Para mí va a llegar la estación que más adoro; la
época en que yo vivo; porque mientras mi cuerpo bus-
ca en los campos lo que hoy le falta, desarrollo y vida,
mi alma se entrega toda a lo que jamás le sobra; a lo
que yo no puedo decirte ahora.
Pero mi vida es distinta de la tuya. Hay entre am-
bas la diferencia que existe de la del señorito a la del
labrador.
Eres más afortunado que yo... casL
Tú no puedes acordarte de nada en un pueblo como
la Coruña o el Ferrol, donde es necesario hacer la vida
que yo me sé (aunque no la envidie).
Vestido de señorito, paseando con tu costilla, tu
familia y tus amigos por la playa del Ferrol o por la
orilla del Jubia, en tu pueblo, donde quiera que sea,
nunca podrás entregarte a lo que vedan allá las formas
sociales y aqui la formalidad del hombre casado.
Eso sí, verás más flores que yo, (no flores de som-
brero, que a mí me ponen nervioso, sino del campo),
respirarás aires más frescos, gozarás más grata tempe-
ratura, verás más mujeres guapas— ¡¡¡que deben tenerte
sin cuidado!!!,— en fin, harás casi la vida del bañista,
que va a que le deis un poco de lo que Dios dió a
vuestra tierra.
Yo, en cambio, nada de eso he de ver, pero me
acordaré más de ti.
DE GABRIEL Y GALÁN
221
Cargado con la escopeta, con el sombrero gacho al
cogote, para defender la frente abrasada y sudorosa^
bajaré muchos días del cerro al llano, para buscar una
fuente y una encina donde beber y acostarme.
Y solo, sin más compañeros que mis dos perros,
que sufren conmigo en esos días mortales de Agosto
lo que muchos amigos no sufrirían jamás, me acordaré
de ti muchas veces, lamentando que no puedas partir
conmigo tan dulcísimas fatigas; quizás para ti algo
duras, pero por mí soportadas con tenacidad de hierro
y constancia entera y firme. Lo demás... eso de tomarte
gusto a lo que hoy te parecerá desagradable, yo te lo
enseñaría...
El ciego sueña que vé; callaré, pues.
Da a Esperanza y familia toda mis recuerdos, y
guárdate el mejor de todos ellos, que para ti lo man-
da tu amigo
José María.
Junio 5 de 1893.
CARTA 29.^
Mi querido Casto: No sé por donde comenzar ni
por donde concluir; pero antes que nada, tengo que
decirte que hasta hoy, 12 de Septiembre, día en que
leo la postrera carta que me has escrito, no he sabido
que eras padre... ¡ni cómo había de haber callado,
sabiéndolo!
Dónde parará la carta a que tú aludes, no lo sé...
acaso donde van a parar muchas que se piensan, pero
que no se escriben... ¡al vacío!
Ahora mismo rasgo una que, en vista de tu silen-
cio tenía escrita, y que ya no sirve para nada.
♦
« ♦
Me parece un poco frío daros una cortés y simplo-
na enhorabuena por el natalicio de vuestro hijo prime-
ro. Mejor será decir <en estilo mondo y llano», que
Dios lo críe bueno de alma y sano de cuerpo, para
vosotros primero y para Él más tarde... ¡que no es
poco decir!
A estos deseos va unido el de que Esperanza me-
jore de su dolencia de madre, y el de que la suya
salga con vida del riesgo de muerte que acaso la
amenaza. Dios sobre todo; lo que Él disponga, bien
dispuesto ha de estar siempre, y me huele a rebelión
224 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
cuanto no sea ajustar en absoluto la nuestra a su santa
voluntad.
* *
Del veraneo... mejor será hablarte en seco. Del 18
de Julio al 10 del siguiente mes, estuve en Extremadu-
ra con mis tíos y con mi novia. Después fui a Frades,
y allá consumí, con verdadero deleite, el resto de los
días de vacaciones.
Vine a las ferias de este pueblo, y aquí me quedé
entregado de nuevo a las mismas tareítas, a las mis-
mas distracciones, y
*hoy como ayer, mañana como, hoy
y siempre igual...
un estío pasó y espero otro
que también pasará... >
Ahora dentro de pocos días —del 17 al 20— celé-
branse en esta villa las fiestas que anualmente se
consagran a la Virgen de la Vega, Patrona del pueblo.
Habrá gran afluencia de forasteros, novilladas^
burradas^ etc., etc.
Acaso a fines del actual vengan mis padres a
verme y pasar conmigo unos días, que no serán tantos
como yo deseo. Así me lo tienen prometido y. Dios
mediante, espero que han de cumplirlo.
No me queda por decirte más que cuatro bobadas,,
que suprimo... Hago supremos esfuerzos por modificar
mi carácter, y tengo que confesar con el vergonzoso
desaliento de la impotencia ¡que no puedo!
Estoy mandado retirar por anticuado; y yo que la
conozco, continúo siendo un monigote pensante, el
DE GABRIEL Y GALÁN
225
anacronismo en figura de persona; un tipo híbrido, en
la actualidad de las cosas, mal oliente por mi modo
de pensar y trasnochado por mi manera de ser.
Vergüenza me dá decirlo, pero no progreso en
nada; tengo 23 años y pienso... lo que a los 15, lo que
pensaría el que no tuviese que vivir aquí abajo, pega-
dito a la corteza de la tierra y a las cosas de la vida
real y práctica, que todos entendéis como hace falta
entenderla; con un sentido claro, fecundo y positivo,
y una varonil formalidad digna y sensata. Si yo no
viera el porvenir tan claro, valdría lo que no puede
decirse. Con decir que solamente quiero pensar en
cosas agradables, está dicha toda mi necedad.
Lo más gracioso del caso es que gano el pan que
cómo hace seis años, sufriendo con resignación ver-
daderamente profunda el contacto con la prosa de la
vida, y aún no estoy desengañado.
¡Cómo que ya tengo canas, y aún sueño mucho
despierto !
¡Oh! si me casara pronto; si acabara de arrojar de
mi cabeza a puntapiés estas procesiones de fantasmas
que no me dejan ver donde piso y conseguirán mil
veces que me estrelle!...
¡La de ¡deas atrevidas que yo tuve hace dos no-
ches, al hallar un nuevo objeto de mis amores tem-
porales!
Porque yo tengo amores de temporada... ¡Ver-
güenza me dá decirlo !
¡La de grandiosos poemas que hormiguean en mi
alma, sin salir fuera jamás, por temor a los contactos
de alguna babosa humana!
¡La de historias peregrinas que yo me cuento a mí
mismo; historias de cosas nunca historiables, sin pró-
logo de un amigo del autor, porque yo no tengo
16
226 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
amigos, como sabes; sin epílogo, porque no pueden
tenerlo!
¡La mar, la osa mayor! ¡Las murallas de la China
mismamente!..,..
Adiós, adiós; da cien besos a tu hijo... ¡a tu hijo!...
un recuerdo a tu Esperanza y guárdate tú el cariño de
que dispone tu amigo
Galán.
CARTA 30.*
Sr. D. Casto Blanco.
Piedrahita 2 de Noviembre de 1893.
Mi nunca olvidado amigo: No recuerdo en este
momento quién de los dos escribió el postrero lo
que sí sé, es que la última carta tuya que tengo es muy
vieja; tanto, que tiene mes y medio muy cumplidos.
En ella me decías que eras ya padre de un hermoso
niño, robusto y llorón, alborotador de la vecindad.
Te contesté diciéndote — diciéndoos— que <salud
para criarlo para el Cielo >, que es lo único que podía
yo desear a los papás y al retoño... ¡y no es poco!
Después —no quisiera equivocarme— pero creo
que no has vuelto a escribirme. Por lo menos, ni
conservo la carta —y cuidado que no pierdo ninguna
tuya,— ni la recuerdo tampoco, lo cual es peor sínto-
ma que el primero.
Otra prueba de ello es que no tengo conocimiento
del estado de la madre de Esperanza, que me dijiste
no era del todo satisfactorio, aunque no la considera-
bas en riesgo de muerte aún.
(•) El postrero no había sido Galán; pero es evidente que tampoco
había llegado a sus manos la respuesta, enviada oportunamente.—
' (N. del E,).
228
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Díme, hombre, díme todas esas cosas; que, si te
duelen a ti, no me sabrán a mí bien del todo.
Yo, si poco bueno tengo que contarte, nada malo
tampoco me sucede.
La noticia de más bulto para mí (y para ti) es la de
una visita de cuatro días que mis papás me han hecho
en esta villa.
Pocos días hace que marcharon para Frades. Yo
hubiese deseado que pasaran aquí una buena tempo-
rada; pero estaban, con razón, ambos violentos, espe-
cialmente mi madre, porque Enriqueta, mi hermana
mayor, está en días de dar a luz, y con el antecedente
de tener muy malos partos.
Aun no ha sucedido nada; pero estoy intranquilo
esperando por momentos la noticia.
*
Extremadura entera padece calenturas intermiten-
tes, o lo que es lo mismo, las tiene mi vaquerita; y tan
tenaces, que se me figura va a pasar fatal invierno.
Desobedecen a la quinina y a cuantos brevajes le
han propinado hasta ahora. El correo, con tal motivo,
disminuye por parte de el!a.
* *
Aquí, como en todas partes, sólo de África se
habla. Yo estoy vivamente interesado en tal cuestión;
además de ser buen español, porque si la guerra se
prolonga, o de ella resultasen complicaciones inespe-
DE GABRIEL Y GALÁN
229
radas, pero fáciles de surgir, me llevarían, ya que no a
mí, (que me importaba menos) a mi hermanito el pe-
queño, que está desde hace dos años sujeto a las
armas, en concepto de excedente de cupo. Veremos.
Comunícame el estado de tu mamá política y de tu
hijo, para quien mando cien besos; da recuerdos a
Esperanza y a tus padres, y escribe pronto a tu
José María.
CARTA 31.*
14 Diciembre de 1893.
Pero Casto ¿qué te pasa? Te llevo escritas tres
cartas inútilmente (*). ¿Quieres contestarme? Hazlo en-
seguida. ¿Es que no puedes? ¿estás enfermo? Pues
que me escriba cualquiera dos líneas en tu nombre.
Pienso barbaridades. Si te habrá ocurrido alguna
otra desgracia, si ha muerto alguien de tu fami-
lia... ¡Hasta he barajado la idea de que el muerto
(¡ya ves!) fueras tú!
Jamás has hecho otro tanto. Si entre los dos ha
habido algún perezoso, he sido yo, ¡yo nada más!
El supuesto me hace un daño más que tremendo;
pero si estás vivo, no hagas la barbaridad de no con-
testarme al vuelo, porque soy demasiado... nervioso,
por no decirte otra cosa, para vivir en la duda de si
mi amigo se ha muerto.
¡Cuidado que he esperado días y días con la espe-
ranza de siempre: «acaso mañana !> Y nada, siempre
lo mismo.
ili Yo, desde que dejaste de ser soltero, comprendien-
do que tus deberes son mayores y más numerosos, he
(♦) otra vez la desesperante pérdida de cartas. Se le había enviado
contestación a las dos anteriores, como también se le contestó a esta
tercera, y a todas.— (N. del E.).
232 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
procurado no escribir mucho, no excederme... pero tú
no me tienes acostumbrado a esto, y yo no sé de ti
hace ya tres meses y siete días.
Y basta.
Si has recibido las dos anteriores, apunta la terce-
ra, y continúa, que también las va apuntando... en el
alma... tu amigo de ayer, de hoy y... ¡de mañana!
Galán.
CARTA 32.*
Mi querido Casto: Al regresar de mi viaje de vaca-
ciones de Navidad, recibí tu carta, que me devolvió la
tranquilidad perdida.
Ni tú ni yo debemos pararnos a discutir quién debe
carta a quién, sino darnos ambos por conformes con
tener buena salud y recíprocas noticias.
Además, para mí no necesitas disculpas; estás
siempre y en todo perfectamente justificado.
Es verdad, querido amigo, que nuestra amistad,
efecto de esta larga separación, no interrumpida por
ninguno, va teniendo mucho de platónica... no para
mí: para quien a distancia la viera.
Yo comprendo que es preciso todo el cariño de un
corazón que siente, y todas las energías de un alma
que sabe querer de veras, para sostener siempre vivo
esta especie de fuego sagrado —y perdón por el
arranque;— esta hoguera latente, mantenida, no con
el aliento mismo del pecho, sino con remesas de oxí-
geno artificial, enviado, encerrado en un papel que lo
lleva a su destino ya desvirtuado y pobre, para que
se queme y arda con pobreza y vaguedad de fuego
fátuo...
Sí, Castito, se necesita todo eso, yo lo comprendo,
y se necesita más: se necesita ser bueno, ser bueno,
de cierto modo que yo me sé, pero no me explico,
¡ni me explicaría si pudiera, por no tener que decir
que yo soy bueno!
No te digo yo estas cosas para darte alientos, para
234 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
infundirte ánimos, que acaso te sobrarán más que a mí...
Te lo digo como si esto pudiera servirte de premio.
porque yo no encuentro otro, y bien sé que lo mere-
ces... por tu voluntad de hierro, ya que no digo por
otras cosas.
Aquí, amigo mío, el llamado naturalmente a desfa-
llecer eres tú; y si un día sientes cansancio (porque no
somos de acero), y te basta como premio de lo pasa-
do, mi perdón, descansa un rato tranquilo sin acor-
darte de mí... ¡hazlo así, que yo volveré a buscarte
cuando de nuevo me llames!
Si yo soy quien se fatiga... haz lo que quieras. Ni
sé qué debías hacer.
Pero no me niegues aquello del platonismo... Has
de convenir conmigo en que hay cosas que entran
mucho por los ojos; que un buen apretón de manos,
es un apretón al nudo de la amistad; que un rato de
charla íntima, vale cien plieguecillos de papel escri-
tos... etc., etc.
No creas, por esto, que yo pretendo sentarme;
ni lo creas tampoco si yo mismo te invito al descan-
so... y si lo crees, es lo mismo; descansa si quieres,
Casto, que tú lo precisas más que yo. ¡Y dímelo, como
se lo dirías a un hermano!
¡Quién sabe si descansando!...
Da un recuerdo a Esperanza y un beso a vuestro
ángel chico, y ya sabes que tu mejor amigo es
Galán.
Feliz entrada de año.
15 de Enero de 1894.
CARTA 33.^
Piedrahita 8 de Enero de 1896^
Ya que has descansado un rato, «levántate y anda»,
querido Casto. Te dejé descansando, con ánimo de
volver a buscarte, luego que pasara tiempo... Ya lo sé,
que tu carta fué la última, porque, como tú las mías, la
conservo como oro en paño también; pero te dije que
esperases, que descansaras, que durmieras, que yo te
despertaría. Todavía no quería quizás hacerlo... mi tar-
jeta no era la voz de llamada, era así como una caricia
que quise hacer al que dormía; y la caricia me resultó
estrepitosa hasta el punto de haberte desvelado. ¡ Oh
qué modo de meter la pata, creyendo hacer una gracia l
Tú necesitabas esta clase de descanso. Estas co-
rrespondencias, aparte la idea grande, generosa y no-
ble que las inspira, pertenecen, al cabo, a un mundo es-
piritual de cosas, de ningún positivo resultado para las
realidades de la vida. No temas que diserte sobre cues-
tión tan trivial; quiero decirte que tienes ya tres pre-
ciosas criaturas (¡Dios te las conserve muchísimos
años!), y es preciso que ganes pan para ellas y... nada
más; y no es poco.
A mí me puedes y hasta me debes querer, a pesar
de ser tú todo un padre de familia; pero puedes que-
rerme desde lejos, en silencio, como a ti te parezca
236 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
mejor, para que yo no pueda robarte ni un minuto ni
un miserable perro chico que puedas necesitar, sino
para pan, para comprar un dulce a tus niños... o para
que se entretengan rodándolo por el suelo, si para nada
lo necesitan... ¡y ojalá que así sea!
Ya ves; yo te quiero hoy lo mismo que hace años
te quería, y acaso más seriamente que entonces, por
no sé qué misteriosas evoluciones psicológicas, de que
ahora no voy a hablar.
El voluntario silencio doliente que yo mismo me
impuse para contigo, me ha dolido —¡y tánto que me
ha dolido!—; pero no ha valido un comino para con-
seguir que, dentro de mí, tú no seas Casto; y con decir
esto lo digo todo.
Sigo hablando de mí, ya que he empezado. Bien
que, después de estos prolegómenos^ va a resultar que
casi nada importante me queda ya por decir, porque a
mí —y fíjate en la filosofía de la frase— a mí no me
ha pasado nada, desde que no nos hablamos.
Ayer mismo regresé de Extremadura, donde, como
recordarás, tengo... novia; y te lo digo así, porque no
sé si aún la puedo llamar de otra manera un poco más
expresiva. En justicia tengo el deber de hablarte de
esto; y por eso, porque no sería buen amigo si no lo
hiciera, te digo cuatro palabras que, por no tener en-
jundia ni siquiera claridad, de nada te servirán para
juzgar de mi presente, y menos de mi porvenir.
Por hoy no te hablo más de esto; pero en tu obse-
quio, sólo en tu obsequio, hilvanaré las respuestas
como Dios me dé a entender, sudaré para escribirlas
y te las enviaré a ver si, por casualidad, las entiendes.
A mí búscame para hablar de tonterías que a nada
conducen, eso sí; es materia en que estoy fuerte, como
DE GABRIEL Y GALÁN
237
decíamos cuando estudiábamos en nuestros libros de
texto.
Pregúntame por cosas —¡y hasta por seres!— y ya
me oirás charlar horas enteras, como una urraca bo-
rracha. Ese es mi elemento, y en él, aunque
«ni corro como el gamo,
ni vuelo como el sacre,
ni nado como el barbo»,
puedo dar lecciones muy nuevas, muy hondas y muy
sabias a algunos psicólogos, que leo con cierta lástima
superior, encaramado en los vericuetos de mis senti-
mentalismos, o medio ahogado en las honduras de mis
íntimos pensares. En esto no hay inmodestia, bien lo
conozco yo, porque no hay mérito; no hay más que
una especie de inofensiva vanidad engendrada por mis
recónditas psicologías experimentales, que no tienen
otro valor que la verdad de su existencia; pero que, en
cambio, creo que son ellas las que no me dejan casar^
como Dios manda, y establecer (¡y esto es lo malo!) lo
que yo llamo, cuando medito sin dinero, el encantador
equilibrio parsimonioso de los gastos y los ingresos.
Pero en fin, siquiera este último problema, después de
mucho pensar, he venido a deducir que pueden resol-
verlo dos o tres pequeñuelos que necesiten zapatos y
pidan pan. Y si éstos tampoco me lo resuelven, me río
yo de matemáticos cálculos y de sutiles teorías econó-
micas... ¡fárrago, fárrago!...
Al hacerte esta especie de confesión general de
tanto tiempo, justo es que diga también, en mi descar-
go, que he progresado algo en mi vida espiritual, que
es donde únicamente puedo yo esperar progresos.
Siquiera, siquiera, aparte otras más importantes
238 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
manifestaciones, no soy poeta tan cursi y tan pedestre
como lo fui en otros tiempos. ¡Esas cartas... esos ver-
sos!... Bien están en tu mano; pero esas cartas, y, so-
bre todo, esos versos, que yo osé escribir para ti en
tiempos peores, que tal cosa consintieron; esas cartas
que, no por sinceras dejan de ser lo que serán muchas
de ellas: abusos poéticos, tontos de confianza conti-
go... y esos versos, que serían mi gran vergüenza si
no fuesen mi gran cariño de amigo, naturalmente sen-
tido y tontamente expresado... ¡esas cartas, esos ver-
sos!... Bien están en tu poder; pero a veces, cuando el
diablo de la vanidad me tienta— ¡y me tienta hoy
casi tanto como antaño!— se me ponen delante esos
papeles y los recuerdos vagos que de ellos conservo
aún, me colorean la cara de vergüenza... literaria; no
de otra clase de vergüenza. Esto me ocurre pocas ve-
ces, porque ese progreso mío de que te hablé, consis-
te principalmente en que tengo el alma más seria que
antes, y veo en esos documentos... lo que realmente
hay que ver entre nosotros al contemplarlos, ya des-
de lejos: un muchacho que quería sinceramente a un
amigo, y que tenía la desgracia de ser poeta malo,
como lo son casi todos los chicos de esa edad. No es
que hoy lo sea bueno, no es eso: es que se me ha
quedado el alma algo más seria, no sé por qué, a no
ser vagamente; y, cuando veo que no puedo ser algo
bueno, no soy nada, ni bueno ni malo. Por lo demás,
como dice Cánovas, hoy, como ayer, tengo mis de-
bilidades, aunque no sean tan grandes y tan frecuen-
tes. Dicen por aquí, y dicen bien, que «perderá el car-
nero la lana, pero no la mala maña»...
DE GABRIEL Y GALÁN
239
Hasta aquí llegaba escribiendo, y me puse ligera-
mente enfermo. Por eso va esta carta con fecha atra-
sada. Ya estoy bueno y continúo.
Hará seis meses que mi hermano más pequeño,
Luis, el labrador, nos dió un mayúsculo susto. Tiene
sus vanidades en los perros y en el hermoso potro
que monta. Un día, loqueando con otros amigos que
iban con él a la boda de una prima, corrieron mucho
tras unas vacas bravas; se sofocó, bebió agua fría y...
¡la segunda pulmonía! Con la agravante de no poder
pasar de un pueblo distante tres leguas del mío. Allí
estuvo seis días entre la vida y la muerte. Mi hermano
Baldomcro, abogado del Estado en Zamora, acudió
allá presuroso, como yo.
Mi madre... ¡qué días y qué noches, en una casuca
pequeña, sin comodidades para el enfermo!... En fin,
¡la mar! Pasamos las de Caín y, gracias a Dios, pudi-
mos llevarlo pronto a Frades en un coche, y en poco
tiempo volvió a restablecerse.
También yo estoy sufriendo estos días con una he-
rida en un pie que me traje de Extremadura, como re-
cuerdo de una cacería de jabalíes y venados. Ya voy
mejor, pero no puedo aún salir de casa, porque estoy
escandalosamente cojo.
Aquí sigo viviendo, no como tú, trabajando tanto
como decía el periódico que reseñaba los exámenes
de tu escuela. Haces bien. Tienes hijos, yo no; tienes
estímulos, yo no; y tienes la virtud del trabajo, y tie-
nes, sobre todo, una cabeza sana, bien equilibrada y
puesta en donde debe ponerse; en lo que es justo que
se ponga y conveniente además: en el modesto deber
diario que da satisfacciones y garbanzos; no en los es-
panta pájaros por donde anda la mía, haciendo pirue-
tas poéticas o psicológicas que, por no ser ni lo uno
240 CARTAS Y PaESÍAS INÉDITAS
ni lo otro, tal vez son piruetas naturalmente ridiculas...
¿Ves lo bien que predico? Pues nada, ni por esas me
enmiendo. Canto, pero no entono, como dicen en mi
pueblo; porque, *una cosa es predicar y otra cosa ven-
der trigo». Hay además aquello de «perderá el carne-
ro la lana, etc.»
Háblame de tu familia, de los amigos y amigas
que conozco... refréscame la memoria un poco —¿en-
tiendes?— porque, la verdad, todos mis conocidos de
esa tierra no se llaman Castos... aunque alguno se
llame Antonio, que para mí no es poco, pero no es
tanto nombre como el tuyo, picaro.
Esta carta, por ser la primera de la segunda edi-
ción, ha resultada muy larga. Toda se me ha vuelto
prólogo, o preludios o preliminares, o prolegómenos^
(¡echa pp!) y luego nada. Eso me sucede también con
la música grande, que es precisamente la que yo no
entiendo; algo barrunto del entreabierto misterio, pero
nada, se me va a lo mejor toda en preludios.
Hace poco tiempo me puse a escribir un libro
(un solo ejemplar para mí, no te alarmes), y se me
acabó el libro sin acabárseme el prólogo. Todo
me volvía decir: voy a hacer y voy a acontecer,
voy a cantar esto, voy a cantar lo otro, voy a decir
lo de más allá, y no dije más.
Y no digo más tampoco ahora.
Saludas a Esperanza y besas a tus nenes de
mi parte, y me hablas pronto de ellos.
Saluda muy especialmente a tu buena mamá, si
todavía está con vosotros, que no estará.
Y ya sabes que yo siempre estoy contigo, y
que te quiero.
José María.
CARTA 34.^
Piedrahita 14 de Julio de 1896.
Querido e inolvidable amigo Casto: Ya hace tiem-
po que te escribí un cartapacio que, por lo visto, no
has recibido; y, si lo recibiste, no lo has contestado
todavía (*). Será que no lo recibiste.
«La mitad de las cartas que se pierden...
¡se deben de perder !>
No quisiera yo que la presente se perdiera, porque
tiene por objeto saber de ti y de los tuyos; y con esto
está dicho todo.
Yo también me marcho el día 17 a veranear
¿sabes? A veranear, no a las frescas playas del Can-
tábrico (¡Oh, divino imposible!), no a esa tu tierra
querida —querida porque es la tuya, y perdona el re-
quiebro— sino a la abrasada tierra de Extremadura, a
ver a mi novia ¿sabes? y a cazar perdices por aque-
llos jarales y montes, recalentados por un sol que
yo deseara para los que veranean en el Norte —con
excepción del reino de Galicia.
Mi veraneo, ya ves tú, es más veraneo que el de
los ricos, en cierto sentido de la palabra veranear.
(*) Fué contestado, pero la contestación no habrá llegado a manos
de Galán, como ocurrió otras veces.
17
242
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Pasaré quince o veinte días conjugando el verbo
amar, y luego me iré a mi pueblo, a Frades de la
Sierra, provincia de Salamanca... Te refresco la me-
moria porque la estación pide refrescos, no porque tu
cabeza los necesite, para recordar cuál es mi pueblo...
AHÍ espero encontrar carta tuya.
Distribuye muchos recuerdos y muchos besos míos
entre los tuyos —entre tu familia he querido decir;—
y recibe tú un abrazo cariñosísimo y fuerte de tu
leal amigo
José María,
que sigue queriéndote mucho.
CARTA 35.*
Sr. D. Casto Blanco.
Mi amigo inolvidable: Me levanto ahora mismo de
la cama, donde he estado veinticuatro días con fiebre
gástrica; y te escribo como puedo, para decirte, aun-
que tú no lo has de dudar, que tomo parte en vuestro
dolor, y señaladamente en el tuyo, por la triste des-
gracia que os aflige.
Conservaba yo cariñosos recuerdos del pobre
muerto (q. e. p. d.); pero aun sin ellos yo tendría que
llorar su desaparición, porque era tu padre, y yo tam-
bién tengo padre; y más aun porque al llorar, lloro
contigo.
Yo rezaré por su alma, como rezo por las almas
de los míos que también se fueron; y tú, tú eres cris-
tiano, y nada más tengo que decirte.
Mis padres que están aquí para cuidarme, me
encargan os exprese a todos sus sentimientos de pena.
Ya no escribo más porque tengo algo de fiebre, mucha
debilidad y se me va la cabeza a pájaros.
Besa a tus hijos, saluda a tu Esperanza y a todos,
sin olvidar a Antonio y su familia, y ya sabes que
nunca te olvidará tu amigo
Galán.
8 Mayo 97.
CARTA 36.*
Piedrahita, 21 Diciembre 1897.
Querido e inolvidable amigo Casto: A mediados
del próximo mes de Enero me casaré, Dios mediante.
Si sabes leer entre líneas, bastará la noticia que te doy
para que, sin yo ayudarte, interpretes mis pensamien-
tos y deseos. De éstos, creo que el mayor, que es el
de verte el día de mi boda junto a mí, no habrá de
realizarse. Es mucho pedir...; ya lo sé y lo comprendo.
Por eso no insisto.
Me caso con la primera y única novia que he
tenido. Se llama Desideria, y es de Granadilla, en la
provincia de Cáceres.
Si me hubieras olvidado, te rogaría que volvieses
a acordarte de este amigo, siquiera para rezar una
salve a la Virgen, por su felicidad.
Tengo miedo. Casto; no sé por qué, ni tengo por
qué, pero me da miedo.
Reza la salve, rézala bien, que acaso me valga
mucho.
¿Y tus hijos? ¿Y Esperanza? ¿Y todos?
Di algo a tu buen amigo
Galán.
I
CARTA 37.*
Piedrahita, 12 de Febrero de 1898.
Mi querido Casto: Ya estoy casado, y quiera Dios
que lo esté muchos años. Instalado definitivamente en
mi casa, quiero empezar por decirte que toda es tuya
(hablo también con Esperanza), y creo que nada más
tengo que añadir al ofrecimiento, porque el dueño de
esta casa es tuyo hace muchos años, y considera inútil
ofrecerse a un amigo como tú. De mi mujer no hay
que hablar: me quiere tanto, que quiere a los que yo
quiero, y me pregunta quiénes son, con ese fin.
Hasta preciosa te ha parecido alguna carta mía.
Lo mío te parece precioso, luego me quieres. Cuando
tan lógicamente se llega a la posesión de la verdad,
se acaban los discursos y se descansa. Por otros
caminos diferentes, ya había llegado yo a esa verdad,
pero ese me agrada más que ninguno. Yo también
cuando me apasiono, veo las cosas como yo quiero
que sean. Habrá en ello error de juicio, pero hay
cariño, que es lo que se quería demostrar.
Dios te pagará las cosas buenas que me dices en
tu carta última, que no sé si será preciosa, pero a mí,
que soy ya su dueño, me lo parece. De ella me acom-
pañé en los momentos en que el cura me echaba la
bendición y parecíame a mí, sin grandes retorcimien-
tos de imaginación, que tú me estabas mirando desde
248 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
el grupo de parientes y amigos que oían misa junto a
mí. Y no estabas tú, pero algo tuyo allí estaba, porque
el alma se pone donde se quiere, y tú debiste poner
un pedacito de la tuya en aquellos renglones harmo-
niosos, en aquella escritura sinceramente sentida, y
escrita, en la forma, con finura y delicadeza monótona,
constante, como tu amistad; letras iguales, que yo, sin
mirar tu carta en momentos tales, veía ir naciendo de
tu pluma, tranquilas, serenas, nobles, diciéndome
cosas buenas, y fluyendo, fluyendo con ritmo suave y
cansado, de ése que va adquiriendo la voz cuando se
habla a personas que de antiguo son queridas... Pícara
forma de letra la tuya o especial el estado de mi áni-
mo, ello es que yo veía mucho más de lo que digo,
sin mirar con los ojos de la cara aquellas letras tuyas
iguales y menudas, que parecen pequeñas hermanas
gemelas enlazadas por las manos.
Y luego las leí por vez primera en sitio tan apropó-
sito para entretenerse en estas deliciosas pequeneces!,..
Las leí encaramado en los picachos de una sierra bra-
via, en Extremadura, sentado en el puesto de caza,
con la escopeta al brazo, y esperando que los ojeado-
res me echaran de los jarales de enfrente los jabalíes o
los venados que allí andaban. No voy con tal motivo,
a hacer párrafos poéticos; porque ya estoy casado, y
todavía no sé hasta qué punto me es lícito ser poeta.
Sálgome por la tangente diciéndote que el jabalí no
vino, pero sí un magnífico venado que pasó a cuarenta
pasos de los tres tiradores que estábamos más próxi-
mos, uno de los cuales era el cura que me echó las
bendiciones. Los tres tiramos casi a un tiempo al bicho,
que bajaba al rio Alagón por un despeñadero de los
que nadie ha pintado, y le metimos en el cuerpo las
cinco balas que disparamos. Llegó rodando hasta el
DE GABRIEL Y GALÁN
249
río y ¡figúrate nuestra alegría! El cura y yo no ha-
bíamos tirado nunca una res tan hermosa como la que
acabábamos de matar. El cura se quedó como atonta-
do. Es un don SabaSy el de Pereda, en «Peñas Arriba>;
un don Sabas que no quería habernos acampañado,
porque los Cánones prohiben a los sacerdotes la caza
clamorosa, y nos costó Dios y ayuda convencerle de
que eso estaba derogado por costumbre contraria, no
prohibida por los Prelados.
Y ya que con esta digresión he vencido mi impulso
pecador de hablar un poco de la poesía rica, vibrante
y grande de aquellas sierras de Dios, aprovecho mi
enfriamiento para hablarte de otras cosas.
Pasamos los días primeros, siguientes al de la bo-
da, en el pueblo de Deslderia. acompañados de mis
padres, que desde allí nos llevaron al mío, en el cual
estuvimos hasta el 5 del actual. Se extinguía la licen-
cia de un mes que yo había pedido para casarme, y no
podía, o mejor, no debía cometer ciertos abusos, que
nunca me han agradado. Ya ves, amiguito, la principal
razón que nos ha impedido hacer más viajes que el
necesario para que la familia de mi mujer conociera a
la mía, y la mía nos tuviera unos días a su lado, pocos,
porque la boda se hizo el día 26 del pasado mes de
Enero.
Si no, ¡con qué gusto hubiera ido a verte, y a que
me vieras feliz en estos primeros días de mi cambio
de estado! Gracias, querido, gracias por tu simpático,
por tu generoso, por tu leal y bien hecho ofrecimiento.
Desideria y Esperanza se hubieran abrazado... tú y yo
¡eche V. apretones! y yo, además hubiera visto y be-
sado a tus hijitos. ¡Porque yo tengo muchas ganas de
ver a tus pequeñuelos! Y no, no he pensado en mo-
rirme sin veros a todos otra vez.
250 CARTAS Y POESIAS INÉDITAS
Si Dios me diera a mi hijos, mejor entonces; mejor.
Alguna escapatoria hacía con ellos, para enseñártelos
también y para hacerlos amigos de los tuyos. Porque
muchas virtudes tal vez no pudiera yo prestarles, pero
a sef buenos amigos ¡vaya si podríamos tú y yo ense-
ñarlos con cierta autoridad personalísima!
Mis padres, que agradecieron muchísimo tu carta,
te saludan cariñosamente; lo propio hacemos mi mujer
y yo con Esperanza y Encarnación; besa a tus hijos y
recibe tú un fraternal y cariñoso abrazo de tu buen
amigo que no te olvida.
Galán.
De propósito he pasado en silencio aquello de tu
venida... Era mi sueño tan grato, que, por serlo tanto^
no ha podido realizarse.— Adiós.
CARTA 38.
Sr. D. Casto Blanco Cabeza.— Tuy.
Piedrahita 10 de Julio de 1898.
Inolvidable y querido amigo: Al ver hoy letra tuya
en un sobre que contenía una tarjeta, me dió el cora-
zón que alguna desgracia venía a contarme, y me puse
tan nervioso, que no acertaba a romper ni abrir lo que
venía medio abierto y medio roto.
Pronto buscaron mis ojos, y pronto encontraron un
nombre bajo una cruz. ¡Tu madre, tu pobre madre, tu
cariñosa y buena madre es quien ha muerto! Ya ha
rezado por ella, que era tan buena, este amigo tuyo
que tanto afecto cobró a vuestra pobre muerta, cuando
la conoció, diez años hace.
A ti, amigo querido, qué he de decirte sino que llo-
ro y rezo contigo! Desde aquí he gozado tus alegrías,
cuando las tuviste, y aquí me tienes hoy de compañe-
ro en tu pena. Si esto te consuela un poco, siquiera
un poco, vuélvelo a oír otra vez: estoy contigo ahora
y siempre, pero ahora más que nunca, porque te re-
cuerdo más cuando sé que tienes penas, que cuando
eres muy feliz.
Mayores consuelos tienes, si a ellos acudes. Dios,
tus hijos y la madre de tus hijos te ayudarán a sobre-
252 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
llevar tu desgracia. Tú, como yo, tenías fe, gracias a
Dios; y no has de haberla perdido... ¡yo juraría que no!
Pues bien, ya sabes: tu madre era muy buena, y
los buenos van al Cielo. Seamos también buenos y
allá volveremos a vernos los que en el mundo sabe-
mos querernos tanto, padres, hijos, hermanos, amigos...
¡Ah, no hay duda que lo que Dios hace, bien hecho
está. Resígnate pues.
Querido Casto: fe y esperanza!
Mi Desideria me encarga repetidamente que te dé
su sentido pésame, que te resignes... En fin, siente,
dice y piensa lo que este tu amigo leal que no te olvida.
Mil cosas a Esperanza, mil besos a tus hijos y mil
abrazos para ti de tu amigo, el de siempre.
José María.
CARTA 39.^
13 Noviembre 1898.
Mi querido amigo: tengo que decirte dos cosas:
que he hecho dimisión de mi cargo en Piedrahita y
me he trasladado a este pueblo, con el objeto de vivir
al lado de unos tíos míos; y que el día 7 del actual, a
las siete y treinta minutos de la mañana, nació mi
primer hijo, un niño tan hermoso que parece que no
es nuestro, y tan robusto, que todas las personas que
le ven afirman que su desarrollo hace creer a cual-
quiera que tiene ya dos meses de vida.
Dios me lo bendiga y nos dé a Desideria y a mí
salud para criarlo y velar por él. No me han dejado
escribirte estos días las grandes impresiones que he
sentido, al abrirse mi corazón de par en par a un amor
como el de padre; tan grande, tan intenso y tan nuevo
para mí. Apenas ha nacido mi niño, y parece que yo
soy otro hombre.
Y más allá de lo que he sentido vislumbro verda-
deros abismos de amor, todavía más grande, para mi
hijo. ¿Qué te digo de estas cosas, si tú las supiste y
las barruntaste antes que yo? Recuérdate y me estarás
viendo a mí.
La determinación relativa al abandono de mi ofi-
cio, y a mi traslado a este pueblo, ha surgido de las re-
petidas y antiguas instancias de mis tíos, y de mi
254
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
deseo de obtener el mayor provecho práctico para
mis hijos, cuando los tuviera, y ya tengo uno. Mis tíos
me quieren bien; son ya viejos, él más que ella, pues
tiene ya 71 años, y nunca tuvieron hijos y siempre una
regular fortuna. Lo demás puedes comprenderlo: ellos
desean, por una parte, alguien que dirija los negocios
de su casa, pues sienten ya la fatiga de la vejez sobre
ellos, y por otra, compañía amable, cariño, calor, ruido
en casa, pero ruido de gente suya, y algún apoyo,
alguna persona que sepa cuidar en su vejez al que
sobreviva.
Yo he venido oyendo sus instancias desde hace
mucho tiempo, sin aceptarlas más que en principio,
porque aunque yo les quiero sinceramente, para com-
placerles era menester abandonar mi carrera y mi
destino, exponer, tal vez, a una pérdida lo que era^
el pan de mis hijos... El proyecto era trascendental
para mí, porque además de poner en riesgo con su
realización el porvenir modesto de mis hijos, no que-
ría yo venirme aquí sin condiciones determinadas,
que me dieran cierta independencia en cuanto a me-
dios de vida, mientras vivieran mis tíos... etc. Me hi-
cieron proposiciones para el presente y ofrecimientos
para el porvenir. En cuanto a los ofrecimientos, ¿yo
qué puedo decir? Ellos y el tiempo me lo dirán. Las
proposiciones me convinieron, y además, vencieron
ciertos escrúpulos que yo sentía sobre el hecho de
venir a vivir sin ganar el pan que comiera, pues ellas
me obligaban a llevar yo los trabajos de dirección en
los negocios de la casa, a cambio de una participa-
ción en los beneficios. En fin, me decidí y aquí me
tienes, querido amigo, hecho todo un ganadero, mejor
dicho, aprendiendo el oficio, poco a poco, al lado de
mi tío.
DE GABRIEL Y GALÁN
255
El trabajo a que tengo que consagrarme es muy
llevadero; se reduce a mandar y vigilar a los criados,
ir a ver el ganadito, etc. y a llevar en casa las cuentas
de todo. La vida que estos trabajos ocasionan es, sin
duda alguna, más sana y más llevadera que la de
nuestra profesión; y, sobre todo, es de mi agrado,
porque a mí me gusta mucho andar por el campo a
caballo, y esto es lo que principalmente hay que hacer.
Ahí tienes los sucesos principales de mi vida,
desde que mudé de estado; y aquí en este pueblo me
tienes a mí, que soy tu amigo de siempre, y que siem-
pre seré tu buen amigo, lo mismo desde esta tierra de
Extremadura que desde mi castellana querida tierra.
Mil cosas a Esperanza, con besos para vuestros
hijos, y un abrazo para ti de tu invariable amigo de
siempre
Galán.
Todavía no está bautizado mi hijo. Lo llamaremos
Jesús.
Guijo de Granadilla (provincia de Cáceres).
CARTA 40.*
JOSÉ MARÍA G. GALÁN
Guijo de Granadilla
18 de Enero de 1900.
Mi inolvidable amigo: Todavía vivo en el mundo,
pero nada tiene de extraño, dada la poca frecuencia
con que te escribo, que dudes si viviré. Debió de per-
derse una carta mía, posterior a la que llamas mi últi-
ma; pero de cualquier modo, hace ya no poco tiempo
que dejé de escribirte; y no de meses, sino de siglos
pudiera ser llamado mi silencio, si lo referimos a lo que
tú te mereces: un diario detallado de mi vida. Pero
mira para ti; recuerda el poco tiempo de que puedes
disponer, después de cumplidas tus obligaciones todas,
y así podrás contestar por mí la acusación que antes
me hice.
Ignoraba que Angelito vivía en América. No me lo
habías dicho. ¿Qué hace? ¿Qué tal le va por allá?
Tampoco sabía que tienes ya seis hijos. ¡Seis hijos!
Son muchos para padres como tú... y como yo, que
quisiéramos hacerlos a todos príncipes y no podemos
lograrlo, porque somos, no tan pobres como amantes
de nuestros nenes; pero no tan ricos como fuera me-
nester para que los sueños de padre lleguen a ser
reaUdades.
18
258 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Son muchos hijos, sí; pero Dios te los bendiga
todos y te dé salud para ganarles pan y para edu-
carlos bien.
Yo no tengo más que un hijo, mi Jesús, que ahora
hizo catorce meses: un angelito hermosísimo que nos
tiene entontecíos de gusta, como dicen por aquí. Ya
sabe donde está Dios, ya corretea sin ningún extraño
auxilio, ya tiene cinco dientecillos preciosísimos.
«¡Déjate que me calle!> —-como por acá se dice—
porque si diera en la sabrosa manía de hablarte de mi
Jesús, diría muchas simplezas, que sólo a mí me pue-
den saber a gloria.
Los versos de que me hablas no valen nada, es
claro; pero la intención es buena, como la de todos
los que he publicado en esa misma revista y en alguna
otra que ha querido honrárme mucho, pidiéndome
alguna composición. Además de no valer yo para el
caso, no tengo tiempo para pensar bien lo poco que
alguien me hace escribir, y, naturalmente, casi todo lo
que hago se resiente de flojedad, de falta de precisión
y nervio y de escasez de ideas originales; y lo que es
peor que todo eso, a lo menos en mi opinión, falta de
estilo propio y de espíritu personal... en fin, que soy
cobarde, porque me asusta un decir que no sea el de
la gente que vale tan poco como yo; y soy huraño
porque lo más delicado del pensar y del sentir me lo
guardo para mí, a veces para evitar profanaciones, a
veces porque el idioma que hablo, tal como yo lo ma-
nejo, me lo desbarata todo...
Y pensando cuerdamente estas cosas y otras mu-
chas, he decidido no renunciar generosamente, como
el otro, a la mano de doña Leonor, cosa a que no as-
piré nunca, porque bien sé yo quien soy; pero he de-
cidido, repito, recrearme en cómo sienten los que lo
DE GABRIEL Y GALÁN
259
saben decir, que son poquísimos, y dedicarme mientras
tanto al cultivo de los olivos, para lo cual tengo, sin
duda alguna, mejores condiciones que para el cultivo
de la bella literatura. Con ello se ha perdido un mal
poeta y se ha ganado un buen labrador; y yo, de más
a más, me he restituido a la suave prosa monótona de
la vida de mi casita, de vuelta de todos mis esplritua-
lismos generosos y honrados, muertos a manos de es-
tériles tentativas, cuyo retrato es el mío con la pluma
^n la mano y un palmo de boca abierta.
De lo que no puedo responder, hablando sincera-
mente, es de que todo haya muerto, ni de que algo
que haya muerto deje de resucitar cualquiera día. Ya
habrás observado —¡mejor que yo todavía!-— que soy
algo desigual en estas cosas, y que tengo propensión
casi invencible a pecar de... poco práctico.
Te digo estas cosas, para que no entiendas al pie
■de la letra lo de mi eterno adiós a todo lo que no sea
pesar, medir y tasar las cosas, como si fueran mercan-
cías todas ellas. No soy como fui siempre; es la verdad.
Me he casado y tengo un hijo, lo cual te dirá más que
todas mis confesiones. Pero tampoco puedo todavía^
decirte que <si me ves no me conoces».
Hablo de mí siempre más que de ti, como ya habrás
advertido: pues no es egoísmo, ni falta de afecto, ni
mucho menos cosa de vanidad, que a nada conduciría.
Es porque yo lo necesito más que tú, que siempre estu-
viste muy bien equilibrado, más formal, más sereno y
más pensador que tu amigo. Si tú lo necesitaras o lo
hubieras necesitado, yo me hubiese descuidado a mí
mismo, para observar y atender a tus manías, o como
se llame eso.
De tu venida a este pueblo casi era mejor no
hablar. No vienes... ¡qué has de venir! ¡Ni qué de
260 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
extraño hay en que no vengas tú ni venga nadie a
visitar estos andurriales en que he venido a meterme!
Viaje largo, penoso, poco tiempo disponible... todo
me dice que no, que no vendrás ¡qué has de venir! Tú
y yo volveremos a vernos cuando Dios quiera; y este
<cuando Dios quiera» todo lo dice; pero dice más que
otra cosa, que sí, que volveremos a vernos en el otro
mundo, si allí permite Dios que se vean los que aquí
fueron amigos. Y hablo sobre el supuesto de que en el
otro mundo pueda haber amigos, que tampoco lo
sabemos; aunque yo creo que no los habrá, por varias
razones. Pues ya ves las probabilidades que nos que-
dan de tener una entrevista, siquiera de veinticuatro
horas, como si dijéramos para saludarse, hablar cuatro
cosas atropelladamente y escapar.
Conque, ya sabes: hasta «cuando Dios quiera>.
Y entretanto —porque habrá tiempo para todo-
recibe afectuosos recuerdos de Desideria y míos para
Esperanza, un beso para tus hijos y un abrazo para ti
de tu buen amigo que no te ha olvidado ni te olvidará
GALáN.
No me olvido de tu salud. Pero ¿qué voy a hacer,
sino pedir a Dios que te la dé algo mejor?
CARTA 41.^
Sr. D. Casto Blanco Cabeza.— Tuy.
Mi siempre querido amigo: Tan querido, que la
lectura de la tarjeta que me anunció tu triunfo, le hizo
dar a mi corazón un respingo de alegría. Llamóle la
atención a mi mujer el largo rato que debí pasar con
la tarjeta delante de los ojos: era que estaba leyendo
entre líneas muchas cosas. Entre aquellos dos renglo-
nes, el de tu nombre y el de tu triunfo, leí yo la histo-
ria entera de tus desvelos de padre y esposo; de tus
legítimas aspiraciones de hombre estudioso, serio y
trabajador, que en el trabajo buscabas y habrás halla-
do dos cosas nobilísimas: más pan para tus hijos y
más honor para ti.
Sube, sube, que yo, desde abajo y aliquebrado, te
veo subir y te saludo meneando el ala rota; despidién-
dote... para la cátedra con toda la alegría que me
cabe en el pellejo, y con todo el estrépito con que
pueden mis manos aplaudir. Yo aquí me quedo, mejor
diría si dijera, tú aquí me dejas, en la orillita del río,
no derramándome en la cátedra, sino hablando de
chotos con mi vaquero; no vertiendo sabiduría para
sustancia de otros, sino vertiendo sudor a chorros y
acabando de perder lo que nunca con abundancia he
tenido... Sí, nos vamos separando mucho, cada vez
más, el uno del otro. Separación que no reza con la
262 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
amistad, porque... yo también soy amigo de mi criado,,
y todavía nos separa una cierta distancia de ese géne-
ro, no muy grande ¿eh? porque yo camino hacia él
con lamentable velocidad desde hace ya un par de
años, y a todas partes se llega. Y por esto mismo,
porque barrunto a donde iré yo a parar, te aplaudo
con más calor para que sigas, para que sigas por
donde vas, porque creo que no has llegado a donde
puedes, a donde debes y... a donde tú te mereces.
Esto último no quería yo decirlo, así, tan en crudo,,
porque esas cosas me parecen siempre fuertes, para
dichas en los propios hocicos de las personas modes-
tas, pero ya está el daño hecho-
Espero que me escribas cuando tomes posesión de
tu destino y te instales en tu casa.
«Un amigo mío que es catedrático... > Dispensa la
vanidad, pero así pienso empezar a hablar de ti cuan-
do me toque, y quizás cuando no venga muy a pelo.
Perdona si a tu sombra me doy un poco de tono: lo
que hay en España, de los españoles es.
Mi mujer y mis tíos, sin tener el gusto de conocer-
te, te felicitan y te saludan, como a Esperanza y a
vuestra prole, que Dios bendiga; y tu amigo te envía
un abrazo tan grande, por lo menos, como tu triunfo,
que Dios convierta en instrumento de bienestar para
ti y para los tuyos.
José María*
7'JuliO'1900.
CARTA 42.^
Sr. D. Casto Blanco Cabeza.— Tuy.
15 Agosto 1900.
Mi querido amigo: Para que te sirva de consuelo y
aún de ejemplo en cierto modo, pero no de espejo en
que mirarte ni de ideal que acariciar, quiero escribirte
unas líneas habiéndote de mi vida actual... y de la tuya.
Yo suponía que trabajabas mucho, y a eso voy;
pero no creí que era tanto como en tu carta me dices.
No hay razón que justifique ese exceso. La más se-
ria que pudieras alegar es la del bienestar actual y el
porvenir de tus hijos. ¡Sofisma, sofisma! Porque tú
bien sabes que la mitad del porvenir de los hijos (y me
quedo corto) es la vida de su padre. El cual a veces la
tira por la ventana con lamentable ligereza, creyendo
que pone una pica en Flandes. Eso no es hacer mila-
gros: es hacer huérfanos. Acompañe yo a mi hijo
muchos años en la vida, y daré en compensación la
mitad de la mísera fortuna que un día pueda legarie.
Por este lado, pues, no hay razón que justifique el sa-
crificio de una vida que se gasta a toda prisa, precisa-
mente en obsequio de los que más necesitan la con-
servación de ella.
264 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Lo que decirme podías es que no hay victoria sin
lucha; que no se llega a la cumbre sin sudar gotas de
sangre en atajos y veredas... es verdad. No fueras hoy
lo que eres, si hubieras hecho con los libros lo que yo.
Pero aún aceptando todo eso, sin discutido siquiera,
me queda el recurso de decir que he llegado a ti pre-
cisamente en el momento oportuno: cuando puedes
sentarte en el camino, y hacer lo que yo quiero que
hagas: descansar... y vivir.
Porque esa vida no es vida. No podemos ni debe-
mos despojada del sentido utilitario, que es fuerte
resorte de ella. Ni todo el monte es orégano, ni todo
el monte es abrojos. Ni nadie se alimenta con suspiri-
llos del aura, ni sólo de pan vive el hombre...
¡Los libros! ¡La ciencia!... Tampoco la vida es eso.
No he dicho nunca por qué: le tengo un poco de miedo
a los intelectuales. Me diñan, si me oyeran, que, como
no se me ha abierto «el alcázar de la ciencia», quiero
apedrear las puertas. ¡ Falso, falso !
Hay prisa y tengo que limitarme a afirmar, a negar
y a seguir más adelante. Hay que vivir. Y no reventán-
dose por los hijos, para dejados prematuramente huér-
fanos, ni llenando la cabeza, como sótano de comer-
ciante, con fardos de sabiduría científica seca, que es
cosa buena... cuando no lo ocupa todo; cuando no se
la coloca en el altar de los amores para que absorva
lo que no debe ser suyo. Perdona si le regateo alaban-
zas y loores a lo que te ha llevado a sentarte en el
honroso sitial de una cátedra; y echando tierra al pa-
sado, convengamos en lo que importa, que es esto: tu
cabeza tiene ya lastre científico para un rato: déjala
descansar, y a vivir por otro lado.
Yo, en parte porque veía algún mayor provecho
material para criar a mis hijos, y en parte porque así
DE GABRIEL Y GALÁN
265
me lo pedía... todo el cuerpo, hice un cambio de pos-
tura en la vida; deserté de la ciudad y escapé al cam-
po. Y en él no es la mía la vida paradisíaca que en tu
carta dibujas sobre un fondo de lisonjas, que dejaré
incontestadas para que el tiroteo no continúe y regre-
semos de nuevo al dulcemente ceñudo silencio pudo-
roso de la amistad sin elogios, sin alicientes exteriores,
5in expresivos desahogos que, no por ser sinceros,
dejan de ser habladores...
Pero, si mi vida actual no es idilio, tampoca es
toda ella horrible prosa científica, sin jugo, sin flexibi-
lidad, sin substancia, sin entrañas. Yo también, como
tú, trabajo mucho.
Pero a mí me es lícito hacerlo, porque los trabajos
a que me dedico yo, no gastan; quizás reponen.
Y vivo bien, a Dios gracias; pero no me falta hue-
so que roer. En mi trato con las gentes sufro no poco.
Las gentucas de las aldeas, al par que cosas muy bue-
nas, tienen miserias y roñas morales, que repugnan al
estómago más fuerte.
Se necesita mucha caridad y mucha paciencia para
vivir entre ellas. Ese es el hueso y no es chico. Como
que en la lucha con él no hay más defensa que el ais-
lamiento, sino absoluto en el sentido material, sí en
cuanto se refiere a la vida del corazón. Yo no tengo
más amigos en el sentido extricto de la palabra, que
uno de mis criados. Los demás de ellos tampoco sir-
ven para el caso. Con ciertos ilustrados del pueblo no
hay que contar para nada.
El anverso de esta medalla es mi vida de campo,
de soledad interior, de tareas y afanes diarios. Y este
aspecto de mi vida sí que es bueno: agradable para el
espíritu y provechoso para la salud del cuerpo. Yo
266 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
trabajo bastante; leo algo, muy poco, pienso algo más
que leo; pero ni el trabajo me revienta, ni mis lecturas
me dejan ciego (¡ni mucho menos!) ni mis pensares
pueden trastornarme el juicio.
Voy dejándome vivir, agua abajo, agua abajo, sin
prisa alguna, como el que sabe que están en razón
inversa la rapidez de la marcha y el tiempo que es
necesario para andar todo el camino.
Algo de esto quisiera yo para ti. Que no te consu-
mas; que no te quemes a fuego de fragua; que te
vayas marchitando al calor del sol, que es más suave,
más de Dios, más piadoso que el otro, para los padres
que tienen hijos pequeñuelos, que tampoco viven sólo
de pan, sino de amor, de caricias, de cuidados, de
perenne vigilancia paternal, de paternales amparos
contra los males y los peligros del mundo; de ense-
ñanzas, cuyos maestros son insustituibles...
Desde que nació mi hijo, ya no hay dudas para mí:
es mejor llegar a viejo que llegar a sabio.
Me he hecho medroso. Nunca le tuve miedo a la
muerte, y hoy se lo tengo, cuando al verme en un peli-
gro se me acuerda el hijo mío. ¿Quién, que no sea yo,
me lo puede defender de los malos y del mal? Su ma-
dre diera la vida por él, es verdad; pero, ¿no podría
yo darla con mayor fruto para ellos?
Dios es padre de todos; y si no fuera por eso,
¿quién querría tener hijos, ante el temor de tener que
dejarlos por ahí solos?
¡Cómo me voy alejando de mi propósito! No esta-
ba hablando contigo sólo, sino conmigo también; y
por eso he insistido demasiado en estas cosas, que
son más viejas que yo, ya lo sé; pero que no por ser
viejas y vulgares, dejan de estar muy en razón.
Yo no lo sé con certeza; pero me atrevo a suponer
DE GABRIEL Y GALÁN
267
que el trabajo de la cátedra no mata en cuatro días
al que la explica.
Pero si a más de tus trabajos de cátedra, empiezas
nuevamente a cargar con otros de orden privado, que
llenen tus horas de descanso, como el estudio y las
lecciones particulares... en ese caso, podrás llegar a
sabio, y si me apuras, a rico; pero no vas a llegar
a viejo.
Supongo en ti los conocimientos necesarios, y no
quiero decir más, para no hacer un mal papel en la
cátedra que vas a desempeñar. Por lo cual tu tarea
se reduce a trabajo de exposición, pero no de adqui-
sición. Pues a explicar tus asignaturas, y a higienizarte
un poquillo. Y más adelante. Dios dirá lo que se
debe de hacer.
Mis muchas ocupaciones no me han permitido este
verano ni siquiera ir a ver a mi familia, que está es-
perándome desde hace ya más de un año. Y yo aquí
quieto; veraneando en la dulce Extremadura, bajo un
sol que parte los pedernales de la calle, y respirando
el aliento de esta tierra, que se abrasa, que se raja,
que parece que se muere para siempre.
Vosotros, afortunados mortales, que vivís en esas
dulces latitudes, no imagináis lo que es esto. Vivimos
como los árabes, acaso en más de un sentido; pero
señaladamente en éste a que yo aludo, de la tempera-
tura que disfrutamos.
Si te has hecho demasiado sutil, dirás acaso que
por eso, porque somos medio árabes, predicamos la
vagancia, el dulce no hacer nada de la vida, el reposo
del espíritu, que goza mucho durmiéndose al arrullo
fatigoso de una pereza melancólica y estéril...; y mi-
rándome desde la altura de tu actividad febril, dirás
con ironía bondadosísima: «he ahí un meridional»...
268 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
]Qu¡á!, no es eso! Si por decirte que vivo en el país
de las chicharas, has de negar autoridad a mis pala-
bras y olvidar en absoluto el sermón que te he dispa-
rado, para que te pongas gordo y para que vivas
sano, te llamaré... intelectual, que es un mote feo,
cuando se dice con cierta intención... Come y engor-
da, y déjame de influencias de clima y demás cosas
semejantes.
Ya me dirás, cuando llegue el caso, cómo te va en
Santiago.
Saluda a todos y manda a tu amigo que te quiere
José María.
15 de Agosto de 1900.
CARTA 43/
Diciembre de 1900.
Mi querido amigo: Al leer hoy tu tarjeta, recordé
que te habla escrito, y buscándola, di con una larga
carta ya cerrada que me olvidé poner en el correo. En
el de hoy te la envío aunque la fecha es muy vieja.
De ella acá he sufrido dos desgracias de familia:
en pocos dias fallecieron mi hermana Enriqueta, que
era la mayor de las dos que Dios me dió, y la única
hermana que a mi madre la quedaba.
Mi pobre tía (q. e. p. d.), había sido mi segunda
madre y yo la quería muchísimo: pero era ya muy an-
ciana y la vida tiene un límite, y esta consideración no
deja de ser, en cierto modo un consuelo...
¡Pero mi hermana!
Casada con un hombre enamorado de ella, con
cinco hijos pequeñuelos, viviendo una vida rebosante
de paz y sencillez, en lo mejor de la edad... En aquella
casa con todo acabó la muerte: con la dicha de un
hombre honradísimo, que era modelo de esposos, con
la vida de una cristiana mujer, tan esposa como ma-
dre y tan madre como esposa, en el sentido absoluto
de la palabra bondad; con la sombra protectora bajo
la cual se educaban y vivían cinco hijos, que tenían
por delante un porvenir, en donde había para ellos pan
y amor... ¡Con todo acabó la muerte!
Lo hizo Dios, y está bien hecho. Reza un padre-
270 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
muestro por mis pobres muertas, y por que Dios sea
el amparo de los cinco huerfanitos.
*
Como nos escribimos pocas veces, hay que hablar
algo de todo en cada carta.
Mi Jesús está muy bueno, muy guapo y muy ha-
blador. Es nuestro encanto. Tiene dos años recién
cumplidos, y charla como si tuviera cuatro. Y aunque
yo no fuese su padre, diría que tiene una inteligencia
que vale cualquiera cosa, a Dios gracias.
Desideria también está buena, aunque hace dos o
tres días tiene un fuerte catarro que me alarma un po-
co; no por lo que el catarro es, sino porque la tos que
tiene puede ser perjudicial para su estado, pues espera
ser por segunda vez madre, dentro de un mes próxi-
mamente.
¡Dios no nos abandone!
Yo con mis tareas de siempre. La mayor parte de
los días en el campo, y ahora acompañado por mis
penas, como puedes suponer. Las ocupaciones me
distraen mucho, y mis aficiones literarias, además de
distraerme, me consuelan. Ahora las prosigo con más
vigor que antes, no sé porqué.
Miguel de Unamuno, que, como sabrás, es ya Rec-
tor de la Universidad de Salamanca, me anima mucho,
y ahora me está excitando a que escriba nada menos
que dos libros. Se ha hecho amigo mío, y te diré por
qué, ya que eres tan bueno para mí, que todo lo que a
mí se refiera te interesa.
Hace algún tiempo escribí una composición en la
jerga de este país, por invitación de mi familia. Mi
hermano Baldomcro, que es abogado del Estado en
Salamanca, era amigo de Unamuno, y éste le pidió
DE GABRIEL Y GALÁN
271
algo mío que leer, pues sabía, no sé por quien, que
podía dárselo. Precisamente acababa de recibir mi
hermano los versos en aquel momento, y se los dió.
Por lo visto le encantaron, pues le dijo a mi hermano
que iba a darlos a la imprenta. Mi hermano le detuvo,
diciéndole que habían sido escritos, no para el públi-
co, sino para contadísimas personas. Unamuno dijo
que los publicaba, aunque yo le llevase a los tribuna-
les, pero al cabo esperó mi contestación. Entretanto
él se los leyó a varios amigos, entre ellos a Pereda,
que por entonces pasó por Salamanca.
Ahora me escribe, diciéndome que en su reciente
viaje a Madrid, adonde fué con objeto de hablar en el
Congreso Hispano-Americano, se los recitó de memo-
ria yo no sé a cuántos de sus conocidos, uno de ellos
Balart, a quien creo que le gustaron sobremanera.
Tanto, que le preguntó a Unamuno si yo había escrito
más; y al contestarle que sí, le dijo que me excitara a
que hiciera un tomito, pues lo merecía de veras. Una-
muno me dice que el mismo Balart haría el prólogo, y
en todo caso hablaría del libro.
A otro de los que más le agradaron los versos fué
a Salvador Rueda, que decía: <eso, eso es poesía y no
alquimia».
Unamuno me dice que lo haga, y además me exci-
ta a que escriba en prosa; o cuadros de costumbres, o
una novela.
Pero nada: no hay quien me saque de mi paso. Le
he contestado largamente a todo, y no te digo qué,
por no hacerme demasiado lato,..so.
Hace unos días le mandé dos romances, para que
TTie dijera qué era aquéllo. Uno de ellos —me dice—
le ha gustado mucho: «allá en el fondo, hay algo de
académico, en el mejor sentido de esta palabra: por
272 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
bajo de aquel estilo del pueblo se vé tal vez una mano
que alguien llamaría literaria>.
Ahora tengo que enviarle un cuento, que a él y a
mi hermano les tengo prometido. Quieren que, sin
dejar los versos, escriba prosa también. Todo ello
parará en nada, porque yo no tengo algunas de las
condiciones que se necesitan para lograr lo que me
dice Unamuno que podía lograr: crearme un nombre.
Además tengo que escribirlo todo atropelladamente,
por falta de tiempo para preparar debidamente las co-
sas. Pero en fin, el hecho es que yo me distraigo mu-
cho con estas cosas, y voy pasando la vida. También
estoy recogiendo por aquí terminachos, voquibles,
decires, giros, etc., que me ha encargado tiempo hace,
el propio Unamuno como materiales auxiliares para
una obra que está escribiendo acerca de los orígenes
del idioma castellano. También está ahora metido el
hombre en una novela pedagógico-humorística en la
que hay, según me ha dicho, elementos grotescos,
trágicos y sentimentales. Veremos lo que le resulta.
No dirás que escribo y detallo poco, y que no te
hablo más que de cosas mías (aceitunas, chotos, pra-
dos, etc.). Te hablo mucho y de cosas vuestras, de los
que vivís en esas atmósferas superiores; cátedras,
libros, papeles, oradores; Arte, Arte; ciencias, sabe-
res, etc., etc.
Veremos cómo te portas tú ahora con los campe-
sinos, que no leen más libros ni aprenden más cosas
que las que les dicen las cartas de algunos de sus
amigos.
Que tengáis felices pascuas y entradas y salidas de
año os desea vuestro buen amigo, que a ti te abraza,
José María Galán.
CARTA 44.*
Guijo de Granadilla, 5 de Febrero de 1901.
Mi querido amigo Casto: el día 27 del próximo
pasado mes de Enero nació mi segundo hijo. Él y su
madre están buenos a Dios gracia».
El recién nacido ha sido ya bautizado con el nom-
bre de Juan Crisóstomo, que es el del Santo del día en
que vino al mundo mi hijo.
Ya tengo dos: Jesús mi primogénito, que acaba de
cumplir dos años, y el que Dios me envió pocos días ha.
Y para eso te escribo estas líneas, para decírtelo.
Y para darte otras noticias, no como la de hoy, sino
muy triste, te escribí también hace poco tiempo, por-
que quiero que todo lo sepas, ya que eres un amigo
excelentísimo.
Por hoy no te digo más; que mucho debí decirte
en mis dos últimas cartas, y no quiero repetir alguna
cosa de las que agradan bien poco a quien las pade-
ce y a quien tiene que escucharias.
Ya vendrán días mejores, si Dios quiere, y enton-
ces yo chariaré como siempre. Pero antes espero leer
carta tuya.
Tu amigo de siempre
José María
19
CARTA 45.^
JOSÉ MARÍA G. Y GALÁN
Guijo de Granadilla
(Cáceres)
1.^ Febrero 1902.
Mi querido amigo Casto: Sin madre, ¿cómo he de
ser yo feliz? Pues de eso no hablemos más, buen ami-
go mío. Sólo, sí, te diré que, como tengo una esposa
que es un ángel y dos hijos preciosísimos y sanos...
Vivo atareadísimo con mis cosas del campo; y ya
te dije que apenas me queda tiempo que dedicar a
mis aficiones literarias. No sé si sabes que mi herma-
no Baldomcro, abogado del Estado en Salamanca, me
hizo escribir algo para los Juegos Florales de aquella
ciudad, y lo hice con tal acierto, que premiaron mi
composición con la Flor natural, un gran diploma y el
ramo de oro que regaló el Ayuntamiento de la ciudad.
¿Conoces la poesía premiada? Se llama El Ama,
y ha sido celebradísima. Todavía continúan los críti-
cos hablando de ella. Hace pocos días me daba un
bombo en El ¡mparcial Ramiro de Maeztú, y me man-
daron unos números de El Universo, de Madrid, con
una crítica de Angel Salcedo, que hacía un paralelo
con mi composición y con El Idilio de Nuñez de Arce.
Si puedes, lee dicho periódico, que es el del 27 de
Enero próximo pasado.
También Villegas (Zeda) escribía en La Epoca
que desde El Idilio, no se había vuelto a publicar en
276 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
castellano ninguna composición como esa mía, dentro
de su género, etc., etc.; porque, para bombearme con-
tigo basta y sobra.
Estoy terminando un pequeño tomo de poesías
castellanas, y tengo en proyecto otro de poesías ex-
tremeñas.
El primero es esperado en mi país como el maná,
porque ahora resulta que yo soy el poeta de aquellas
gentes y aquellas tierras...
En Extremadura... lo mismo: la han tomado ahora
conmigo, y me tienen horriblemente mareado ya.
¡Hasta he tenido que dejarme banquetear!
No escribo en La Lectura Dominical por falta ab-
soluta de tiempo; por lo mismo que no escribo en
una porción de papeles públicos, que me tienen ase-
diado con peticiones.
No, querido: U... es pequeño para llevarme por
donde tú te figuras. Como no sea el diablo, no sé
yo quien podrá ser; y al diablo le pongo yo enfrente a
Dios, ¡y boca abajo el diablo! U... es amigo mío,
como él y yo lo somos de muchos, pero nada más.
Y últimamente quizás no tanto, porque los sabios
tienen también sus flaquezas y sus pasiones, como yo
también las tengo, que no soy sabio; pero soy, en
cambio, una mijita díscolo, o si se quiere muy amigo
de obrar con independencia, y velay.
No ha sucedido nada, pero, vamos, que las cosas
no creo que estén como antes.
¿Gustarme a mí Pereda?... Como las propias mie-
les, querido, como las propias mieles. Pues no faltaba
otra cosa sino que a mí no me gustase Pereda! Cuan-
do Pereda deje de agradarme a mí, ten compasión de
tu amigo.
Y ahora que hablamos de Pereda, ¿creerás que^
DE GABRIEL Y GALÁN
277
por un cuento que he publicado en un periódico de
Salamanca, me han dicho que en él hay cosas que
igualan a las cosas de Pereda, y otras que...? ¡ detente,
oh periodista! que sólo un buen periodista puede atre-
verse a decir algunas cosas.
Y así me paso la vida ahora, trabajando mucho en
e\ campo, escribiendo muchas cartas (porque desde
lo de los Juegos Florales esto es el acabóse) y hacien-
do poco arte.
Y solo, eso sí: muy solo en cierto sentido, porque
no respiro más aires espirituales que los que yo mismo
me creo y los que me enviáis de lejos.
Salud para Esperanza y vuestros hijos, y en otra
hablaremos de tíy porque estoy muy de prisa hoy, y
no hago más que garabatos indescifrables.
Te quiere mucho tu amigo
Galán.
I
CARTA 46 *
JOSÉ MARÍA G. Y GALÁN
Guijo de Granadilla
(Cáceres)
7 Abril 1902.
Mi queridísimo Casto: Se me ha estremecido el
alma al leer esta carta tuya que tengo delante, escrita
por mano extraña y acabada por la tuya, insegura y
temblorosa.
No, queridísimo Casto, no querrá Dios que tan
pronto mueras, no. Le he pedido tu salud con un fer-
vor, con un deseo, con una ansiedad tan grandes, tan
grandes, que me he sentido muy tranquilo al terminar
mi oración. Parece que alguien me ha dicho que no;
que Dios te deja entre nosotros, que Esperanza y tus
niños no han de quedarse sin ti, sin tu amparo, sin tu
amor, sin su mundo entero, que eres tú, querido mío.
Además yo no lo creo. Yo sé, sí, que hemos de
morir todos; pero ¡Señor! si todavía /zo /ze creído yo
que ha muerto mi madrecita de mi corazón, a quien
pronto hará diez meses que vi morir en mis propios
brazos! Y aún lucho, porque me lo soñé muchas veces,
y hay momentos en que he dudado si esto será un
sueño más, algo más largo que aquéllos, que también
eran muy largos. Y algunas veces le digo a cierta es-
pecie de realidad que me arguye para que lo crea:
bueno, sí; no será esto el sueño de una noche, pero,
280 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
¿y qué?; será el sueño de unos pocos años; pero cuan-
do yo me muera, se acabó el sueño, y al despertar,
veré que no se me ha muerto nadie.
Contigo no llego ni a esto. Porque, sí, estás enfer-
mo; pero yo no he visto más, y luego, que todos los
que te queremos le hemos pedido a Dios que te deje
con nosotros.
Ya ves si tendré confianza, que, para cuando te
pongas bueno, te envío adjunto un libro mío, que no
es más que primicias de otro que pronto te mandaré
también, si Dios quiere.
Ahora, cuida de tu salud y no me escribas. Pero
que me escriba alguien, a vuelta de correo, dos o tres
líneas que me digan nada más cómo te encuentras.
Queda esperándolas el amigo que tantísimo te
quiere.
Galán.
CARTA 47.^
Guijo de Granadilla 22 Mayo 1902.
Muy querido amigo mío: Tampoco tú puedes ima-
ginar la alegría que me ha producido ver letras tuyas.
Pon mi cariño al lado de tu actual situación, y harás
nada más que un aproximado cálculo.
Pido a Dios que siga aliviándote hasta que lo estés
del todo, que bien lo necesitan tus hijos y la madre de
tus hijos.
Llevo una temporadilla de vida un poco agitada.
Porque a cuenta de lo del libro, me hizo ir mi herma-
no Baldomcro a Madrid por un par de días siquiera, y
allá me tuvieron seis o siete.
Si es que has leído algunos periódicos, ya sabrás
que el Ateneo me invitó a dar una lectura, que, en
efecto di. Y, por esta vez, puedes creer a los perió-
dicos, porque, efectivamente, gustó la cosa.
Más adelante te daré detalles de todo, porque hoy
ni tú ni yo estamos para ello: tú porque debes leer
poco; yo, porque tengo que escribir como a jornal.
Porque con eso del libro y del Ateneo, y con lo
del otro libro que me editó y prologó el P. Cámara, se
me ha venido encima un chubasco diario de cartas y
papeles, cuyo despacho me tiene ¡ay! reventadito.
¿No has recibido Castellanas? Supongo que sí,
porque fué certificado.
282 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Soy el de siempre, Casto.
Mortalmente pecarás, si desconfías de tu antiguo
amigo.
Los ojos míos, delante de los cuales están hacien-
do flotar desde hace algún tiempo una humareda es-
candalosa y descarada de incienso, no detienen en ella
sus miradas.
Miran, porque se lo manda la cortesía; pero no se
ponen turbios, a Dios gracias.
Ven lo de siempre: dos mundos: el suyo, el de
siempre, y el otro, el de nunca.
Y no quiero que leas más. Quiero que te pongas
bueno, y que me lo digas pronto.
Saluda a Esperanza, besa a tus hijos y te abraza
• tu invariable amigo
Galán.
CARTA 48.*
Guijo de Granadilla 9 de Junio 1902.
Mi muy querido Casto: Tu tarjeta postal me ha
venido a dar el segundo alegrón, más grande todavia
que el primero.
Por Dios ten mucho cuidado en este período de tu
mejoría; cuídate mucho y bien; no te acerques al tra-
bajo, no hagas el más leve exceso. Eres tan necesario,
que cuanto hagas por vivir es hacer poco. Creo que
no debes aún escribir ni leer. Yo te mandé CastellanaSy
para cuando estés bueno del todo, y para entonces te
mandé también el librito que editó y prologó con mi
anuencia el P. Cámara. ¿No los has recibido? Supongo
que sí, sobre todo, mis Castellanas, que fueron en
pliego certificado. Que te lea Esperanza estos garaba-
tos. Te hablaré algo de mis dos librejos.
Ambos han gustado extraordinariamente, (así no le
hablo yo casi a nadie). Cuando Castellanas estaba en
prensa, me pidió el P. Cámara, Obispo de Salamanca,
que le permitiera editar a él un tomito con algunas de
las composiciones ya conocidas del público, pues
quería él hacer un prólogo para ellas, y difundirlas en-
tre sus hermanos de Episcopado y amigos, que tiene
en todas partes.
Se lo concedí con mucho gusto, e hizo el libro y
el prólogo. Me regaló la mitad de la edición, y como
él regaló su parte, yo tampoco quise poner a la venta
284
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
la mía, que, después de todo, era un regalo que él
me hizo.
Empecé a regalar, y a los pocos días, ya no pude
hacer otra cosa que regalar a la fuerza, pues me llovían
de todas partes las peticiones, hasta que me dejaron
con el ejemplar que me dedicó especialmente el señor
Obispo y otros cuatro o seis más. Por entonces fui yo
a Madrid, donde sólo pude estar unas cuantas horas,
y ya allí me hablaron de un acto literario en el Ateneo,
cuya Sección de Literatura tenía el proyecto de invi-
tarme para dar allí una lectura de poesías. Yo no acep-
té por entonces, porque tenía mucha prisa de venir a
mi casa. Después cuando se acabó de editar Castella-
nas, me hizo ir otra vez a Madrid mi hermano Baldo-
mcro, que así lo había prometido a unos cuantos ami-
gos suyos y admiradores de mis coplejas. Y entonces
fué cuando di la lectura en el Ateneo. Querían en él
que les diese 8 días de respiro para preparar el acto
con música, etc.; pero me negué en redondo, por tener
aquí muchas ocupaciones, y a los dos días de estar
allí, sin darles tiempo más que para hacer a escape las
invitaciones, se celebró la velada... Leí unas composi-
ciones de las del libro (que aún no estaba puesto a la
venta) y luego me pidieron, fuera de programa, unos
cuantos ateneístas, que leyera El Crista bendita y
Varón, ambas escritas en dialecto extremeño. Gusta-
ron todas muchísimo. El éxito fué verdad. Se aplaudió
aquella noche como, según me decían todos, se aplau-
de allí pocas veces las lecturas de versos. Excuso de-
cirte que me felicitaron y me zambombearon todos los
literatos, periodistas, aficionados, etc., de la casa y de
fuera de ella. Total, que me pasé seis o siete días en
Modernópolis, y vine más cansado que si hubiera es-
tado segando trigo.
DE GABRIEL Y GALÁN
285
La critica ha tratado bien al librejo en periódicos y
Revistas. Todos los papeles han hablado de él, menos
los tres grandes rotativos, El Imparcial, El Liberal y
el Heraldo de Madrid.
Llenos de... prejuicios, no quisieron dar ni siquiera
la noticia anunciadora de la velada, enviada a toda la
prensa por la Sección de Literatura. Te advierto que
algunos de los redactores de esos rotativos estuvieron
conmigo inaguantables en la velada. No me gusta
decir lo que ellos decían de los versos, porque es de-
masiado fuerte todo ello. Y creo, y así lo creían otros,
que hablaban sinceramente, pero... tú no sabes dónde,
en estos tiempos nuevos, se esconde la tiranía más
estupenda y la esclavitud más horrible? Pues en las
Redaciones de los rotativos que se pasan la vida can-
tando todas las libertades, entre ellas, la de la emisión
del pensamiento...
Yo pude hacer que alguien hablara, pero no me dió
la gana de intentario, ¿sabes? No tuve a bien sentarme
en los umbrales de las puertas grandes, esperando la
limosna, como hacen muchos con el mayor impudor.
Lo cual quiere decir también, —yo bien lo sé—,
que no tengo condiciones para crearme un pedacillo
de nombre. Mas como mi fin no es ese, no lamento,
sino que celebro, esa falta de condiciones para la fa-
bricación de éxitos más o menos artificiales. No le
puedo decir a nadie estas cosas, a no ser a uno como
tú, porque casi nadie me las interpretaria rectamente.
Las Uamarian rabia, o soberbia o despecho, porque
casi todo el mundo se figura que no hay quien tenga...
agallas para desdeñar un bombo de un rotativo. ¡Mira
que anda bueno el mundo! Y mis amigos de por aquí
aun tienen la candidez de indignarse ¿por qué dirás?
¡por el silencio de los rotativos! No saben que, aún
286
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
dejando a un lado otras razones de más peso, bastó la
primera presentación que hizo el P. Cámara de mis
escritos, para mirarlos con... desdén. Alguien ha que-
rido hablar de eso en periódicos de provincias, pero
yo se lo he prohibido. Quiero a toda costa paz, quie-
ro silencio, quiero que nadie me corrompa las orado-
neSy interpretando perversamente protestas de amigos,
que me producirían, con toda su buena intención,
más daños que beneficios.
Lo mismo te digo a ti: que rompas este pliego y
no hables con nadie de él. ¡Concho! lo único que la-
mento es una cosa: si estará creyendo algún periodista
que con su silencio me ha ¡jeringado!
Con estas tonterías no me ha quedado tiempo para
hablarte de algún proyecto. No tengo tiempo para ha-
cer cosa de provecho, porque las cosas hechas de
prisa, valen poco generalmente. Me gusta escribir
algo, y algo escribiré en cuanto tenga vagar. Ya te
diré lo que sea.
Que te cuides, y que te cuides.
Saluda a Esperanza, besa a tus hijos y te abraza
tu buen amigo
Galán.
CARTA 49.*
Guijo de Granadilla 10 Octubre 1902.
Queridísimo Casto: Me gusta más rezar por tu
salud que hacerte leer cartas. Por eso te escribo
poco.
Tu última me ha producido amargura. Me escribes
muy abatido. ¿Por qué has de estarlo de alma? Le-
vanta a Dios el corazón y esperanza en Él.
Ponte sereno, porque imagino que no lo estabas
cuando me escribiste, ^igo sereno en el sentido
valiente de la palabra, porque ni entonces, ni nunca
has perdido tú esa otra hermosa serenidad del alma
cristiana, que llega al martirio primero que a la deses-
peración y al excepticismo.
Las penas con que Dios puede probarnos en este
mundo ¡quién duda que son terribles a veces! Por eso
se llaman pruebas. ¡Y qué puedo yo decirte de ellas,
querido, que tú no sepas, si Dios te dió cuánto nece-
sitas para entender mucho y bien, y para obrar en
orden a tu entender!
La poca salud, el mucho amor a los hijos, las vi-
siones negras del porvenir, agrandadas muchas veces
por infinito celo amoroso de padre y por tristes abati-
mientos de enfermo... Ya lo sé, querido; ya sé que to-
das esas cosas, y otras a ellas parecidas, te causarán
288 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
amarguras; las amarguras de que le hablas a tu
amigo desde que te falta la salud del cuerpo, tan
necesaria para todo, para todo, y, más que para nada,
para los hijos queridos.
Y tu amigo, que es otro hombre como tú, no pue-
de, —¡tú bien lo sabes!— no puede darte un con-
suelo humano definitivo, absoluto, suficiente; ni cree
que los hombres puedan dártelo tampoco. ¡Quién pue-
de dar lo que no tiene? Y si ni siquiera sirvo para
darte un gran consuelo, menos podré dar remedio a
tus amarguras de hoy. Para esto y para aquello no hay
nada aquí. Está arriba todo; y tu amigo del alma, cuando
para él mismo y para todos los suyos necesita gran-
des cosas, mira siempre a un solo sitio, al sitio donde
está Dios.
Todo lo demás es estéril cuando no es necio. Por
eso rezo por ti y te escribo pocas veces. Porque si
con oraciones no te doy cosa buena, mira tú qué
podré darte con palabras y más palabras.
Confio en Dios. He confiado en Él siempre, y aún
más cuando las cosas amargas quieren ahogarme;
porque yo también, Casto inolvidable, tengo penas
y algunas penas muy grandes.
Voy viviendo... voy viviendo, sostenido, esperan-
zado... Haz tú lo mismo, que Dios te protejerá.
Para acabar, y porque todo lo mío te interesa, aun-
que sea una pequeñez, te diré que mandé a los Juegos
florales de Zaragoza cuatro poesías, y me han premia-
do una de ellas con la Flor natural, y las otras tres con
otros tantos premios.
Acabo de contestar un telegrama del Alcalde de
Zaragoza, que en nombre de la Ciudad me felicitaba,
autorizándole para que, por delegación mía, nombre
DE GABRIEL Y GALÁN
289
reina de la fiesta y recoja mis premios, pues yo no
voy a buscarlos.
Vengan nuevas noticias de tu salud, y sean como
las desea tu caro amigo
Galán.
Saluda a Esperanza y da un beso a tus hijos
Adiós.
20
CARTA 50.*
Y ÚLTIMA
Guijo de Granadillay 9 Enero, 1903,
Mi querido Casto: te tengo a media corresponden-
cia, amiguito inolvidable.
Perdóname. Estoy cansado, estoy aburrido, no
sirvo para el caso. No puedes imaginarte las cartas
que diariamente tengo que contestar.
Si no lo hago, me llamarán grosero, o me llamarán
soberbio, o me llamarán tonto, que es lo que más me
molestaría. Si me propongo ser cortés, no tengo tiem-
po para escribir a mi familia de Castilla y a mis amigos
más queridos.
No esperes que te hable de Cáceres. Vine rendido.
Imagínate todo, y me librarás del tormento de contár-
telo. Yo lo agradezco todo mucho; bien sabes que soy
muy capaz de ello.
Pero contigo me desahogo; diciéndote que me
cansa, que me molesta todo ello; y gracias que ya
no parece que me hiere, como al principio. Me acos-
tumbré a ver y oir con indiferencia, y ya no me pro-
ducen ni bueno ni mal efecto ciertas cosas.
Tú me has causado un rato de alegría, de la buena,
con la noticia de tu mejoramiento de salud. Dale a
Dios mil gracias, querido, que te está favoreciendo vi-
siblemente, y no dejes de pedirle que no te abandone
un momento, porque tus hijos y tu esposa necesitan
de tu vida, como de la suya propia.
292 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Y por tu parte, haz lo que puedas y debes por la
salud. Cuídate, no hagas excesos, no te fíes de tu es-
tado actual, y así no cometerás imprudencias, que
puedan costarte alguna nueva recaída.
Ya que puedes leer, te mandaré pronto un folleto
mío que saldrá a luz estos días.
No creas que puedo dedicarte más tiempo hoy.
Confío en que vendrá pronto la temporada del descan-
so, y entonces podré escribirte, porque esto no es es-
cribir: es telegrafía seca.
Que sigas bien, querido; saluda a Esperanza, besa a
tus hijos y manda a tu amigo cariñoso
Galán.
Que Dios os dé un feliz año de 1903.
NOTAS
I
NOTAS
Carta 1.^ Esta breve y cariñosa carta me fué di-
rigida a Segovia, donde pasé dos dias para visitar a
mi tía Concha y a mis primos. Yo había prometido
esta visita al regresar a Galicia terminados mis estu-
dios, y rogué a Galán que me acompañase a pasar tan
breve plazo con mis bondadosos parientes; pero
Galán prefirió quedarse en Madrid. En la estación de
Segovia debíamos reunimos para seguir juntos el
viaje hasta mi casa, y la carta tiene por objeto preci-
sar exactamente el día y el tren en que lo habíamos
de realizar.
Fuente Vaquera. Galán escribió esta sentida ba-
lada en mi casa de San Saturnino. De todas las pro-
ducciones que se incluyen en este libro. Fuente Va-
quera es la única que ha salido del secreto donde
hasta ahora he tenido guardados como inestimable
tesoro los papeles que me dedicó Galán. Fué en so-
lemne y memorable ocasión. En la Velada necrológica
que en honor del poeta organizó el Ateneo León XIII
de Santiago, que me había confiado un cargo en su
Junta Directiva, di lectura a esta poesía, la cual fué
aplaudidísima por el selecto y numeroso público que
llenaba el salón de actos del edificio de San Clemente.
Adiós. Improvisó tan espontánea y tierna despe-
dida al correr de la pluma y en el mismo papel en que
me la entregó, el cual está sin tacha ni enmienda.
296 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
Carta 2.^ El original fué escrito con lápiz pocas
horas después de emprender su regreso a Frades, y
estando el tren en marcha, como indica el poeta y
ciertamente se nota en lo tembloroso de los trazos.
Carta 3.^ Escrita en Medina del Campo a nues-
tro común amigo Antonio, en cuya casa de la Coruña
quedábamos ambos esperando ansiosos noticias del
viaje de Galán.
Carta 4.^ Era tal el acendrado afecto con que
nos correspondía, que aprovechaba durante el viaje
toda ocasión para escribirnos. Con ésta son tres las
misivas que nos dirigió desde el camino, antes de
llegar a su casa.
Carta 5.^ Acompañando esta hermosa y extensa
carta me remitió terminado el poema
Mañanas y Tardes. Constituye, según opinión
autorizadísima, el más sentido y copioso canto al
campo castellano, del cual era Galán tan entusiasta
admirador. Las dos partes primeras las compuso en
San Saturnino, sentado a orillas del río Jubia, en el
sitio llamado Pozo de los Donceles, delicioso y legen-
dario rincón hoy hermoseado por la munificencia y
buen gusto de los Sres. Duques de la Conquista, Mar-
queses de San Saturnino. La frondosa avenida que
conduce allí, donde el ilustre poeta improvisó esta
obra, merece bien llevar el nombre de Gabriel y Galán.
Carta 6.^ Antonio había ido a París para ver la
Exposición Universal, agregado al Orjeón Número
Cuatro, notable coro organizado y dirigido por el
maestro Veiga, el padre de Julio. Este orfeón dió varios
conciertos en el Palacio del Trocadero y obtuvo el Pre-
mio de Honor y la Gran Medalla de Oro. Al regreso se
quejaba Antonio del silencio de Galán. Éste no había
podido escribir, porque... «El estado de mi alma, ya
DE GABRIEL Y GALÁN
297
lo sabéis los dos, ése fué el que me lo impidió». Su
alma hervía bajo la acción de impresiones desconoci-
das, porque en ellas se revelaba el genio. Lo que
sentía entonces Galán se declara bien en las cartas
subsiguientes, sobre todo en la octava y en la un-
décima.
Carta 8.^ Galán restituido a sus queridas llanu-
ras castellanas, al regazo de su adorada madre, des-
pierta de lleno en el mundo luminoso de la inspiración
y del arte. Siente que se opera una honda transforma-
ción en su alma. Es el numen poético que en ella
irrumpe y la arrebata a regiones de ideal purísimo.
Por eso dice: «...alégrate; soy feliz como nunca... sólo
puedo decir que si antes pensaba, hoy sueño; que si
antes quise hacerme un filósofo, ahora quiero ser un
poeta... soñaré como sueño, como un poeta, y así le
daré a mi alma lo que buscaba, y a mi corazón lo
que necesita...>
Carta 11.^ Aquí describe, como sólo él podía
hacerlo, el lirismo que vibra en todo su sér al más
leve roce con las maravillas naturales de aquella su
amada aldea, exenta de toda superposición de artifi-
ciales elementos, como él la quería, según indica en la
carta 6.* hablando de París, y tan felizmente expresa
€0 su poema Regreso:
«Aquí no vive la materia inerte
esa vida que presta el artificio,
estéril disimulo de la muerte.
Viven aquí las cosas
porque en su entraña cada cual encierra
la del vivir intimación divina,
que a ti te ha dado jugos, fértil tierra,
y a ti te ha dado savia, vieja encina...»
Observábamos sus amigos, por las cartas de esta
época, un cambio notable en Galán, y le preguntába-
298 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
mos si por fin se había enamorado. «Yo me enamoro
—contesta— lo mismo del alma de un amigo que de
la solitaria sierra de mi pueblo... Elijo los lugares más
áridos, donde no hay nada, ni movimiento de un
átomo, ni vida, y si pudiera ser, ni suelo que sustenta-
ra mis plantas...» Allí medita el poeta extasiado en
sublime contemplación; allí sería donde, como dijo en
inimitable obra.
El alma se empapaba
en la solemne clásica grandeza
que llenaba los ámbitos abiertos
del cielo y de la tierra.
¡Qué plácido el ambiente,
qué tranquilo el paisaje, qué serena
la atmósfera azulada se extendía
por sobre el haz de la llanura inmensa!...
Carta 12.^ La carta que dice haberme escrito no
llegó a mis manos, aunque creo bien que la haya
enviado. Tampoco dejé yo de ir a Frades por la razón
de no haberla recibido, sino por los impedimentos
mencionados en otro lugar, puesto que el ir era cosa
ya de antes convenida, y además Antonio me remi-
tió su carta, que era invitación para ambos.
A LA Muerte de mi Hurón. Mucho agradezco al
Sr. Toledano, dignísimo Farmacéutico de Frades, el
beneplácito para publicar esta elegía burlesca, escrita
sólo para la intimidad y reveladora del chispeante
humorismo de nuestro llorado vate.
Carta 13.^ Galán desahoga con nosotros su dolor
acerbísimo, contenido en presencia de la familia. Era
su costumbre hacerse fuerte en estos casos; cargar
con su pena y con las de los suyos, para aliviarlos, y
ponerse ciega y confiadamente en las manos de Dios.
Carta 14.^ Excedía a toda ponderación la difi-
cultad de nuestras comunicaciones, por el mal servicia
DE GABRIEL Y GALÁN
299
de correos que padecíamos tanto en el pueblo de
Galán como en el mío. De una vez por todas sirva
esta nota para explicar la frecuente pérdida de cartas.
Carta 15.^ Bondadoso e indulgentísimo para
todos, era severo solamente consigo mismo, como se
ve en esta carta.
Suspiros. En el original de esta composición se
leen estas palabras escritas con lápiz: <Se continua-
rá>. Pero nunca me habló el poeta de continuarla, ni
creo que lo haya hecho.
Carta 16.^ Se confirma aquí lo indicado acerca
de la 13.^ Sobreponerse al dolor propio, para aliviar
el de los demás, era el sistema de aquel magnánima
corazón.
Cartas 19.^... 21.^ En otro lugar quedan consig-
nados los obstáculos que hicieron imposible el cum-
plir mi promesa de acompañarle unas semanas en
Frades. Galán, contrariadísimo —como yo— por esta
fatalidad, me decía: «Quisiera no verte enfermo para
injuriarte cuanto pudiera...» Por último desahogó su
disgusto dedicándome el precioso poema
¡Patria mía!... En el cual, ensalzando no menos
la deliciosa y exhuberante belleza de las playas galle-
gas que la hermosura serena y majestuosa de las cas-^
tellanas planicies, sólo clama contra mí, por no haber
ido a visitar su pueblo, y a éste le dice:
«...no llores si aquel hombre de quien te hablaba
no ha venido a abrazarte y a conocerte;
no admitas aquel hijo que yo te daba,
si en un lejano día viniese a verte»...
Carta 22.^ En el día de mi casamiento no me ha
sido dable disfrutar de la presencia del mejor de mis
amigos, —lo que hubiera sido para mí el colmo de la
dicha;— pero pude llevar sobre mi corazón esta dulcí-^
300 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
sima carta suya, y supe, como en ella pide, «mirarle
con los ojos del alma> acompañándome en la iglesia
y en la mesa de bodas.
Cartas 23.^... 26/ En ellas insinúa primero embo-
zadamente y por último declara sin rodeos su primer
amor. Fué también su único amor, pues como dijo en
inmortales versos,
«...quise yo ser como mi padre era,
y busqué una mujer como mi madre
entre las hijas de mi hidalga tierra
¡Un milagro de Dios, que ver me hizo
otra mujer como la santa aquella!»
Carta 27.^ Con ésta viene la promesa de enviar-
me su retrato, promesa que no tardó en cumplir, remi-
tiéndome con inestimable dedicatoria la fotografía
cuya copia encabeza este libro; y que, entre las publi-
cadas, es la que más exactamente caracteriza la atrac-
tiva personalidad del poeta en lo mejor de su corta y
gloriosa vida, a los 23 años, cuando sus ilusiones e
inspiración estaban en pleno florecimiento.
Cartas 28.^... 32.^ Intimidades, noticias, quejas y
proyectos forman el contenido de estas cinco cartas,
repletas, como todas las suyas, de afecto, de pensa-
mientos elevados y de maravillosas visiones poéticas,
vestidas siempre con las galas de la más bella elocu-
ción. En la 32.^ Galán, para dedicarse enteramente a
su irresistible vocación, inventa el pretexto de concer-
tar un descansOy y abre un paréntesis extraño en nues-
tra correspondencia.
Carta 33.^ Ésta da fin al extraño paréntesis. Roto
el silencio, que duró dos años justos, vuelve a reanu-
darse nuestra correspondencia con el entusiasmo y
cariño de siempre.
DE GABRIEL Y GALÁN
301
Cartas 36.^ y 37.^ Me noticia su próxima boda
en la 36.^ y me la relata en la 37.% agradeciendo con
inmerecidos elogios mi pobre misiva de enhorabuena»
Carta 38.^ El poeta «llora y reza conmigo» por
el fallecimiento de mi querida madre.
Carta 39.^ Dos trascendentales acontecimientos
me comunica: el cambio de su profesión por la de
labrador, y el natalicio de su primogénito. ¡Con qué
entusiasmo me habla aquí de su Jesús, que le hacía
decir en El Crista bendito:
«Un jabichuelino
con la cara como una azucena...
con aquella boquina sin dientis,
réondina y fresca
que paeci el cuenquín de una rosa
que se jabri sola pa si se la besa!...»
Carta 40.^ Sigue con el mismo entusiasmo,
iontecío de gusta* con su hijito y con su labranza. Y
aunque habla de abandonar la poesía y < restituirse a
la suave prosa de su casita>, ni él mismo lo cree:
«Galán también cantaba
que ella y el campo hiciéronle poeta>.
Carta 41.^ Inestimable para mí por el cariño
hondo y discreto humorismo con que me felicita al
obtener en oposiciones una cátedra de las Escuelas
Normales.
Carta 42.^ ¡Bondadoso, incomparable amigo! Me
cuenta su vida del campo en contraposición con la
mía sedentaria, y me aconseja que trabaje menos para
vivir más. ¡Quién podía pensar que le habríamos de
llorar tan pronto!
Carta 43.^ Es la primera vez que me habla de
sus éxitos literarios. Y aun en el terreno de la más
íntima confianza, lo hace con esa modestia sincera,
302 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
:hija del verdadero mérito. No basta que D. Miguel de
Unamuno, D. Federico Balart, D. Salvador Rueda y
otros literatos eminentes aplaudan al poeta. El no cree
tener condiciones «para crearse un nombre»...
Carta 45.^ Acompañé al amigo en su dolor por
la pérdida de la madre idolatrada, y algún tiempo
después contestó a mi pésame con esta carta, en la
que, para evitar el hondo abismo de la pena, toma el
camino de darme participación de sus nuevas victo-
rias literarias.
Carta 46.^ Así, con tanto y tan efusivo afecto
me escribía Galán al saber mi gravísima enfermedad.
Y habla como un vidente vaticinando mi curación.
Con esta carta me envía su primer libro, «que no es
más que primicias de otro» que me promete para
pronto.
Cartas 47.^.. 50.^ Versan sobre los dos temas
indicados: mi salud y sus triunfos literarios, cada día
más grandes y definitivos. Acerca de éstos me refiere
interesantísimos detalles, no por vanidad, pues «no
detenía sus ojos en la descarada nube de incienso»,
sino porque sabía que su antiguo condiscípulo, su
amigo íntimo, a quien llamaba su hermano y su confe-
sor, se gloriaba en aquellos triunfos cual si fueran
propios; y que contármelos era la mejor manera de
consolar y alegrar mi espíritu abatido por la enferme-
dad. Y respecto a ésta, hasta que recobré —milagro-
samente— la salud, no cesó de animarme con las
mieles más dulces de su cariño aquel corazón amantí-
simo, que vivió siempre amando y de amor murió...
pues conociendo a Galán y las circunstancias de su
muerte, no parece sino que mi santo amigo falleció
porque se le rompió dentro del pecho aquel corazón
que en su ansia de aliviar a otros daba siempre vo-
DE GABRIEL Y GALÁN
303
luntaria hospitalidad a los dolores propios y a los
ajenos. Aquel corazón, por amor, no temía al dolor.
Asi clama heroico en su Treno por la pérdida de
la madre:
«Rayo de la tormenta,
podrás romperme, pero no espantarme;...
sierra que te derrumbas
y ante las puertas de mi casa caes;...
huracán que su techo me arrebatas;
muerte que rondas mi olvidada calle...
¡Qué pequeños sois todos, qué pequeños
y mi dolor qué grande!
Para ello se amparaba únicamente en una fe ro-
bustísima, y por eso pudo escribir en El Amo;
«Es preciso tener labios de mártir
para acercar a ellos
la hiél del cáliz que en mi mano trémula
con ojos turbios esperando veo.
Ya está solo el hogar. Mis patriarcas
uno en pos de otro del hogar salieron.
Me los vino a buscar Cristo amoroso
con los brazos abiertos...»
Y así, como un verdadero mártir, dijo en su últi-
ma Canción:
«Visión de mis amarguras:
¡yo no te cierro los ojos!
Camino de los abrojos:
¡yo no me cubro las plantas!
Cruz que mis hombros quebrantas:
¡yo te acepto sin enojos!»
La vida de José María Gabriel y Galán fué,
además, fecundísima en buenas obras. Su breve
paso por el mundo dejó magna estela de los bene-
ficios que sin cesar creaba y sembraba por doquier
con mano pródiga. ¡Dios habrá premiado a este mo-
304 CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS
délo de hombres, que tan perfectamente ha cumplido
los votos consignados en la última estrofa que escri-
bió su áurea pluma:
«Quiero dejar de mí en pos
robusta y santa semilla
de esto que tengo de arcilla,
de esto que tengo de Dios!»
ÍNDICE Y SUMARIO
Págs.
RETRATO DE GABRIEL Y GALÁN IV
DEDICATORIA V
PRÓLOGO VII
LOS RECUERDOS Y PAPELES DE GALÁN 1
Mis llorados amigos 3
Un gran artista y una segunda madre 4
Un estudiante vago^ otro chapón y otro que está para ser
borrado de lista 5
Maestro inolvidable 9
La Tebaida de la Escuela.— José María Gabriel y Galán. . . 11
¡Pobres gorriones!— Heroísmo y modestia 13
El mayor tormento de Galán.— Un desafío 15
Versos, acuarelas y conciertos.— La guitarra parlante. . . 19
Las noches de claro en claro.— La amistad vence al amor.
¡A los toros! 21
El diluvio.— Una guantada espantosa.— Llegada a puerto. . 24
El padre de Galán.— A Galicia, a ver el mar 25
¡Oh qué viaje! 26
Llegada a la Coruña 28
El valle de San Saturnino, oda 29
Galán en mi tierra.— El triple ¡ay!,., ¡ayL. ¡ay!...— La.
puesta del sol desde el Orzán— ¡Han pasado 30 años...! . 32
Galán en mi casa.— Los aprendices.— ¡Pobre Antonio! . . 35
Adiós... ¡para siempre!— Correo detestable.— Galán era
un santo 39
CARTAS Y POESÍAS INÉDITAS DE DON JOSÉ MARÍA
GABRIEL Y GALÁN 41
Carta 1.^— El lunes, si Dios quiere 43
La Fuente Vaquera, balada 45
Adiós 58
Carta 2.'— España, 23 de Julio 65
Carta 3.*— Medina del Martirio.- Dos pobres aldeanos. . 67
Carta 4.*— La Maya, 24 de Julio 71
306 ÍNDICE Y SUMARIO
Carta 5.^— De San Saturnino a Frades.—El lema de Galán.
—El Solitario.— Nuestras madres se escriben 73
Mañanas y Tardes.— Sueños 81
Carta 6.^— Casi dos meses en la querida aldea.— ¡Oh, ven-
drás hecho un parisién! 95
Carta 7.^— Galán no está enamorado 103
Carta 8.^— Feliz como nunca.— La inquinia del poeta. . . 105
Carta 9.^— Galán y su madre enfermos 111
Carta 10.^— Convaleciente.— La paleta de Galán 113
Carta 11.^— ¡Un átomo sin madre! — Una miajirrinina
de poesía 115
Carta 12.^— ¡Quién pudiera ir a Frades! 127
A LA MUERTE DE MI HURÓN.— Elegía improvisada... y así
saldrá ella 129
Carta 13.^— El hijo amantísimo. . . .* 137
Carta 14.*— Extravío de correspondencia.— Verano abu-
rrido.— Piadosa venganza 141
Carta 15.*— La confesión de Galán.— Mar de dudas. . . 145
Suspiros 150
Carta 16.*— ¿Quién se opone a que nos hablemos?— El
dolor de los dolores 153
Carta 17.*— Brillantes oposiciones.— ¡Pobre Merceditas! . 157
Carta 18.*— Nuevo destino.— Noticias excelentes. ... 161
Carta 19.'— Sección de noticias y capítulo de cargos. . . 167
Carta 20.*— Las siestas de Galán.— Antonio ingresa en
la Armada 171
Carta 21.*— No hay que ser tan ideal 175
¡Patria mía! 177
Carta 22.*— Epístola laica... ¡Con el alma! 187
Carta 23.*— La tormenta.., o lo que sea 193
Carta 24.*— Ir empezando siquiera.— ¡Oh, el ejemplo! . , 195
Carta 25.*— «Jueves, nueve de Febrero,
del año que empecé a amar» 199
Carta 26.*— Tardío, pero seguro. — La mixtura de qui-
nientas yerbas 205
Carta 27.*— Que si, que bueno.— E\ retrato 213
Carta 28.*— Nuevas oposiciones.— Parece que se quieren.
—¡Otro verano sin vernos! 217
Carta 29.*— Enhorabuena.— El veraneo de Galán.— Histo-
rias peregrinas 223
Carta 30.'— ¿Quién intercepta nuestras cartas?— Extrema-
dura entera padece intermitentes 227
ÍNDICE Y SUMARIO 307
Carta 31.*— Siguen faltando cartas 231
Carta 32.*— El fuego sagrado.— ¿A descansar? .... 233
Carta 33.* — «Levántate y anda». — i Fárrago, fárrago! —
Noticias 235
Carta 34.*— ¡Oh divino imposible!— El verbo amar, . . 241
Carta 35.*— ¡Mi padre! 243
Carta 36.*— «Reza la salve, rézala bien...» 245
Carta 37.*— Casamiento de Galán.— Un don Sabas, ... 247
Carta 38.*— Un nombre bajo una cruz!— ¡Fe y esperanza! 251
Carta 39.* — Dimisión del cargo y traslado al Guijo.—
Natalicio del primogénito 253
Carta 40.^— Entontecíos de gusiu.—\Jn buen poeta y un
buen labrador. — «Cuando Dios quiera» 257
Carta 41.*— Felicitación.— Ya está el daño hecho. . . 261
Carta 42.* — ¡ Sofisma, sofisma!— Una medalla. — Sabios
consejos 263
Carta 43.*— Lutos.— Las primicias de Extremeñas y Una-
muno. Pereda, Salvador Rueda y Balart 267
Carta 44.*— El segundo vástago 271
Carta 45.*— Sin madre...!— Triunfo definitivo 275
Carta 46.*— Corazón de amigo.— Galán vidente 279
Carta 47.*— Vida agitada.— Dos mundos 281
Carta 48.*— Una lectura en el Ateneo.— Modernópolis. . 283
Carta 49.*— Confianza en Dios.— Juegos Florales de Za-
ragoza 287
Carta 50.*— La modestia de Galán 291
NOTAS 293
ÍNDICE Y SUMARIO 305